Reseña de Consuelo Jiménez de Cisneros.
Editado por Autografía (Barcelona, 2022), la ilustración de portada nos aproxima a ese mundo del pasado reciente aún en blanco y negro. En efecto, se trata de un libro de memorias escrito por una mujer con una sensibilidad muy especial. Se autodefine como «maestra de vocación y escritora de corazón», y este es su segundo libro publicado, tras el titulado Memorias de un culo inquieto (Sustantivas) que, como puede verse por el título, también habla de sus experiencias personales.
No te suelto la mano es más que un libro de memorias en primera persona, puesto que recorre tres generaciones de mujeres que van desde la guerra civil hasta los años cincuenta. El libro está dedicado a esas tres generaciones y a una más: «A mi abuela, que es el pasado. A mi madre, que es el presente. A mi hija, que es el futuro.» Y está estructurado en cinco partes: «Muerte», «Vida», «Recuerdos», «Adolescencia» y «El internado». Estos títulos tienen sentido porque el libro se inicia en un momento trágico, de pérdida, pese a que el tono sea tan suave y ausente de dramatismos: se trata de la muerte de su madre, que lleva a la autora a replantearse su relación con ella e inspira el título de su libro.
La segunda parte, «Vida», comienza con un parto y rememora la historia de la familia en Almoradí, su pueblo de origen, haciendo especial hincapié en las mujeres. Es la etapa de la guerra civil y se crea un ambiente de gran inseguridad. En medio de ello, hay evocaciones tiernas como la boda o el piano. Pero la tragedia inevitable sucede. Aquí también hay memoria histórica. Fusilamientos de personas de bien por parte de milicianos incontrolados. Destrucción de las imágenes de las iglesias. Todo eso que hoy se silencia. Felicito a la autora por su valentía. Porque ahora solo se habla de los crímenes de un bando, el de los «fascistas», como antes solo se hablaba de los crímenes del otro, el de los «rojos».
La tercera parte, «Recuerdos», evoca distintos momentos de la vida de la narradora. Destaca cómo se celebró la navidad en 1939: recuerdos que ya son historia, o mejor intrahistoria, como diría Unamuno. La alegría por el final de la guerra, expresada desde el bando de los vencedores, un punto de vista, insisto, poco habitual hoy en día. Pero resulta que más de la mitad de España sentía así, y eso no hay quien lo borre. Las viudas de los asesinados por ser calificados como «fascistas muy peligrosos» lloran juntas. Todos los hombres de la familia de la autora fueron asesinados por los milicianos excepto uno que se escondió en un «entabacao» donde solo podía estar tumbado.
En la cárcel de Alicante donde moriría Miguel Hernández, el político y poeta José Antonio Primo de Rivera también murió, y no de tuberculosis, sino fusilado inicuamente. En este libro se menciona cómo uno de sus compañeros de cárcel sabía, como todos, que lo matarían, pese a que no había motivo alguno para esa condena y pese a su magnífica defensa, escrita por él mismo que era un brillante abogado (por cierto, amigo del también vilmente asesinado García Lorca). La vileza no distingue de bandos. Pero la bondad y el perdón también están presentes. Cuando en los años cuarenta se pide a las familias de fusilados que vayan a denunciar a los asesinos de su gente, la madre de la narradora escoge el perdón. No quiere prolongar la violencia y renuncia a denunciar a los asesinos de su marido. Una gran lección de moral. «Hay que perdonar y olvidar», le decía la madre a la hija. Frase que debería repetirse hoy más que nunca, cuando se ha vuelto a la memoria revanchista y sectaria.
La recuperación de la vida cotidiana en la posguerra incluye la religión como espacio de unión, según expresa uno de los personajes. La fantasía que ayuda a vivir está presente en el cuento de la abuela, digno de los hermanos Grimm. Y se combina con la realidad de las evocaciones de personajes hechos desde la ternura y el afecto: los abuelos con sus costumbres que les caracterizan, la madre que se quita el luto tras catorce años… Y luego la vida de la posguerra, con sus cartillas de racionamiento, el colegio, los juegos, las ferias… Todo ello, en el contexto de la vega baja del Segura y las cercanas playas de Torrevieja, con sus salinas y sus luces espléndidas.
Una enfermedad infantil milagrosamente curada por la penicilina de los americanos pone una pausa en los recuerdos de la voz narradora, que vuelve al Almoradí de 1945 y recoge la historia de la Virgen del Perpetuo Socorro. Otras tantas anécdotas de travesuras y descubrimientos nos llevan a la cuarta parte, «Adolescencia».
La narradora crece y va descubriendo el mundo de la mano de sus familiares y sus primeras amistades. La conexión con lo espiritual se nota en la experiencia durante su visita a un sanatorio abandonado donde cree ver a un fantasma. El primer amor y su entrada en el internado alicantino de Jesús María cierran este capítulo.
Y finalmente la quinta parte, «Internado», con todas sus evocaciones: las amistades, las clases, los enamoramientos incipientes, los estudios, las vacaciones, las lecturas, el cine… Y es aquí cuando somos conscientes de que la voz narradora, tan centrada en los recuerdos de infancia, es en realidad la de una abuela de varios nietos.
En el breve Epílogo la autora hace algunas reflexiones sobre la condición de la mujer y cómo las vidas de las mujeres han evolucionado a mejor. Pero para cerrar esta lectura compartida, me quedo con una frase de lo que era antaño la vida, frase que no me resisto a trascribir: «Nadie tenía prisa, y lo que más se valoraba era el tiempo que pasabas con tus seres queridos, ya fueran parte de tu familia o parte de tus amigos».
ADDENDA. Este libro fue presentado el 28 de abril en el Casino de Almoradí, repleto de público de familiares, vecinos y amigos de la autora, en un emotivo acto que fue apoyado por El Cantarano con la asistencia de su Presidenta, Consuelo Jiménez de Cisneros. La presentación corrió a cargo de Gregorio Canales Martínez, director de la Cátedra Loaces de la Universidad de Alicante, y Asunción Gómez García, profesora, escritora y comunicadora.