LA ASUNCIÓN DE LA VEJEZ

Autor: Francisco Mas-Magro y Magro.

Enero se suele representar como un anciano de larga barba blanca, quizá como símbolo del invierno. Y ello nos lleva a recordar que la más fría estación del año siempre ha sido metáfora de la vejez: si se habla de la primavera de la vida para la juventud, se habla del invierno para la senectud. No es, pues, inapropiado que en el comienzo del año reflexionamos una vez más sobre la vejez. Una etapa de la vida a la que cada vez se da más importancia.

Estudiada desde los clásicos, desde aquella obra canónica titulada «De Senectute« («Sobre la vejez«) de Cicerón que traducíamos en aquel espléndido bachillerato de antaño, el tema ha sido cultivado, con distintos tonos y perspectivas, por la poesía -de Quevedo a Gil de Biedma- e incluso a partir del humor –Quino-. Muchos han meditado, con distintos tonos y perspectivas, en torno a los años finales de la vida del ser humano, que no necesariamente han de ser los peores. En la sociedad actual, con el alargamiento de la expectativa de vida para hombres y mujeres, mayor para ellas -no analizaremos aquí por qué-, han surgido investigaciones, acciones comerciales, ofertas nuevas de cuidados, de viviendas tuteladas o compartidas, de actividades específicas -cultura, viajes, deportes…- para ese tramo de la vida al que eufemísticamente se llama «Tercera Edad». Un lugar al que nadie quiere llegar pero del que nadie quiere irse.

El texto que ofrecemos a continuación recoge extractos de la entrevista realizada por Ada Soriano y José Luis Zerón al doctor don Francisco Mas-Magro, geriatra y poeta, con motivo de la presentación de su libro «Cuaderno de Blues« en Orihuela el pasado mes de diciembre. Dicha entrevista apareció publicada en la revista digital Las nueve musas el 16 de diciembre de 2022. Desde la redacción de El Cantarano agradecemos las facilidades que todos ellos nos han dado para reproducir un texto esclarecedor sobre un tema universal con el que abrimos de par en par las puertas del nuevo año 2023.

La vejez se define en geriatría, como la perdida de la capacidad de enfrentarse con los cambios que se producen en el medio ambiente, en nuestro hábitat.

Por cuestiones culturales, entendibles solamente desde un punto de vista de la vida como lugar efímero, que tiene sus límites en el nacimiento y en la muerte, la vejez se ha considerado como una etapa fea y decrépita. Nosotros los geriatras hemos luchado durante nuestro ejercicio profesional para inyectar en la sociedad un concepto diferente de «vejez», siguiendo a los grandes gerontólogos y al gran Maslow.

Es lógico un miedo a la muerte, como fin de todo. Vejez se relaciona con una cercana muerte. La eterna oscuridad. Los que tenemos algún sentimiento trascendente, pensamos que más allá, probablemente, existe esa otra vida inacabable. Pero es el miedo a la soledad y la posterior oscuridad lo que nos mueve a temer a la ancianidad y a ese Ángel de la Muerte que en definitiva es un Ángel ecológico.

La vida hay que vivirla en plenitud, sobre todo plenitud espiritual. La música es la esencia de esa plenitud. Yo no podría vivir sin la música. Es algo que me han enseñado mis padres. Por otra parte, la vida se compone de tres etapas, el pasado, el presente y el futuro. El presente es inamovible en su calidad de espacio, pero es muy importante en su sentido de momento trascendente, ya que de este presente surge la noción de pasado, e incluso condiciona el futuro.

Por otra parte, cada vez tenemos, como norma general, más pasado que futuro… La poesía representa, por un lado, mi resistencia a dejar el pasado y por otro, mi deseo de perpetuar el presente. La música es una representación de sentimientos, por tanto, para mí, como creyente en un Dios y en un futuro dentro de Dios, la música es parte de ese Dios. Las artes en general son manifestaciones del alma y el alma está configurada a imagen y semejanza de Dios.

La música y la vida están absolutamente unidas. La mayoría de mis poemas los escribo como consecuencia de composiciones musicales. A veces los poemas son verdaderos cantos o tarareos de notas que interpreto en forma de palabras. Hace unos días le decía a mi Párroco, que mi deseo es que la Vida Eterna fuera un Paraíso lleno de música.

Es mi concepto de trascendencia. La vida ha de tener alguna trascendencia. Yo sé que voy a morir y de hecho lo escribo de continuo, pero también que mi eternidad no va a consistir en vivir eternamente, aquí o allí.

Mi eternidad es lo que yo dejo transcendente en este mundo. En mi caso: tres hijas, seis nietos y una obra. Una obra que pasa por una vida en la que he intentado ser, sencillamente, buena persona. En todos los sentidos. Y escribir es reencontrarme conmigo mismo y transmitir mi propio sentimiento al resto de la sociedad. Se puede escribir con letras y palabras o siendo un buen profesional, por ejemplo. O como escribo en uno de los poemas de mi último libro, no publicado aún, «Bajo el arco de las palabras», planchando el cuello de una camisa.

El presente es lo que tenemos con seguridad entre las manos y muchas veces necesitamos disfrazar el pasado para asegurar nuestro presente y con el fin de tener más claridad ante un futuro incierto. Se trata de un ejercicio de autoconfianza. Aunque reconozco que no debemos engañar ni engañarnos y sí ser responsables con la vida actual, tal y como define el psicólogo Abraham Maslow.

El primer principio de la termodinámica dice: «La energía, ni se crea, ni se destruye, tan solo se transforma». La vida es la máquina que más nos transforma y es muy importante que esa energía no se convierta, con los años, en pesadumbre, soledad, apatía.

Hemos de llegar a conseguir que la vejez sea una etapa más de la vida, caracterizada por un volumen de experiencia que se ofrece generosamente a la sociedad.

Respecto a la idea de la belleza en la vejez, desde un pensamiento hedonista, la vejez es una etapa fea. Genera pérdidas y es un periodo en el que la acción se enlentece, física y mentalmente. La vejez se relaciona con la soledad. Una soledad que va unida a un rechazo y al desprecio. La vejez va unida a deformaciones, procesos degenerativos, enfermedades (cáncer, por ejemplo). La vejez es un estado asumido a la inutilidad, que lleva a la jubilación.

Pero, ¿qué es la belleza? Es la cualidad de una persona de provocar un placer sensorial, intelectual o espiritual.

Sin darnos cuenta nos volvemos hacia Maslow. Maslow nos sugiere no subir un peldaño de nuestra vida sin asegurarnos de que estamos seguros y conformes en el que estamos. Conformes con lo que nosotros somos y queremos. Es la autoconfianza. La autoconfianza no tiene edad y es un don importante y bello.

La vejez, asumida y aceptada, supone uno de los momentos más importantes de la vida del hombre. Pero, ojo, la vejez, como la niñez, la juventud o la madurez, hay que cuidarla al máximo.

No existe un muro entre el joven de veinte años y el anciano de setenta y seis. Lo que existe es que el uno no comprende al otro. El «viejo cascarrabias» no es más que una persona intolerante a los cambios lógicos de la vida.

La juventud se puede alargar hasta edades avanzadas, simplemente, manteniendo un ánimo creativo, por ejemplo, con el arte, o con las relaciones sociales. Y sobre todo, asumiendo la vejez como algo propio que no impide ser quien cada uno es y con capacidad de proyectarse.

Mis nietos saben que su abuelo es joven.

Nota previa y edición del texto: Consuelo Jiménez de Cisneros. Ilustración: Pixabay.

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