Autora: Consuelo Jiménez de Cisneros.
Las tonterías -que pueden ser peligrosas, ojo- de la cultura woke me proporcionan constantemente perlas para comentar. Noticias leídas a principios del verano que retomo ahora porque siguen de actualidad, ya que algunas son de índole histórica y otras prometen continuaciones.
Primera tontería. Empiezo por advertir -no puedo evitar hacer cierta pedagogía- a quienes leen los contenidos de Internet con el mismo fervor respetuoso con el que quienes coincidieron con la invención de la imprenta leían los primeros libros impresos: pensando que forzosamente había de ser verdad cuanto allí se contenía. Pues no. Hemos de ejercitar nuestro sentido crítico y nuestro sentido común sobre lo que se divulga en Internet, muchas veces estudios ridículos o directamente falsos, lo que ahora se llama «fake».
Veamos un artículo firmado por un tal D.M. en La Vanguardia. Se titula así: «Robinson Crusoe no es el héroe que crees». Para empezar, me molesta ese tuteo que expresa superioridad (intelectual y-o moral, vaya usted a saber) sobre el cándido lector. Señor articulista, usted no se dirige a un adolescente en trance de formación, sino a un público amplio y variopinto. Pues bien, se trata de desacreditar al pobre Robinson y acusarlo de racista, esclavista y otras lindezas similares. Qué hazaña minusvalorar la del náufrago narrándola un par de siglos y medio después, de modo burdo y manipulado. Ya nos vamos acostumbrando a esta revisión de grandes clásicos que se miran con las gafas chatas de la actualidad, sin considerar que el héroe es un hijo de su tiempo y que sacar las cosas de contexto para «épater le bourgeois» y desmitificar a personajes paradigmáticos de la historia y la literatura es algo ya tan visto que aburre.
Hay que subrayar que la relación de Robinson con Viernes (como la de don Quijote con Sancho Panza) sobrepasa la de señor y criado para convertirse en amistad. Lo que sucede sobre todo cuando se comparten situaciones complicadas. Me encantaría ver cómo trata D.M. a su limpiadora o a algún subalterno. Estos revisionistas necios se presentan como santos laicos y solo son ignorantes sin perspectiva.
Segunda tontería. Leída en ABC. En este caso, de consecuencias negativas sobre una ingenua estudiante universitaria que utilizó la expresión «mujer biológica» y fue suspendida por ello. En efecto, su profesora de Estudios de Género de la Mujer le puso un cero por usar ese término al hablar de mujeres deportistas, algo que al parecer ya no está permitido porque segrega. No creo que esta monumental idiotez merezca comentarios, solo pondré los datos para que se compruebe que no es ficción ni un chiste. Universidad de Cincinnati. Alumna Olivia Krolczyk. Noticia reproducida en Tik Tok y compartida por más de tres millones de personas.
Tercera tontería. Los woke de California están empeñados en que los blancos les paguen a los negros una especie de cuota compensatoria por el maltrato histórico que les han inferido. Hay que recordar que ahora mismo se ha llegado al extremo contrario: negros que marginan a los blancos. De eso ya hemos hablado en otras ocasiones (la traductora blanca a la que prohibieron traducir poesía escrita por una veinteañera negra). Los únicos a salvo son los ricos, sean blancos o negros. Otro ejemplo. Desde que las leyes woke en San Francisco pasaron la consideración del delito de robo de 400 a 900 dólares, los delincuentes (de todos los colores) arrasan supermercados y tiendas de toda índole. En todo caso, los hispanos deberían estar exentos de cualquier cuota compensatoria a la gente de color (no sé si se puede escribir «negros» en este contexto). Diré por qué. En 1514 el imperio español reconocía legalmente los matrimonios entre blancos y negros. Este reconocimiento legal no llegó a Estados Unidos hasta 1967 (cuatro siglos y medio más tarde), y todos recordamos de qué manera: la película «Adivina quién viene esta noche», estrenada ese mismo año de 1967, ofrece una visión edulcorada, pero no por ello menos problemática, del asunto.
En la época en que los negros eran esclavos sin que nadie se planteara otras opciones, en el criticado imperio español los negros tenían sus apellidos reconocidos aunque nacieran fuera de legítimo matrimonio (véase el caso de San Martín de Porres), podían estudiar en la Universidad (Juan Latino), pintar (Juan de Pareja) y hacer muchas más cosas impensables en otros espacios fuera del ámbito de nuestras leyes hispanas.
En el periódico El Debate apareció recientemente un artículo sobre este tema titulado «Cinco grandes personajes negros españoles que el wokismo no reivindica», firmado por Bernard Durán. Este escritor aclara que la serie sobre una reina negra en la historia inglesa es pura ficción, que España llevaba siglos de adelanto respecto a otros países en lo relativo a los derechos humanos y que hacer series sobre esa realidad española supondría poner en evidencia a los anglosajones. Y como en España siempre nos dedicamos a tirar piedras a nuestro propio tejado, no esperemos que ningún cineasta español tome la iniciativa.
Estos cinco negros notables entre muchos otros de la historia española, hombres y mujeres que podrían protagonizar más de una serie, son: Juan Garrido, nacido en el Congo, explorador y militar en la época de los Reyes Católicos; Beatriz Palacios, soldado y enfermera en el ejército de Hernán Cortés, casada legalmente con el español de raza blanca Pedro de Escobar; Juan Latino o Juan de Sessa, nacido en en 1518, hijo de un esclavo del Conde de Cabra, fue bachiller en Filosofía y profesor universitario y llegó a casarse con una noble dama española (obviamente blanca) llamada Ana de Carleval; el ya citado San Martín de Porres, hijo bastardo de un noble español y una negra mestiza, sin que mediara matrimonio llevó los apellidos de su padre; y Sor Teresa Juliana de Santo Domingo, considerada la primera escritora europea de raza negra, de la cual conservamos un poema.
Por acabar con una anécdota: la Duquesa de Alba por antonomasia (la de Goya) adoptó a una niña negra.
Post Scriptum: unos días antes de publicar este artículo me encuentro con otro que merece ser leído de cabo a rabo, publicado por Rebeca Argudo en La Razón del día 20 de agosto a partir del problema de los actores de Hollywood que no pueden representar a personajes de otra raza o de otra identidad sexual sin riesgo de provocar la furia de nuestros nuevos y feroces inquisidores de lo políticamente correcto. En él se cita al psiquiatra Pedro Malo autor del libro «Los peligros de la moralidad». Afortunadamente hay voces que denuncian esta masacre de la cultura y este insulto a la inteligencia que protagoniza, hasta ahora con total impunidad y con irritante complejo de superioridad, la cultura «woke».
Foto: Monumento a Robinson Crusoe en San Juan Bautista, Isla de Juan Fernández (Chile). Wikimedia.