EN EL VERTIGO AZUL DE UNA MIRADA de María Ángeles Lonardi

Reseña de Francisco Mas-Magro y Magro.

Estimado Francisco: Una alegría recibir este libro con ese detalle tan generoso. Dedicarme ese poema de Janis Joplin, impregnado de Blues, en recuerdo de aquella noche de Clasijazz en Almeria es muy hermoso”.

Entre aquella y este, han transcurrido dos años y pico, con un muro de dolor entre medio que se llama “Pandemia” y se contempla, ya casi, como un recuerdo con su cara de bruja pirula.

Aquellos “Velorios Poéticos”. El de aquella noche de Almería, en la que pude recitar, junto a una voz cálida de la cantante de jazz y el necesario piano, alguno de los poemas que constituyen ya mi “Cuaderno de Blues”1.

Que siga uniéndonos la poesía y la amistad”, concluye María Ángeles Lonardi la carta, de su puño y letra, que tanto me recordara la correspondencia entre Ernestina de Champurcin y Carmen Conde, dulces, sentidas.
La primera carta que recibo desde hace tiempo, años; carta escrita sobre un papel y con la letra de quien la escribe, con puño de colegiala.

Acompaña esta misiva un libro azul, como la mirada de quien amo, cuyo título parece quererlo decir todo: “En el vértigo azul de tu mirada”, edición de Círculo Rojo, 2021, ISBN 978-84-1104-574-2” , “deseando que encuentres lo que se esconde en una simple mirada”.

El libro esta doblemente prologado. En primer lugar por el profesor Gerardo Rodríguez, (Granada, 1976), profesor titular de Literatura Inglesa en aquella Universidad. Una grata sorpresa. Simplemente, por granadino y porque el año de su nacimiento recordaba el final de mi experiencia en el destierro.

También, sus relaciones con la intelectualidad con la que yo tuve la oportunidad de convivir durante mis años de estudiante, tiempos de represión y dolor. Y porque Granada es mi ciudad del alma.

Las “Miradas que abrazan”, que son diez a criterio del profesor Rodríguez, son las que necesitó Huidobro para descubrir la belleza, entre un sueño y una catástrofe”. Aunque, en mi criterio de médico que escribe, Huidobro se había perdido en su Altazor, entre quimeras pesimistas y espasmos de delirio2, mostrando un pesimismo coherente con su forma de ser.

Sin embargo, Lonardi, en este poemario, que fue primer premio del Certamen Internacional de Cuento y Poesía “Luis B. Negreti”, de la Sociedad Argentina de Escritores, concedido en Buenos Aires en 2020, nos regala, dice el profesor Rodríguez, y compruebo yo mismo con mi lectura, su propia mirada, una mirada generosa y honesta que se dirige al interior y se preocupa por el exterior, señalando lo necesario y sin ningún tipo de reservas.

A veces, sentía como que fuera yo mismo quien clamaba el poema, a través de la palabra de Lonardi, como en el primero, de la página 15, donde escribe:

Detenida, la vida permanece

en el vértigo azul de tu mirada.”

Y me llegó al corazón mi obsesión por la mirada celeste de mi amada. Con la insistencia de la autora, de que:

Puede mi cuerpo torpe, ensimismado,

marchito, ya de vuelta

de locas travesías,

subyugarse con tu esencia”…

Y así podría seguir con el poema y el resto de poemas, intentando convencerme de que lo escrito no es mío, que pertenece a otra alma. Y la mirada persiste en toda la obra, porque…

si me vuelves a mirar con esa cara

le arranco los domingos a la semana,

le quito las pestañas al amanecer

y me emborracho en el mar/ de los deseos”.

Lonardi es alma, desde un principio. Es sensibilidad y pragmática manifestación de la realidad del mundo.

El dolor y la desesperanza caminan de la mano.

Los pájaros se marchan, huyen despavoridos”

Es la pandemia que silencia las palabras.

Ojala que Dios oiga nuestra plegaria

y que la vida plena y renovada

nos espere saludable y más humana

sin rencores, a la vuelta de la esquina”.

Se le resiente el alma a la vista de lo que sucede, tan lejos y tan cerca.

Camino entre cuatro paredes desquiciada

haciendo un raro equilibrio.

Espero que pase este tiempo no vivido,

absurdo, demencial y sin sentido”.

El otro prólogo lo titula Epílogo, porque cierra el poemario.

Se encarga de él la poeta, pintora y escultora Ivonne Sánchez Barea, esa española de Nueva York (1955). Doctor Honoris Causa del Hispanic American College de la ciudad donde Federico García Lorca destiló aquella sublimación un tanto desquiciada.

Ivonne vive en Granada, cómo no. Mi pueblo y el suyo. Mi pueblo de corazón, como lo asume María Ángeles Lonardi y lo recoge aquella desde el lugar de Cájar,  dónde escribe para el diario digital “Long Island al Día” de Nueva York.

Regresa a la espiral del tiempo –escribe Sánchez Barea-, en el bucle de un instante, para llevarnos al presente, ese, vinculado a los hechos que todos percibimos como fatídicos e impuestos y otros en los que invita a imaginar , y nos marca como en el compás de un baile”.

Dice Lonardi:

Una mirada a poniente.

Una mirada a levante.

Una mirada a La Alhambra

Una en la Alcazaba.

Una que se nutre del mar

una que se pierde en la sierra

y una feliz encandilada.”

Y surge un lamento, mientras lo reproduzco en este escrito. Y me digo: ¡Por qué, oh Dios, no supe escribir en mis suspiros, tanta verdad sentida por tantos años, cuando fue la presencia, y cuando es la ausencia! ¿Aquel amor, nostalgia de Granada?

En el vértigo azul de una mirada.

1 Cuaderno de Blues. Editorial Fundación Devenir Poesía y Ensayo. Madrid, 2022.

2 Mas-Magro y Magro, “Huidobro”, poema de “Cuaderno de Blues”, pag.45. Editorial Fundación Devenir Poesía y Ensayo. Madrid, 2022.

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