VIAJE EN AVE A MADRID
La mente de este iluso ser se escapa cuanto puede de la perversa conversa plagada de blasfemias.
En esta mañana fría de invierno
bajo un cielo gris, húmedo y tierno,
mientras el silencio llena despacio
del vagón número seis el espacio…
Al tiempo que el tren avanza
Percibo
La ausencia del traqueteo
de las ruedas sobre las vías
y con profundo ajetreo
Escribo
La llanura castellana
desde su altura mesetaria
me saluda y me llama.
Entre la densa bruma
en esta mañana fría de invierno
bajo un cielo gris, húmedo y tierno,
el paisaje emerge
y el sol sumerge
su rostro en la espuma
de un mar de nubes blancas.
La velocidad desciende
Esta fría mañana de invierno.
Y llegamos a Albacete
bajo el mismo cielo húmedo y tierno.
Unos pocos viajeros ascienden
con un fugaz soplo de aire fresco.
La monotonía
con puntualidad alcanza
su máxima potencia
al tiempo que el tren avanza.
Viajar rompe la rutina,
concede una oportunidad
a esta vida vacía y aburrida.
El cristal de la ventana
permite ver el color,
en esta mañana fría de invierno,
de la tierra mojada
y hasta evocar su olor.
Lejanos campos de olivos
ajenos a nuestros destinos
comparten terreno
con almendros en flor.
Es febrero.
Un sendero
serpentea entre oscuras encinas
en busca de una humilde casita
perdida en la lejanía.
La naturaleza cada día
pinta diferente lienzo,
anuncia el comienzo
de una nueva melodía.
SOL DE FEBRERO EN LA PLAZA MAYOR
El iluso ser reposa su espalda en el madero horizontal para equilibrar su dolor vertical y equilibrar la cruz de su existencia.
Febrero viene agradable y algo manso.
Pero tras un largo paseo, la espalda
exige un justo y merecido descanso.
Sentado en un banco contemplo
cómo se mueve la gente.
Tomo nota alegre y contento
de la boda que viene de frente.
Recién salida del templo,
tan felices y elegantes
con sombreros y guantes.
Con ojo observador, veo también
Vendedores ambulantes, artistas singulares
con sus originales disfraces…
En busca de un momento de gloria
y un rinconcito en la historia.
Como refleja Felipe Tercero
a la luz del sol de febrero.
El dolor se diluye, se aleja y huye.
Cierro los ojos y una poderosa energía
anima todo mi cuerpo. Fluye
con sutil delicadeza y alegría.
Me levanto y me voy, me despido
de esta plaza Mayor, llena de vida.
Y con humildad y esperanza pido
que el destino permita otra visita.
RICOS HUEVOS FRITOS
Este iluso ser, siempre atento, percibe en casa Lucio un regusto a nobleza frita, marqueses trasnochados y Salamancas sin clase.
Lucio deambula, pasea exultante
sus 84 años por las estrechas
y regulares calles entremesas
de su reconocido restaurante.
Su mundo actual se resume
y se reduce a este espacio
donde en cada rincón reluce
un recuerdo, un comentario
de algún comensal ilustre.
El premio Nobel Severo
Ochoa, será el primero
en descubrir el valor culinario
de un buen par de huevos
hechos con amor y esmero.
Con exquisitos modales
pregunta de dónde somos.
Y al oír que de Alicante,
con su personal sello
manda cordiales saludos
a Vicente Castelló
y Ramón Morales.
LAS DESCALZAS
Este ya viejo e iluso ser escucha entre las piedras de este oscuro convento las risas escondidas de alguna monja rebelde que entre sábanas recuerda y sueña con aquellas caricias cálidas y ardientes.
Lugar de reposo y descanso.
Remanso de paz y soledad
para infantas descarriadas…
Hipocresía, mentira y falsedad.
Silencio y humedad.
Férrea y fría cárcel
para noble carne blanca
ardiente y apasionada…
Fina y delicada crueldad.
Silencio y humedad.
De sus secas paredes cuelgan
enormes tapices de oro y seda
bíblicas escenas idealizadas…
Escarnio y burla a la verdad.
Silencio y humedad.
El arte al servicio del poder
pierde parte de su razón de ser.
El timbre autoritario,
la obediencia ciega
aún recorren las vacías estancias…
En su esencia resuena
la voz doliente y vieja
de la madre abadesa.
Foto: Consuelo Jiménez de Cisneros. Estación de Atocha desde el interior del Museo Reina Sofía.