Autor: JULIO CALVET BOTELLA.
RECUERDOS COINCIDENTES
La vida, cuando va cumpliendo su proceso temporal, se va llenando de una memoria autobiográfica, en la que vamos almacenando los sucesos que vivimos en un tiempo y un lugar determinados, que configuran la narrativa de nuestra autobiografía. Esta reflexión que nos analiza entre otras interesantes cuestiones el siquiatra y escritor Luis Rojas Marcos, en su reciente libro “Optimismo y salud. Lo que la ciencia sabe de los beneficios del pensamiento positivo”, (Penguin, Barcelona, 2022), me ha traído al recuerdo una parte de mis momentos autobiográficos, cuando acabo de enterarme del fallecimiento, a sus 91 años, del gran actor cinematográfico francés Jean-Louis Trintignant, nacido el día 11 de diciembre de 1930, en Piolenc (Francia), y que ha muerto apenas hace dos días en que escribo esta reflexión, el 17 de junio del actual año, en su última residencia del departamento francés del Gard.
No voy a ocuparme aquí de la biografía de este actor, ni de su amplia producción actoral en tantas películas, pero si evocar en estas letras que Trintignant me ha dejado unos recuerdos que de alguna forma han quedado incorporados a mi autobiografía a través de dos de sus películas, pues sus personajes interpretados, coincidieron en el tiempo con mi propia andadura vital.
Yo soy un gran amante del cine. Y digo del cine de aquellas salas oscuras y de pantallas grandes, que visitábamos casi cómo una exigencia dominical, hasta que han empezado a sucumbir y verse sustituidas por el cine casero, visto en pantallas pequeñas y en sesiones interrumpidas una y otra vez, por los convivientes, que claro, muchas veces no suelen acompañarte en el visionado de algunas de ellas en tu sede doméstica. Hay muchas películas en mi recuerdo, y que hoy veo con repetición, a veces recitando alguna de sus célebres frases. Esta asiduidad y afición me permiten emitir juicios sinceros de valor, sobre los actores y actrices, y también directores y de sus argumentos. Solo diré, en cuanto a lo artístico, que Jean-Louis Trintignant, a mí siempre me ha parecido un actor con un gesto de alguna forma duro e inexpresivo, quizás debido a los trágicos acontecimientos que sufrió en su vida personal, y que alcanzó la fama por su participación en la película de Claude Lelouch, “Un hombre y una mujer”, de 1966, compartiendo el protagonismo con Anuok Aimée, y adornada con una música inolvidable.
Yo estudiaba la carrera de Derecho en la Universidad de Murcia, en los años sesenta del pasado siglo XX. Habitualmente todas las semanas dedicaba una tarde para ir al cine, a la segunda sesión, acompañado de mi inseparable amigo y compañero Rafael Ferrández Flores. Debió de ser en el año 1965 o 1966, cuando entramos en el Cine Rex de la capital murciana, para ver una película que se anunciaba como “La Escapada”, traducción de su nombre original italiano, “Il Sorpasso”. Es, o era, -mejor, siempre será-, una película italiana, dirigida por Dino Rissi, en 1962, y cuya acción se desarrolla en Italia, interpretada genialmente por Vittorio Gassman y por Juan-Louis Trintignant como coprotagonista, y la presencia, con su vibrante juventud de Catherine Spaak, por cierto, sobrina de Paul-Henry Spaak, el político belga que llego a ser Presidente de la Comunidad Europea.
Il Sorpasso, es una película en blanco y negro, que se desarrolla en el ferragosto italiano, aderezada con una música que se hizo célebre, cantada por Peppino Di Capri, y tan bailada en los guateques de por aquí, imitando los de la película italiana, que se llamaba, St. Tropez Twist. Bueno, pues ver aquella película fue para mí, cómo una sorpresa. Trintignant es un joven estudiante de cuarto curso de derecho, llamado Roberto, que estando estudiando en su casa un libro de Derecho Civil, del cuarto curso de la carrera, conoce casualmente a un vividor italiano, Bruno Cortona, (Vittorio Gassman), cuarentón, caprichoso y extravagante, que le convence para que le acompañe en un viaje veraniego recorriendo las provincias de Roma y de la Toscana, desarrollándose la película en un viaje a bordo del coche descapotable de Bruno, coche que ahora se cae a pedazos, y visitando lugares de fiestas, saltándose todas las reglas circulatorias, para llegar a un trágico final, fruto de la imprudente conducción. Yo, de alguna manera me vi identificado en aquel Roberto, -Trintignant-, en cuanto que en aquel preciso momento de mi vida, cuando veía la película estrenada en España, yo era estudiante de Derecho, como el personaje Roberto, era estudiante de la asignatura de derecho Civil, – luego, mi pasión jurídica-, y era tan inexperto como el, y tan ansioso de conocer más y mejor la vida. Además la música de Pepino de Capri, quedo ya en lo mejor de mi repertorio junto a aquellas músicas italianas, que en nuestros merenderos estivales, con bailes incluidos, nos llegaban todos los veranos, vía del festival de San Remo. He visto muchas veces esa película, quedando como una especie de compañero estudiantil de Roberto. Primera coincidencia, Trintignant estudiante de Derecho en la ficción, yo estudiante de Derecho en la realidad.
Pero es que andando el tiempo me volví a tropezar con Trintignant, compartiendo de nuevo el momento personal con el personaje interpretado. Krizstof Kieslowsi, a lo largo de 1993-1994, realizo una trilogía cinematográfica extraordinaria y de culto. Tres películas consecutivas e inolvidables a pesar de sus momentos de dureza. La trilogía de los “Tres colores”: blanco, azul y rojo, los tres colores de la bandera francesa, (y la también de la norteamericana), y basadas cada una de ellas en los ideales de la Revolución Francesa: libertad, Igualdad y fraternidad.
Bueno pues en una de ellas: Tres colores: Rojo”, vuelve a estar Jean-Lois Trintignant, y ahora en el papel de un juez francés jubilado. Comparte el papel estelar con la bellísima actriz y modelo, Irene Jacob, que nos representa a Verónica, una joven estudiante, quien tras atropellar a un perro, le salva la vida, resultando que su dueño es un juez francés. Hay un momento de la película en el que Verónica le pregunta cuál es su profesión y si era la de policía, y le contesta: “Peor, soy Juez”. Hay a lo largo de la película conversaciones entre ambos en las que el juez, le va confesando sus interioridades en su profesión: sus dudas, su conciencia, el valor de lo justo y de lo injusto, de la verdad real y de la verdad oficial, sus posibles errores… Y yo que también era juez, en activo en el momento que vi la película, me volví a identificar de nuevo con este otro personaje que desempeñaba Jean-Louis Trintignant. Segunda coincidencia con él. El Juez en la ficción, yo juez en la realidad.
Tres colores: Rojo, estuvo nominada para los premios Oscar y La Palma de Oro en Cannes. Y en esta película, cómo en cada una de las otras dos, (Blanco y Azul), el cineasta hace aparecer objetos de cada uno de esos colores respectivos como una plástica ideal. Esta última película, Rojo, termina bien para todos.
Dos coincidencias con el actor francés: estudiante de Derecho y Juez. Pero claro, el en la ficción, y yo en la realidad de mi vida. Mi familia y el Derecho han sido y son mis dos pasiones.
Hoy, en la muerte de Trintignant, le ofrezco este recuerdo, que no es más que un recuerdo mío, y coincidente con él, y que guardo en la memoria, que es, cómo nos dijo Oscar Wilde, “el diario que llevamos con nosotros a todas partes”.
Alicante 19 de Junio de 2022.