TIEMPO DE SETAS

Texto: Consuelo Jiménez de Cisneros.
Fotografías y pies de foto: Emma Romerales.

Cuando era niña, las setas significaban para mí un objeto mágico que aparecía en los cuentos infantiles con un halo de misterio. Las comía Alicia, la protagonista de una fantástica historia subterránea, y podía crecer y decrecer a su antojo. Eran las casitas de duendes y enanos, aquellos personajes que nunca supe con certeza si existían o no. Las setas cantaban en el parque holandés De Efteling y luego en la calle alicantina que desemboca como un río en la Plaza de la Montanyeta, todavía con el nombre de Calvo Sotelo.

Tuve que llegar a ser adulta para aprender que las setas se comen, se disfrutan, pero que también pueden ser un veneno mortal. Tuve que leer a Ray Bradbury para imaginar que las setas podían ser extraterrestres invasores. Y ahora, en la penúltima etapa de la vida, las setas me acompañan en la mesa casi a diario, como un manjar, que así las define mi amiga Emma, autora de estas fotografías que son un testimonio del tesoro que todavía albergan nuestros campos y nuestros bosques. Se trata de diversas setas recolectadas en la comarca de Cadalso de los Vidrios (Madrid).

Boletus estivalis (reticulatus)
Boletus estivalis en otra perspectiva
Boletus estivalis de gran tamaño
Macrolepiotas procera
Varios ejemplares de macrolepiotas procera

Macrolepiotas procera detalle

Setas de chopo (Agrocybe aegerita)
Sparasis crispa
Pleurotus ostreatus

Níscalos (lactarius deliciosus)

Amanita cesarea
Otra perspectiva de la Amanita cesarea

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