Gijón, 2020 (2ª ed.). Azor Editorial.
Nieves Viesca, a quien ya conocemos como delicada y original poetisa, nos sorprende abriendo una colección de narrativa: Azor relatos, en su tierra asturiana. El denotativo título de su libro nos da a entender que el género es el microrrelato, esta vez expandido en Diecinueve o veinte líneas. Género que llevara a su cumbre Augusto Monterroso y que ya está definitivamente instalado en nuestra cultura actual de la prisa y la interrupción constante, lo que propicia el auge del texto breve cuya calidad reside en su intensidad.
E intensidad es la palabra que mejor define esta gavilla de relatos que mezclan lo realista con lo onírico, la tierra natal con otras tierras de España, del mundo y de la imaginación, la referencia lírica (Ángel González abriendo capítulos) con la filosófica (Voltaire inaugurando proemio).
Los cuatro elementos son el eje temático en el que inserta sus relatos, donde destaca la creación léxica a base de sumar lexemas altamente significativos (Unodetantos, Cojitoverde, Cuatromástiles, Ramanegra…), derivaciones afectivas (Pececito), onomatopeyas imposibles (AnAAA, Grí-Gríí-Grííí) y muchos otros deslumbrantes recursos.
El hecho de que se trate de una reedición (ya que la primera versión publicada es de 2009 y esta aparece en 2020) marca el tesón de una autora que persiste en su búsqueda literaria jalonada de éxitos, como muestra la biobiliografía reseñada en la solapa del libro. Acabamos con la cita de María Elvira Muñiz que cierra la contraportada: «Diecinueve o veinte líneas» de microrrelatos envueltos en la calidez de un soterrado lirismo.
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