MEDEA REDIVIVA

Autora: Consuelo Jiménez de Cisneros.

Medea es aquel personaje legendario de la mitología grecolatina cuya historia narró Eurípides: ella mató a sus dos hijos para dañar al padre, Jasón, que la había abandonado.

A finales del año pasado asistimos a una reencarnación de esta espantosa tragedia que ahora se llama «violencia vicaria». Habitualmente se atribuye esta violencia al hombre, pero en esa ocasión el asesino no era el padre, sino la madre. Parece una obviedad recordar que la violencia vicaria la puede ejercer igualmente el hombre contra la mujer que la mujer contra el hombre.

Una niña de seis años es fríamente asesinada por su madre el mismo día en que debía entregarla al padre, que había logrado su custodia tras un largo calvario de cinco años de reclamaciones judiciales. «O conmigo o con nadie» dijo la asesina. La criminal Noemí no conocía el amor maternal, no conocía la historia de las dos madres de Salomón donde la verdadera madre prefiere no tener al hijo con ella antes que ocasionarle un daño.

Aquí falla estrepitosamente la Justicia. No se puede secuestrar a un niño sin que en veinticuatro horas reaccionen la fuerzas de seguridad. No se pueden admitir, una tras otra, más de veinte denuncias falsas sin que la denunciante incurra en delito y descrédito. No se puede tener ¡cinco años! en vilo a un padre y a una hija, a una familia y a un entorno humano. Un año debiera ser el plazo máximo y quizá (no estamos seguros) se habría evitado el crimen.

Y siguiendo con la Justicia, ahora veremos cuál es el castigo que recibe la criminal confesa. ¿Se buscará algún subterfugio para suavizar su condena, que de momento es la máxima? El tiempo lo dirá. Porque ese monstruo con morfología de mujer ni siquiera sufre el íntimo castigo de sentir remordimiento de conciencia.

Ilustración: cabeza de Medea por Charles Antoine Koypel. Dominio público.

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