MAESTROS DE LA COSTURA, GUIONISTAS DE LA IMPOSTURA

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Un programa blanco. Un concurso de habilidad costurera donde no hay «reality» (no vemos cómo conviven los participantes). La presentadora es agradable y elegante (y habla como es debido). El Jurado es variopinto pero respetuoso, exigente pero educado, sin las zafiedades típicas de otros oficiantes de ceremonias televisivas. Acuden personajes emblemáticos de la vida social española luciendo sus mejores galas y se rueda en exteriores que nos descubren rincones curiosos de nuestro país, siempre en torno a la moda y la costura… Demasiado bonito para ser verdad.

Tenía que haber algo que lo estropeara y ya lo hemos descubierto: los guionistas sádicos que juegan con el esfuerzo de los concursantes. Que obligan a que se vayan los mejores en vez de los peores. Lo de «darle la vuelta a la tortilla» la semana pasada fue doloroso incluso para el Jurado, que lloró a lágrima viva. Pero sobre todo, fue injusto.

Como también es injusto que, en medio de una prueba en la que no se puede perder un minuto, se distraiga a los concursantes con saludos innecesarios y, peor aún, con sugerencias caprichosas del visitante de turno. Una cosa es dar un consejo oportuno y otra obligar a rehacer una prenda ya cortada (el pantalón de Ancor) o incluso ya confeccionada (el top de Yelimar).

Sabemos que es un concurso, que se puede aceptar la eliminación por pruebas; pero es que en esa prueba final no tenían que haber participado quienes lo hicieron mejor, sino quienes lo hicieron peor. ¿Se trata de introducir el caos y el absurdo donde debiera reinar el orden y la armonía? Veremos qué pasa el lunes… si lo vemos. Porque la decepción es tan grande, que dan ganas de desengancharse.

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