JORGE JAVIER Y LA SOBERBIA

Cuando un personaje es público y vive de exponerse al público, entiendo que hay el derecho de evaluarlo. Cuando además lo que dice y hace ese personaje puede influir en otras personas debido a su tirón mediático, ese derecho podría convertirse en deber moral. Con la libertad que nos da no depender de tener buena o mala relación con ese sujeto para poder comer, nos atrevemos a escribir estas líneas para afirmar que hay momentos en los que no nos gusta nada su comportamiento en los programas televisivos que lidera. Que rechazamos los enfrentamientos que él mismo provoca con sus reacciones desmedidas. Que, si no fuera quien es: presentador estrella, y como es: autodeclarado homosexual de la izquierda burguesa, resultaría muy fácil acusarlo de machismo, pero siendo quien es y como es, cualquier crítica que se le haga podría resultar arriesgada.

Sin embargo, insistimos: J. J. es machista. Basta ver -y escuchar- cómo trata a su compañera y presunta amiga, aunque no sabemos por cuánto tiempo más, B. E., conocida como «la princesa del pueblo». Puede tratarla indignamente con absoluta impunidad mediante el desprecio y la burla, con una total falta de empatía, abusando de tener sobre ella una superioridad intelectual, por su formación académica, y emocional, por la frialdad de su temperamento. Y esto sucede sin que nadie se inmute, ni siquiera la feminista de edad madura invitada a su programa que hila tan fino en todo… menos en esto. Todos lo respetan porque lo temen: por lo visto su poder es inmenso y su altura tan excelsa que nadie lo alcanza.

En efecto, J. J. está por encima del bien y del mal gracias a su natural despejo y desparpajo y la seguridad que le otorgan su título de filólogo, su condición sexual y su posicionamiento político. Utiliza su programa para opinar de política cuando no viene al caso, haciendo gala de un sectarismo de manual. ¿Qué ocurriría si alguien opinara como él, sin dejar espacio al contrario, pero desde otra banda política? Esto solo él se lo puede permitir. Ahora critica a la Presidenta de la Comunidad de Madrid: qué casualidad, también mujer.

Concluimos. Hace bien su trabajo desde el punto de vista técnico; mal desde el punto de vista ético. Es un tipo literalmente «snob» («sine nobilitate»): rico, pero de familia modesta (algo de lo que presume cuando le conviene); nacido en Cataluña, pero no catalán, pues sus raíces son manchegas y murcianas. No sabemos si algo de esto le causa desasosiego y es la raíz del mal secreto, pero evidente, que padece: la soberbia.

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