HISTORIAS DE UNA ORQUESTA DESAFINADA. RELATOS SOBRE MALTRATO A LOS ANCIANOS de María Teresa Soy Andrade

En diciembre de 2020 y publicado por la editorial solidaria madrileña Nueva Estrella aparece este libro firmado por María Teresa Soy Andrade, doctora en Cuidados Sanitarios y Supervisora en el Hospital 12 de Octubre, que además ejerce la docencia en la Escuela Internacional de Ciencias de la Salud y en la Universidad Francisco de Vitoria. Sensibilizada con las víctimas de violencia y maltrato, les dedica una trilogía literaria que comienza con La mirada de Sara Nosly. Relatos para prevenir el maltrato infantil, prosigue con El faro de Santa Cruz. Mil destellos de esperanza para la mujer maltratada y culmina con este título que versa sobre el maltrato a las personas mayores.

El libro recoge una serie de testimonios, de forma literaturizada, acompañados de dibujos de carácter naif diseñados por la misma autora. La metáfora del instrumento desafinado pretende subrayar el dolor de las víctimas, ya que cada tipo de maltrato se asocia con un diferente instrumento musical. Al final de cada capítulo, la autora justifica la elección del instrumento relacionándolo con los distintos comportamientos y emociones. Sin duda, lo más importante del libro es su intención: la de poner al descubierto un tipo de maltrato del que se habla poco, a no ser que llegue a cotas de violencia criminal convertida en noticia de prensa. Y también recoge los destinatarios preferentes de su libro: las personas mayores. La autora recalca esto en el Epílogo, donde escribe: «Este libro testimonia historias que pueden parecerse a la tuya y en tal similitud, podrás identificar en ellas tus propios abusos».

Junto a los terribles abusos que pueden incluso acabar con la vida de sus víctimas, hay otros de carácter leve que son como la gota a la que apenas se da importancia pero que acaba horadando y haciendo mucho daño. Ese daño que se acumula y desgasta la relación personal, que debiera ser hermosa y fluida, y ataca hasta la salud, pues no cabe duda de que la tristeza baja las defensas. Son menudencias que pasan casi inadvertidas, «pequeñeces», como diría el Padre Coloma. Se trata del maltrato psicológico que consiste, por ejemplo, en no dar información de la que se dispone como una forma de despreciar y mantener en vilo a la víctima; en no responder o posponer la respuesta a mensajes y llamadas; en replicar con acritud a cualquier intervención, pregunta u opinión; en lograr que la víctima no cuente para nada a la hora de decidir cualquier plan; en esas sonrisas que nunca deberían producirse porque expresan burla; en la ausencia de muestras de cariño y el trato frío y distante; en esos largos silencios que denotan una comunicación solo funcional, para cuando algo se necesita; en reproches y críticas por todo… y así podríamos seguir enumerando.

«Las personas mayores son personas vulnerables», escribe la autora. Y eso significa que, por su situación de dependencia, no necesariamente económica, a veces solo emocional, no quieren disgustar y prefieren soportar los «microabusos». Porque por desgracia, quienes los cometen son los más próximos: los familiares y, en algunos casos, los malos cuidadores. Así lo recoge la reseña que dedica a este libro la periodista Mayka Sánchez en La Razón (9-8-2021) cuando reproduce las palabras de la autora hablando del mayor que «claudica, ya no digamos ante el maltrato físico, sino ante la marginación incluso familiar, a que no se cuente con él, a que se le trate solo por el valor de su pensión, al dolor de las mil y una sutilezas verbales o conductuales de falta de delicadeza que percibe hacia él. […] Son innumerables las formas de maltrato a los mayores que le abocan a una soledad forzosa, que le encierran en sí mismo y le causan uno de los mayores sufrimientos que puede experimentar el ser humano, máxime en la última etapa de su vida, en lo que sería cronológicamente la antesala de la muerte».

Para hacer estas afirmaciones, la autora se basa en sus experiencias personales como profesional en residencias de ancianos. En todo caso y sin necesidad de una observación profesional, es un hecho socialmente constatado que hay quienes olvidan que las personas mayores, desde que se jubilan, pierden la importancia, mayor o menor, que el trabajo les daba en su vida a nivel social e incluso económico. En la casa de los hijos y los nietos, ya no son los gestores ni los dueños, sino los visitantes y a veces los sirvientes sin sueldo, pues hay mayores consagrados al cuidado de los más pequeños, lo que puede pasar de ser un placer y una alegría a constituir una dura obligación. En definitiva, los mayores son personas con menos fuerzas físicas y emocionales a quienes a veces se les exige una dedicación o unas previsiones que no alcanzan. Hay quienes no advierten los esfuerzos de todo tipo que hacen los mayores para complacer a los hijos y nietos y solo advierten los errores o las insuficiencias. Es injusto y cruel que eso ocurra, pero desgraciadamente ocurre más de lo que pensamos. Por eso, libros como este parecen tan necesarios.

No podemos acabar esta reseña sin hacer mención de dos clases de maltrato a los mayores especialmente flagrantes y que, sin embargo, muchas veces pasan desapercibidos e incluso están tolerados por las leyes, cuando éstas son utilizadas torticeramente en contra del anciano. Hablamos de los procesos de incapacitación de los mayores promovidos por sus hijos, de los que leemos a veces en la prensa relativos a personas famosas, pero que también suceden entre personas anónimas. Y finalmente, hay que mencionar los ingresos en residencias cuando se trata de ingresos no deseados por los mayores, cuando se hacen solo por egoísmo y pereza, para evitar cuidar a quien ha cuidado y dar algo a quien lo ha dado todo. Porque no solo cuidados, sino también afecto es lo que los seres humanos necesitan recibir en una etapa tan delicada de su vida como es el final. Afortunadamente, son muchas las familias y las buenas personas que todavía se ocupan de sus mayores en los hogares cuando las circunstancias lo permiten. «Mi madre ha muerto en su el jardín de su casa, como ella habría querido», oí decir hace poco a una amiga. Acabemos con esta referencia que nos ensancha el corazón y procuremos olvidar la tristeza de otras historias que nunca debieran haber sucedido.

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