EL 1 DE MAYO EN EL TEATRO. CRÓNICAS DEL MARINERO JOAQUÍN DICENTA

Autor: Miguel A. Moreta-Lara.

Aragonés de nacimiento y alicantino de adopción, Joaquín Dicenta ha pasado a la historia de la literatura por una obra emblemática del teatro social: «Juan José», estrenada en 1895 en el Teatro de la Comedia de Madrid. Esta obra se tomó desde su estreno como como símbolo de las reivindicaciones obreras y por ello ha sido representada a lo largo de los años en numerosos teatros españoles el 1 de mayo, Día del Trabajo. Una circunstancia que se recoge, entre otras muchas curiosidades sobre la vida y obra de este autor, en el siguiente artículo.

La ciudad no se tambalea; firme se yergue en sus cimientos pétreos, recortando sobre la atmósfera las líneas de sus iglesias y de sus palacios, de sus conventos y de sus almacenes, de sus Bolsas y sus Bancos, donde se cotiza y guarda el oro que amasan, para los ricos de Bilbao, los obreros de la fundición y de la mina, de la fábrica y del taller, de la campiña y de la mar […]. Tengan cuidado con el porvenir quienes explotan hoy Bilbao, convirtiéndola en inquisición de proletarios, en feudo insolente de jesuitas y plutócratas” (pp. 12-14). Esta estampa y esta amenazante advertencia pertenecen al comienzo de Mares de España, que es una muy entretenida (y diversa) recolección de semblanzas, artículos, recuerdos y crónicas presuntamente redactados a bordo del vapor Felisa y publicados en 1913. Nada tiene de extraño que la visión del humoso Bilbao de principios del siglo XX suscite tan crítica reflexión1 en un personaje como Joaquín Dicenta Benedicto (1863-1917), dramaturgo, periodista, letrista de zarzuelas, poeta y narrador, que hizo de la conciencia social una de las señas de identidad de todos sus escritos.

Joaquín Dicenta, nacido en Calatayud y bautizado en Vitoria, hijo de un teniente coronel, desde muy joven desarrolló un carácter tabernario y una propensión irremediable hacia la dipsomanía y el mujerío. Estudió el bachillerato en Alicante, ciudad a la que regresaría para morir. Ingresó en la Academia de Artillería de Segovia (1877-1878), de donde fue expulsado. Comenzó a estudiar Derecho y Medicina en Madrid (1879-1881), pero abandonó al poco tiempo, ganado ya para la mala vida, la bohemia y la literatura. Aunque se había casado en 1888 con María Purificación Orduña y Zarauz, convivió con la bailaora gitana Amparito de Triana, tuvo dos hijos (Joaquín y Fernando) con Resurrección Alonso -cantante del Real- y otro (Manuel) con la actriz Consuelo Badillo. Así pues, purificado, amparado, resucitado y consolado, querido y odiado por propios y ajenos, fue el líder indiscutible -junto a su amigo Alejandro Sawa- de la bohemia española en los alrededores del siglo XX. Y en eso estaba cuando le alcanzó el triunfo fulgurante con el estreno de su obra Juan José2, el 29 de octubre de 1895, en el Teatro de la Comedia de Madrid, representándose sin interrupción durante 150 días: la juventud radical la tomó como bandera y, en torno a su persona y su actividad como periodista3, se aglutinó la autoproclamada Nueva Gente, ávida de reformas y de cambios más o menos revolucionarios.

Pero volvamos a Mares de España que es, en realidad, la crónica de un viaje medicinal. Al comienzo de la primera parte (“Mares de estío”), confiesa el autor: “Quiero vivir unos meses en paz, lejos de conocidos, de mujeres, de familia, de todo”. También en el inicio de la segunda parte (“Mares de invierno”) descubre su “necesidad de vivir aislado, dando la espalda a los hombres. Estos baños de soledad son muy beneficiosos. Con ellos se limpia uno el alma de costras”. Aunque hay notables incursiones en las descripciones del mar (del tormentoso4, sobre todo: el espectáculo del mar y de la naturaleza salvajes es tema recurrente), el grueso de este volumen es, podría decirse, de literatura portuaria, ya que las escalas de este singular crucero son los puertos de carga y descarga del vapor Felisa, de Bilbao a Barcelona (Santander, Gijón, Villagarcía, Marín, Vigo, Cádiz, Málaga, Motril, Torrevieja, Alicante, Valencia…), escalas que Dicenta aprovecha para describir los enclaves o adentrarse en tierra para visitar a sus amigos artistas y literatos.

Uno de los capítulos más curiosos es el titulado “Comuniones espirituales” (pp. 27-34), dedicado a la escala que hace el Felisa en Santander. Tras el elogio de la villa y un ácido comentario sobre el regalo de un palacio veraniego de la ciudad al rey Alfonso XIII, Dicenta gira visita a un conjunto de sugestivos personajes, entre ellos los artistas teatrales María Guerrero y Fernando Mendoza5, para apuntar que después de ellos el Teatro Español de Madrid ha pasado de ser catedral del teatro a convertirse “en incubadora de presuntos, en puesto de cata, en ropavejería comedil”. Luego de entrevistarse con el “bravo republicano” Estrañi6, acude a conversar con el gran don Benito Pérez Galdós. Sin pelos en la pluma, Dicenta acaba el artículo con este párrafo:

Vamos al Felisa. Sería muy triste, tras comulgar con dos grandes actores, con un gran periodista y con un genio literario, tener que habérselas con actorcillos hueros, con periodistas mercenarios y con literatos sin médula (p. 34).

El mundo de los niños siempre atrae la preocupación del escritor. En una de estas crónicas relata la visita al Sanatorio de la Pedrosa, en Santander, donde se reponen 200 niños pobres y enfermos, acogidos y educados bajo la supervisión del maestro nacional de la Institución Libre de Enseñanza Álvaro González Rivas, subdirector de la colonia7. En otra (“Mi amigo el grumete”, pp. 75-81), al arribar el Felisa a Motril para cargar azúcar, el cronista, ante la visión del habla y del atuendo de los estibadores, evoca a los combativos moriscos alpujarreños; después, en charla con el grumete Victoriano, se rinde enternecido ante la terca pelea por la existencia del muchacho:

-Tus pretensiones, ¿cuáles son, Victoriano?

-¿Mis pretensiones, don Joaquín? Hacerme piloto y mandar un barco y andar por el agua, hasta que el agua se me trague o pueda retirarme con unos billetes del Banco en la cartera y una pipa de espuma de mar, con boquilla de ámbar, en la boca.

-Alto picas.

-Ello no me quita de picar la bomba a su punto. Lo que le dije. Hay tiempo para todo; los días son largos. En la mar pónese el sol más tarde que en la tierra.

-¿De manera que capitán?

-¡A ver! No siempre va a ser grumete un hombre. A mí el tesón no fáltame. Con un cabo que me echen, estoy en puerto, créalo.   […]

-¡Ojalá -digo, golpeando afectuosamente el hombro del grumete- esas esperanzas se cumplan!

-¿Por qué no? -responde-. Seré capitán. Lo seré, porque quiero serlo.

Dicenta dedica a Málaga la bella dos crónicas. En la primera, tras hacer el elogio de los entonces muy leídos novelistas de la tierra (Arturo Reyes y González Anaya), el periodista se fija en los muelles de la ciudad: hay una huelga de estibadores que piden jornales de 7’50 en lugar de las 6 pesetas que cobran ahora. También en el puerto malagueño se representa otra amarga circunstancia; un vapor-correo va a zarpar rumbo a América con 600 emigrantes, tristes y desharrapados: “Una música suena, entonando aires populares […]. No tendrán los emigrantes queja. La patria no les da pan, pero les da un concierto”.

La segunda crónica recoge una visita de invierno (quizá a principios de febrero de 1912), en una Málaga lluviosa y con el Guadalmedina desbordado. La estancia es eminentemente literaria: asiste a una función de Hamlet protagonizada por Paco Fuentes8, disfruta de una velada en la Academia de Díaz de Escovar9, y pasa el día, la noche y la madrugada en casa de su amigo Arturo Reyes y su hijo Adolfo10, leyéndose mutuamente sus últimos escritos. Dicenta venía escribiendo a bordo estas crónicas, y también rematando la novela Los bárbaros (Madrid, Renacimiento, 1912), así como el drama Sobrevivirse (Madrid, Los Contemporáneos 254, 1913). Y Arturo Reyes acaba de publicar De mis parrales. Cuentos andaluces (Málaga, Tipografía Zambrana Hermanos, 1911), que -afirma Dicenta- “es un brillantísimo espejo donde Reyes refleja el alma del pueblo malagueño”.

Gaditana”11 (pp. 91-98) es el título de unas páginas que retratan a Dicenta por entero. El amor por la tierra andaluza12 lo expresa con la consabida retórica, así como el elogio de la bailarina gaditana, para terminar con una rápida y enaltecida semblanza de Fermín Salvochea13, el apóstol de la anarquía. Pero unas páginas antes, a Dicenta, al evocar la juerga y el vino de Sanlúcar, le llega la hora de la confesión y el arrepentimiento:

¡Malditas embriagueces que gastaron mi cuerpo y enloquecieron mi razón, haciéndome esclavo del vicio, metiéndolo dentro de mí con tal fuerza y tan hondo, que hoy arrancarlo es bárbara tarea que realizo solitario, perdido, o a punto de perderse, afectos que pudieron ser base y felicidad de mi vida…!

Las mujeres no dejan de estar muy presentes en estos relatos de la mar y de los puertos. El procedimiento que utiliza siempre es el mismo: una subida al cielo de la descripción retórica e idealista, seguida de una bajada al suelo de la realidad Así, el retrato de una bella batelera en Pasajes, “la aldehuela donostiarra”, de la que hace un muy modernista y praxitélico (el adjetivo es de Dicenta) dibujo: “Se unen al trazo pagano de la línea palideces enfermizas de misticismo, melancolías de virgen medieval” (p. 23). Pero, a continuación, arremete contra las señoritas del Casino donostiarra y la hermosa, virginal y divina batelera de Pasajes “ahora rema de sol a sol para ganar su pan”. O la ya aludida bailaora gaditana, evocada como una sensual bailarina que tanta expectación levantaba en la Roma clásica: “[…] pero la hembra gadexiana subsiste […]”. O el capítulo dedicado a la cadena de mujeres cargadoras de carbón, “del muelle a las bodegas y de las bodegas al muelle”, mujeres que parecen esclavas etíopes, pero proceden estas mujeres de la tierra cántabra: mocetonas robustas, chicuelas anémicas y viejas rugosas… Cadena de explotación y miseria, de envilecimiento y martirio, sostiene Dicenta.

Mares de España es un libro bien marinero que habla de quien ha luchado por la vida, contra el mar, al pairo de la niebla, ha sorteado tormentas, ha recorrido la costa de la muerte (denunciando el pésimo estado de las señalizaciones de esa costa asesina erizada de bajos frente al cabo Corrubedo, los Meixidos, Montelouro, Toviñana, La Muñiz, Lobeira Chica, los Mesos…), ha contemplado en la ría de Arousa una escuadra inglesa de 25 acorazados y cruceros (él denigra estos monstruos de hierro para enarbolar la bandera del Amor), ha atravesado el mar azul, un mar de progreso y de amor, que es el Mediterráneo, donde el alma griega se lanzó a civilizar el mundo (pero el escritor vuelve los ojos a la costa rifeña, “donde se hace correr sangre española en una guerra imbécil”) y un día, ante el espectáculo de un Atlántico gris y salvaje, se dice (p. 140): “Más vale caer a golpe de ola y ser devorado por monstruos marinos, que ir acabando, poco a poco, roído por bichos de dos pies” (o “ratas de dos patas”, que dijo luego Juanita la del Barrio).

Vuelvo al principio, porque no debo olvidar que un personaje muy principal de estas historias ya viene anunciado en la dedicatoria (“A los armadores y al capitán del “Felisa” don Luis Barrosa, en testimonio de sincera amistad”). Me refiero al vapor Felisa, que fue construido en los astilleros de la Compañía Trasatlántica y entregado el 20 de mayo de 1898 a la casa armadora Melitón González y Cía. Recorrió durante 18 años las costas de España y Portugal. Estuvo a punto de hundirse en octubre de 1909 cuando, a causa de la niebla, quedó embarrancado en las rocas de Punta Redonda, frente a Mugardos, pero pudo ser reflotado por los vapores Finisterre, Camelle y Villano el 13 de noviembre de 1909. El destino no le deparó una vida muy larga: en un viaje de Bilbao a Cardiff con mineral de hierro el 28 de noviembre de 1916 fue hundido cerca de Ushant por el submarino alemán UB 18, comandado por Claus Lafrenz.

Vapor Felisa. Lugar y fecha indeterminados. Colección José Ángel del Río Pellón.

Apéndice

A fin de aligerar las notas a pie de página, me he permito traer aquí algunas brevísimas indicaciones bibliográficas.

  • Un buen acercamiento crítico es el artículo de Javier Barreiro “150 aniversario de Joaquín Dicenta. Dicenta y sus críticos”, que puede leerse aquí: https://javierbarreiro.wordpress.com/2013/01/30/150-aniversario-de-joaquin-dicenta-dicenta-y-sus-criticos/
  • Una bibliografía de y sobre Joaquín Dicenta, debido al mismo autor, Javier Barreiro, muy útil para acercarse a esta figura hoy todavía en recuperación, puede consultarse en: https://javierbarreiro.wordpress.com/2012/04/07/joaquin-dicenta/
  • Javier Barreiro (2001): Cruces de bohemia. Vidal y Planas, Noel, Retana, Gálvez, Dicenta y Barrantes, Zaragoza, Una-Luna.
  • Jaime Mas Ferrer (1978): Vida, teatro y mito de Joaquín Dicenta, Alicante, Instituto de Estudios Alicantinos.
  • El semanario Germinal, dirigido por Dicenta y sus amigos, jugó un papel muy importante en la toma de conciencia socialista de sus muchos lectores, según lo ha estudiado Rafel Pérez de la Dehesa (1970): El grupo “Germinal”: una clave del 98, Madrid, Taurus.
  • Que las mujeres fueron muy importantes en la vida y obra de Dicenta es sabido: José Ramón Trujillo aborda el tema en su artículo “Retratos de mujer en la obra de Joaquín Dicenta”, en Creneida. Anuario de Literaturas Hispánicas 3 (2015), Universidad de Córdoba, pp. 115-149, y se puede consultar en la red: http://www.uco.es/ucopress/images/ojs/creneida/num03/creneida_03.pdf
  • Rebeldía (Barcelona, E. Domenech, 1910) es una novela en la que Dicenta contrasta una serie de mujeres: la pescadora Juana la Cantora (con su enamorado el patrón Güiro) y las hermanas Julia y Dolores (con sus acompañantes el pintor Alberto y el violinista Enrique) frente a la ricachona Gertrudis (y su corte de cursis señoritos). En realidad, el relato es un idilio campestre y marino, con muchas alusiones al mundo clásico, y una recreación romántica del paisaje, con una tesis de fondo (defensa del amor extramatrimonial).
  • El éxito de Juan José fue tal que incluso se publicó una refundición del drama en un extenso folletín por entregas, firmado por Antonio Asensio (seudónimo). Véase Pilar Bellido (1986): “Un éxito popular del teatro a la novela: Juan José de Joaquín Dicenta”, en Literatura popular y proletaria, Universidad de Sevilla, pp. 155-172.
  • Los verdaderos leaders de la Bohemia española serían, además de las sombras de Alejandro Sawa, Manolo Paso y Rafael Delorme, los poetas inspirados Joaquín Dicenta, Emilio Carrere, Edmundo González-Blanco, Mariano de Cavia, Villaespesa y el admirable Antonio Palomero” [Ernesto Bark (1913): La Santa Bohemia (recuerdos bohemios), Madrid, Biblioteca Germinal, Editorial Coop. H. de Autores, p. 16]. Muy recomendables son también: Clara Lida (1970): “Literatura anarquista y anarquismo literario”, en Nueva Revista de Filología Española XIX, pp. 360-381; e Iris M. Zavala (1974): Fin de siglo: modernismo, 98 y bohemia, Madrid, Cuadernos para el Diálogo, Los Suplementos 54.
  • Para saber más de Arturo Reyes, véase Cristóbal Cuevas García (1974): Arturo Reyes. Su vida y su obra, Málaga, Caja de Ahorros Provincial/CSIC, 2 vol.; Cristóbal Cuevas García [dir. y ed.] (2002): Diccionario de escritores de Málaga y su provincia, Madrid, Castalia, pp. 775-785; y también el blog de María José Sánchez Reyes, Archivo Arturo y Adolfo Reyes [http://archivoreyes.blogspot.com/]
  • Más detalles sobre el Felisa en el blog de Vicente Luis Sanahuja Albiñana, Vida Marítima [https://vidamaritima.com/], de donde tomo la foto.

1 Pero no hay que asustarse: a pesar de su radicalidad aparente, en el fondo Dicenta siempre es reformista y amable, y en el capítulo titulado “Obreros y patronos”, ante el enfrentamiento violento entre ambas clases, abogará por el entendimiento y la paz.

2 Aunque actualmente está en revisión el juicio crítico sobre esta pieza, largo tiempo considerada como el germen del drama social en España, y se tiende a considerarla como una obra de amor y celos más individualista que social, lo que está fuera de toda disputa es el imparable éxito de que gozó esta obra, solo superado por el Don Juan Tenorio (1844) de José Zorrilla. Asociaciones, sindicatos y partidos obreros la pusieron de moda, haciéndola representar cada 1 de mayo. Hasta 1939 se había representado en más de 100.000 ocasiones. La plana mayor de los intelectuales del momento la elogiaron, por ejemplo, Unamuno: “No es bueno por tener tesis socialista, sino que tiene tesis socialista por ser bueno” (“Juan José”, en La lucha de clases, 7 de diciembre de 1895). Crítico con el mundo sentimental de Dicenta es el siempre perspicaz Corpus Barga: “¿Cuál ha sido el mejor drama echegarayesco español? Juan José de Dicenta” (“A propósito de una Judit, o los clásicos y los románticos”, en El Sol, 3 de noviembre de 1922).

3 Dicenta, un compulsivo colaborador periodístico, dirigió Democracia social (1895), ayudado por -entre otros- Ernesto Bark, Rafael Delorme, Manuel Paso, Miguel Sawa y Eduardo Zamacois. Después de dirigir El Radical, pasó a fundar y dirigir el semanario Germinal (30 de abril de 1897), en cuya redacción le acompañaban, aparte de los antes mencionados, otros conocidos intelectuales: Nicolás Salmerón, Valle-Inclán, Benavente, Felipe Trigo, González Anaya, Rusiñol, Blasco Ibáñez… A partir del 18 de octubre de 1897, Dicenta pasó a la dirección de El País, donde continuó con su prédica de reformas políticas y sociales.

4 Otra obra marinera de Dicenta es Galerna, una interesante novela corta localizada en Cantabria, de intenso asunto social, que incluye un dramático naufragio. Véase Joaquín Dicenta (s/f., ¿1912?), Galerna (novelas cortas), Madrid, Renacimiento. Antes fue publicada en El Cuento Semanal nº 92, Madrid, 1908.

5 Ambos (actriz ella, director él y empresarios los dos), María Ana de Jesús Guerrero Torija (1867-1928) y su marido el aristócrata Fernando Díaz de Mendoza y Aguado (1862-1930), llenan todo un glorioso período del teatro español. Su hijo, también actor, Luis Fernando Díaz de Mendoza y Guerrero (1897-1942), que fue el padre extramatrimonial del grandísimo actor Fernando Fernán Gómez (1921-2007), murió al ser torpedeado por un submarino alemán el buque Monte Gorbea en el que viajaba de Buenos Aires a Bilbao (27/09/1942).

6 El díscolo y conocido periodista José Estrañi y Grau (1840-1919) fue el director, desde su fundación hasta su muerte, del más importante periódico de Santander de su época, El Cantábrico (1895-1937). Véase José Simón Cabarga (1982): Historia de la prensa santanderina, Centro de Estudios Montañeses, Diputación Regional de Cantabria, pp. 236-242. Puede consultarse aquí: http://centrodeestudiosmontaneses.com/wp-content/uploads/DOC_CEM/BIBLIOTECA/EDICION_CEM/historia_de_la_prensa_santanderina_1982.pdf

7 Cuando Joaquín Dicenta fue elegido concejal por el distrito de La Latina en Madrid (1909-1912), en la candidatura republicano-socialista, redactó un Informe sobre reorganización de la enseñanza municipal de Madrid, 1910.

8 El andaluz Francisco Fuentes (1872-1934) fue uno de los grandes actores y directores del resurgimiento del teatro clásico español, a pesar de su figura nada esbelta y de una voz bronca.

9 El reconocido polígrafo (jurista, poeta, escritor, investigador, coplero, bibliófilo…) Narciso Díaz de Escovar (1860-1935) fundó en 1886 la Real Academia de Declamación, Música y Bellas Artes de Málaga, por donde habrían de pasar actrices de la talla de Rosario Pino (1871-1933) y actores como José Tallaví Villalobos (1876-1916) o Emilio Thuillier y Marín (1868-1940).

10 El periodista y escritor malagueño Arturo Reyes Aguilar (1863-1913) tuvo un notable éxito con sus novelas Cartucherita (1897) y El lagar de la Viñuela (1897). Su hijo Adolfo Reyes (1890-1968) es autor de unos estimables Ensayos moriscos (1936).

11 Le podemos poner fecha a estas páginas. La Correspondencia (13/01/1912) anunciaba: “Cádiz. Mañana, en el vapor Felisa llegará el señor Dicenta […]”.

12 “En esta Andalucía, donde Granada y Córdoba son árabes sultanas, recluidas en su Alhambra de encaje y en su mezquita, con troncos y hojas de palmera labrada; donde Jaén es la campesina robusta; Huelva y Almería, las tiznadas y valientes mineras; Málaga, la playera ternejal y rumbosa; Sevilla, la gitana, toda gracia y pasión; Cádiz es la dama cortés, maestra en patricia urbanidad” (p. 91).

13 El gaditano Fermín Salvochea y Álvarez (1842-1907), de origen burgués, educado en Inglaterra, republicano utopista y ateo, alcalde de Cádiz durante la I República, tras largos años de cárceles y exilio, derivaría hacia el anarquismo.

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