DE LA ORZA AL DISCOVERY. UNA HISTORIA DE LA CERÁMICA

Belén de la Casa de Cultura de Crevillent (Alicante)

Autora: Mati Zamorano.

Diciembre es el mes en que las figuritas de barro de los Belenes ocupan todavía los rincones favoritos de nuestros hogares. Cierto que en los últimos años se han hecho de plástico y otros materiales, pero el clásico belén de barro cocido continúa vigente como una forma de expresión artístico-religiosa que nos sigue acompañando. La artista ceramista Mati Zamorano nos ofrece en el siguiente texto, que procede de sus conferencias divulgativas, una completa y asequible historia de la cerámica.

Vivimos rodeados de cerámica en múltiples soportes y aplicaciones, pero ¿qué es la cerámica? Desde un punto de vista químico hablamos de materiales orgánicos e inorgánicos, que mezclados en las proporciones adecuadas, nos dan unas pastas llamadas arcillas que son moldeables y que para recibir el nombre de cerámica deben estar cocidas. El proceso básico sería el que hacemos mezclando tierra y agua y modelando la pasta resultante. Una vez que la hemos dado forma, modelando o torneando, coceremos el objeto a altas temperaturas en un horno o una mufla. En ocasiones los objetos cerámicos que hemos obtenido están cubiertos con una capa decorativa, impermeable, que se aplica como una pintura y que se llama esmalte o vidriado.

El término «cerámica» viene de la palabra griega “kéramos” o arcilla cocida; y el término «alfarería» viene del árabe “fahar”: barro. Si nos acercamos a la cerámica desde el punto de vista de su evolución e historia nos remontaremos a su origen; este se remonta muy atrás en la historia de la Humanidad. Ya en el Paleolítico (entre 3.000.000 y 9.000 años a. C.), en la llamada «edad de las cavernas», el hombre primitivo modelaba pequeñas figuritas. Pero la cerámica tiene su mayor desarrollo en el Neolitico (entre 9.000 y 3.000 años a.C.), que trajo avances como la sedentarización de las tribus antes nómadas, la domesticación de las plantas o agricultura y la de los animales o ganadería.

La cerámica fue, según muchos arqueólogos, la primera de las actividades artísticas de la Humanidad. Y fue descubierta, no inventada, por los hombres del Mesolítico, un periodo de tiempo impreciso entre Paleolítico y Neolítico, y ello de una manera completamente casual. Se cree que el descubrimiento de las aplicaciones de la arcilla cocida surgió el día en que, seguramente una mujer, arrojó al fuego un canasto de hierbas y juncos que había recubierto con barro para acarrear agua mas fácilmente. El fuego hizo su trabajo y descubrieron que el barro se había convertido en un material duro, decorado con las impresiones de las fibras del cesto. No es hasta unos miles de años más tarde cuando, una vez que los grupos humanos se han sedentarizado, aparecen en India y Mesopotamia comunidades que ya cuecen losetas y tejas. Será en Mesopotamia donde se inventarían útiles como el torno y el horno alrededor de 3.400 años a.C.

En Mesopotamia, allí donde se fabricaron las primeras losetas y donde se sucedieron culturas tan importantes como la sumeria, la acadia o la babilónica, nos encontramos con obras de arte tan hermosas como la puerta de Ishtar, cuyos restos se encuentran en el Museo de Pérgamo en Berlín y en otros museos repartidos por el mundo. La Puerta de Ishtar era originalmente una de las 8 puertas monumentales (14 metros de altura por 10 de ancho) de la muralla interior de Babilonia. Fue construida en el año 575 a.C. por Nabucodonosor II.
Si nos desplazamos hacia el este, siguiendo el recorrido de la cultura neolítica, la cerámica ha tenido, tradicionalmente, en Asia uno de sus centros principales, tanto en el aspecto técnico como en el estético.

En Corea se había desarrollado una exquisita cerámica y se habían mejorado mucho los procesos técnicos. Fueron los coreanos los inventores de los hornos de mufla, en los que las piezas no están en contacto con el fuego. Los chinos, tras invadir el país, obligaron a los ceramistas coreanos a instalarse en China para trabajar y enseñar sus técnicas. Y allí encontramos uno de los centros de producción más importantes históricamente. Entre 6.500-5.500 a. C. y a lo largo de la cuenca del río Amarillo, se produjo una rica variedad de piezas trabajadas con distintas técnicas. Se aprecia en estas obras una elegancia de formas y una delicadeza en los acabados y las decoraciones que nos dan ya la pauta de la gran influencia que tendrá posteriormente la cerámica china, destacando en la creación de bellísimos esmaltes y en el desarrollo de la porcelana. Todos conocemos la grandiosidad del yacimiento de Xian, con los 7.000 soldados de terracota del emperador Quin Shi Huang, datados en el 210 a.C.

En Japón, que también fue receptor del arte y la técnica de los ceramistas y alfareros coreanos, cabe destacar el arte Jomón, que en la era Neolítica, entre el 8.000 y el 300 a.C. resulta enormemente sorprendente por la riqueza ornamental de sus objetos de alfarería. Los japoneses fueron también los inventores del RAKU: técnica en la que se produce una rápida reducción de las piezas que altera los esmaltes fundidos.

Por cercanía en nuestro recorrido geográfico tendríamos que hablar de la cerámica australiana… pero no la hubo. Australia estaba poblada por los llamados “aborígenes” desde unos 60.000 años antes de la llegada de los ingleses en 1770. Dado el estilo de vida de los nativos que eran cazadores y recolectores nómadas, no desarrollaron la cerámica y resolvieron el almacenaje y el transporte en base a cortezas, fibras vegetales y otros materiales ligeros; en cambio, desarrollaron un estilo único en pintura.

Si nos dirigimos al continente americano, siguiendo la llegada del homo sapiens desde Asia y su distribución por el continente, todos hemos oído hablar de las numerosas culturas precolombinas. América del Norte, poblada por gente que cruzó desde Siberia durante la Edad de Hielo, buscando nuevas fuentes de alimento, tiene, a su vez numerosas y variadas culturas que han dejado hermosas muestras de su habilidad. Una de las más importantes fue la Anasazi, con sus descendientes: las tribus zuñi, pueblo hopi. En América la cerámica mantuvo unas características especiales hasta la llegada de los españoles: no se utilizaba el torno y no se esmaltaba las obras, siendo frecuente, en cambio el acabado bruñido. Los restos de cerámica más antiguos hallados allí aparecieron en la parte inferior de la cuenca del Amazonas,  en la Caverna de Pedra Pintada, cerca de Santarém, Brasil, zona en la que se hallaron numerosos restos que tienen de 7.500 a 5.000 años. Sería objeto de un estudio profundizar en la enorme variedad y riqueza de las culturas autóctonas americanas antes de la llegada de los españoles al sur de América.

El continente africano, origen del homo sapiens y lugar desde el que este se distribuyó por toda la Tierra, cuenta con muestras encontradas que se remontan al siglo VI a.C. En África hay una muy extendida cultura del barro y la arcilla en su manifestación más arquitectónica. La variedad de culturas africanas hace difícil extenderse en el tema, pero destacan como focos de buena producción alfarera Ghana, Nigeria, Camerún, Uganda y Argelia. No podemos olvidar la cerámica egipcia, lugar donde se produjo por primera vez un vidriado y donde ya se utilizaba el torno alfarero desde el 2600 a.C.

Y llegamos a Europa. Aunque el descubrimiento y el desarrollo de la cerámica se circunscribe al Mesolítico y Neolítico, el uso de la arcilla se remonta al Paleolítico Superior. Aquellos primeros cacharros, creados a partir de un rollo de tierra arcillosa, eran de una gran sencillez. Y también lo eran las pequeñas estatuillas que se modelaban con fines mágicos y religiosos. Desde el Mesolítico se van desarrollando diversas culturas por todo el territorio europeo, que nos han dejado una amplia muestra de figurillas femeninas, seguramente unidas a ritos de fertilidad, tanto de la tierra como humana. Cabe destacar las culturas de La Tene, en los Alpes franceses y Hallstat (Austria) entre 1200 y 500 a.C.

La península ibérica, especialmente el litoral mediterráneo, que estuvo en el área de producción de la llamada cerámica cardial, del cardium edule o berberecho, tiene muy buenas muestras de distintos momentos de evolución técnica y es de destacar la sencilla belleza de esas piezas utilitarias, realizadas a mano y casi sin herramientas. Entre el siglo VII a. C y la llegada de los romanos a Iberia y gracias a la influencia de los fenicios ya se utilizaba el torno de alfarero y se trabajaba de una forma bastante similar a como lo hacemos hoy en día, cociendo sus piezas en horno a 950 grados aproximadamente. En la España ibera destacan varias zonas geográficas con sus peculiaridades y estilos: región de Murcia, valle del Ebro, alta Alcudia, Castellón y Alicante.

Entre los siglos VII Y II a.C. la cultura griega se expandió por el Mediterráneo. Los griegos realizaban algunas de las cerámicas más bellas que se producían en aquel tiempo, con una perfección técnica admirable. La búsqueda del ideal estético, de la proporción y el equilibrio y el interés en la figura humana les llevó a una gran perfección en el dibujo como es patente en las obras que nos han llegado. Es de admirar su habilidad para mantener y controlar la temperatura y la atmósfera de los hornos sin ninguna de las herramientas de que disponemos hoy en día, teniendo en cuenta que los colores de las piezas dependían de la alternancia de atmósfera oxidante y reductora en momentos muy concretos de la cocción. En Grecia los talleres colaboraban con los pintores, el alfarero preparaba la pieza y era un pintor especialista el que la decoraba, y frecuentemente firmaba su trabajo e incluso lo hacía el alfarero. El pintor más antiguo conocido es Sophilos que realizó su obra entre el 580 y el 570 a.C.

En este resumen inevitablemente tenemos que dejar a un lado numerosas culturas, entre ellas la etrusca, antecesora de la cultura romana. La civilización romana dejó su impronta en la lengua, las leyes, las costumbres y usos y las artes en los territorios que formaron parte del Imperio -Europa, el norte de Africa y el medio oriente-. La cerámica romana es difícil de definir, puesto que desde su inicio en el siglo IV a. C hasta su declive como civilización en la baja Edad Media transcurrieron más de 1000 años. Y si le sumamos el enorme espacio geográfico que ocupó, se entiende la complejidad del tema. Inevitablemente las formas originales nacidas en la ciudad de Roma sufrieron en el transcurso del tiempo las influencias culturales de todos los territorios ocupados, dando así lugar a una amplia variedad de objetos cerámicos.

En cualquier caso es innegable lo mucho que Roma influyó en la unificación de estilos y en la implantación de la producción industrializada para abastecer la gran demanda. Y su expansión fue posible gracias a la extensa red de vías terrestres y marítimas que creó. Dada la enorme importancia del comercio marítimo para la economía de Roma, la variedad y gran producción de ánforas para almacenamiento de vino, pescado, olivas y aceite ha hecho que hayan llegado hasta nosotros numerosos restos.

Entre la gran producción romana de cerámica cabe destacar elementos como las lucernas, piezas utilitarias destinadas a la iluminación que se producían en grandes cantidades y que son un excelente testigo de la vida cotidiana, pues solían adornarse con escenas y motivos populares o con mitología. A los romanos les debemos también la fabricación y el uso de la teja romana que, con algunas modificaciones ligeras, sigue utilizándose hoy.

Y finalmente cabe destacar la TERRA SIGILATA, la hermosa cerámica con decoración en relieve que se produjo entre el siglo I a.C hasta finales del siglo IV d.C. Estas piezas reciben su nombre de los sellos de los talleres que las fabricaban, «tierra sellada» sería la traducción. El hallazgo de estas cerámicas es una fuente de información sobre influencias comerciales, vías y transportes, corrientes artísticas y otros datos de interés sociológico e histórico.

Con la caída del Imperio Romano, Europa entra en la Edad Media, que abarca del siglo V al XV. Es este tiempo de castillos y fronteras, de inestabilidad y profunda religiosidad y de progreso laborioso en las técnicas y los procesos mecánicos. La cerámica toma en este tiempo un carácter marcadamente utilitario, cediendo muchas veces la belleza a la practicidad. Centrándonos en España, observamos como aquí se deja sentir la influencia de los musulmanes de Al-Andalus, donde florece una civilización amante de la belleza que nos ha dejado hermosos ejemplos de su habilidad y maestría. Especialmente en el litoral mediterráneo se ubicaron un alto número de hornos cerámicos.

Los adelantos técnicos que introdujeron los árabes fueron utilizados por los alfareros moriscos, que especialmente en Levante comenzaron a producir loza cubierta con esmalte de estaño y decorada con óxido de cobre y de manganeso. Si bien se produce este tipo de cerámica en otros puntos de España, es en Paterna y Manises donde se producen los mejores ejemplares conservados. Con el tiempo las piezas allí fabricadas se convierten en objetos de lujo y son uno de los primeros productos de exportación de cerámica española. En la decoración se aprecia la influencia mudéjar, aquellos musulmanes que permanecieron en tierra cristiana. Unas piezas, producidas especialmente en nuestra región y Aragón son los «socarrats!, placas cuadradas decoradas en tonos terrosos y negros, destinadas a decorar los techos y aleros con el fin de ahorrar en maderas.

España es un país rico en manufacturas cerámicas, con mucha diversidad de estilos y acabados en función de su origen. A partir de 1500 en Talavera de la Reina (Toledo) se desarrolló uno de nuestros centros de producción más famosos internacionalmente, cuando con la llegada de Jan Floris, un ceramista de Flandes, se comenzó a fabricar copiando las técnicas de Delft (Holanda). Talavera fue exportadora de cerámica a todo el mundo. En Méjico incluso dio nombre a la talavera poblana, una mayólica producida en Puebla y que ha mantenido el colorido y los motivos españoles enriquecidos con la creatividad mejicana. Talavera de la Reina empieza a decaer a la par que en el XVIII cobra importancia la cerámica producida en Alcora (Castellón), cuando el Conde de Aranda crea la real fábrica de Cerámica en 1727.

Otro foco importante en la fabricación de cerámica fue Sevilla, especialmente el barrio de Triana. En un principio allí se produjo cuerda seca y cerámica de arista, técnicas netamente musulmanas. A comienzos del siglo XVI un italiano realiza el altar de la Visitación en los Reales Alcazares y enseña su arte a artesanos locales; su nombre era Niculoso Pisano. En 1838 el inglés Charles Pickman ocupa las instalaciones de la cartuja de Sevilla y crea allí la que sería conocida internacionalmente como Cerámica de la Cartuja.

Carlos III, que ya había impulsado la industria cerámica en Capodimonte durante su reinado en Nápoles, manda levantar en 1760 la Real Fábrica del Buen Retiro. Las instalaciones estaban ubicadas muy cerca del actual emplazamiento de El Angel caído en el Parque del Retiro de Madrid. Durante la Guerra de Independencia fue destruida totalmente, y no por los franceses como cabe suponer, sino por los ingleses que, aunque eran aliados de España, defendieron de ese modo su industria cerámica frente a la fuerte competencia que los productos españoles les suponía… De El Buen Retiro salieron magníficas obras que se pueden ver en el Escorial, el palacio real de Madrid o los reales sitios de Aranjuez. Tras la guerra se edificó una nueva fábrica en la Moncloa (Madrid).

En Europa, a partir del siglo XVI, entrado ya el Renacimiento y al pairo de los cambios que se producen en todos los ámbitos, la cerámica toma un nuevo impulso. El florecimiento de las Artes que trae la nueva época se deja sentir también en las piezas de alfarería y cerámica. Se desarrollan nuevas áreas de producción, destacando las italianas Faenza, Deruta, donde se recupera la técnica del dorado que llevan con ellos los moriscos expulsados de España, y Caffaiola, ciudad ceramista patrocinada por los Medici. La técnica de la mayólica, cerámica esmaltada y decorada, pasará a tomar el nombre de Faenza tanto en Inglaterra como en Francia; eso nos da una idea de la importancia que tuvo esa ciudad como centro productor de mayólica.

Es en el Renacimiento cuando una industria metalúrgica en mantillas necesita de moldes para producir más rápido objetos metálicos. Estos se fabrican con materiales naturales: madera, piedra tallada… que duran poco o son caros de obtener. Será el desarrollo de las arcillas refractarias y su amplia aplicación a la fabricación de moldes, baratos y duraderos, la que permita un ingente incremento de la manufacturación de objetos metálicos: aperos, herramientas… incluidos, no podía ser de otro modo, los de fines bélicos. La mejora en la formulación de arcillas refractarias es la que permite grandes cambios que dan lugar a una gran expansión de incipientes industrias que necesitan moldes para su fabricación: cristal, químicos, cerámica utilitaria… Se puede hablar de la primera revolución industrial por el modo en que los refractarios afectaron a numerosas industrias.

A lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII la industria cerámica conoce una expansión importante en toda Europa. Se valora y se paga a precio de oro productos que salen de las fábricas de Sevres, Limoges, Faenza, Delft, Meissen. Productos de lujo, para una aristocracia que desea rodearse de belleza, y que se muestra indiferente, por lo general, a la realidad social.

Limoges, en Francia, fue el primer centro productor de porcelana dura en Europa. Los chinos guardaban el secreto de la fabricación de la porcelana, lo que les permitía venderla a precios exorbitantes. En 1740 se funda la Manufactura de Vicennes con el patrocinio de Luis XV y Madame de Pompadour, pero no fue hasta el hallazgo de una mina de caolín en Limoges cuando los artesanos consiguieran dar con la mezcla y proporciones para lograr una pasta porcelánica de alta calidad. Su especialidad es la fabricación de vajillas y jarrones y objetos decorativos. Muy cerca se encuentra Sevres, otro de los puntos productores de porcelana en Francia. Ambas comparten el seguir siendo consideradas la capital mundial de la porcelana, aunque los altísimos costes de producción están obligando a las fábricas a modificar los sistemas de trabajo. Sin embargo sigue habiendo clientes para platos de vajilla de 5.000 €, generalmente en los Emiratos Arabes.

Delft, en los Países Bajos, fue el primer lugar donde se consiguió fabricar cerámica de estilo chino, con óxido de cobalto y su característico color azul. Las porcelanas azules de China tenían mucho éxito en Europa, y fueron los holandeses, con ayuda de la Compañía de las Indias Orientales, en un claro caso de espionaje industrial, los que se hicieron con la fórmula cuidadosamente guardada por los chinos de la fabricación de lo que aquí se llamaría “azul de Delft”. Eso les permitió disfrutar de un gran auge económico durante el siglo XVII.

Meissen, en Alemania es desde el siglo XVIII uno de los centros productores de porcelana en Europa. Especializado en la reproducción de la decoración japonesa “Kakiemon” y en la producción de juegos de té, inicio una andadura, que ha generado su propio estilo y que continúa siendo rentable hoy en día. En Meissen han trabajado ceramistas históricos alemanes que colaboraron en el desarrollo de los colores para porcelana o en la creación de figuras famosas.

En Inglaterra, Sttafordshire y Worcester se disputan la antigüedad como centro cerámico más antiguo. Si bien en un principio fueron centros productores de sencilla cerámica utilitaria, en la primera mitad del XVII comienza la fabricación de decoración con engobes (pastas arcillosas muy líquidas) que les daría fama. La enorme factoría de los hermanos Wedgwood (140H de terreno) fue la primera en utilizar máquinas de vapor para la producción de cerámica con moldes a mediados del XVIII. Inglaterra no permitió la importación de porcelana continental hasta 1775, por lo que especialmente los modelos producidos en Meissen fueron muy copiados en las islas. Las obras de Wedgwood en el s. XVIII se caracterizan por las aplicaciones de engobe blanco como decoración y posteriormente por la aplicación de porcelana blanca sobre una base de color. Worcester, por su parte, se especializó en la reproducción de modelos decorativos orientales.

La importancia que estos lugares tuvieron, como centros productores, se ha mantenido en algunos de ellos, mientras otros han ido decayendo y cerrando. La Revolución Industrial que comienza a finales del XVIII le debe a James Watt el paso definitivo para la mecanización de procesos industriales: la máquina de vapor que patentaría en 1763. Esto simplificó los procesos de fabricación haciendo posible la producción en grandes cantidades. Desde ese momento ha ido desarrollándose, en los tres últimos siglos, una actividad en la que España produce hoy en día el 11% del total mundial, cuenta con más de 200 empresas productoras y da empleo directo a casi 30.000 personas. En la provincia de Castellón se centra el 75% de la producción nacional azulejera, en el “triangulo azulejero” fomado por Nules, Alcora y Onda.

La producción de cerámica fue creciendo a lo largo del tiempo, desde un uso simplemente utilitario hasta su aplicación a la arquitectura o a las artes decorativas. En nuestra historia hay nombres universales que encontraron en la cerámica una vía de expresión artística: Daniel Zuloaga o Antonio Gaudí entre otros. Entre los productores de cerámica artística y decorativa, junto a los centros mencionados anteriormente, hay que destacar una firma señera tanto por su calidad como por el alto importe de su facturación y su expansión comercial: la firma Lladró, que desde el humilde horno moruno casero con el que empezaron los hermanos Lladró en 1953, se ha convertido en un referente mundial en el diseño y fabricación de porcelana decorativa y que incluso tiene dos de sus obras en la exposición permanente del Hermitage.

El mayor desarrollo técnico en menor tiempo ha tenido lugar en el siglo XX, cuando se aplican las cualidades de la cerámica: dureza, resistencia a la oxidación, refractariedad al calor, estabilidad química y en especial la de aislante térmico y eléctrico en el campo de la electricidad: bombillas, casquillos, enchufes… y le siguió su introducción en el campo del automóvil, la radio, la TV, los computadores, la aeronáutica…

Es mucho el camino recorrido desde las cuevas prehistóricas y la lista de aplicaciones de la cerámica es grande y sigue creciendo, porque los investigadores siguen encontrando nuevas aplicaciones de los materiales cerámicos, desde los objetos más cotidianos a la exploración espacial. La Cerámica es un universo donde los límites no están marcados gracias a la gran versatilidad y enorme potencial de los materiales y procesos cerámicos, tanto en su aspecto utilitario como en el artístico.

Fotos: Consuelo Jiménez de Cisneros. Belén de la Casa de Cultura de Crevillent (Alicante) y escultura original de Mati Zamorano, serie Meninas.

error: Content is protected !!
Este sitio utiliza cookies para ofrecerle una mejor experiencia de navegación. Al navegar por este sitio web, aceptas el uso que hacemos de las cookies.