Reseña de Consuelo Jiménez de Cisneros.
Subtitulado «(aproximadamente cien relatos)» e ilustrado con una fotografía de infancia del autor, este libro nos atrae y sorprende ya desde el título, que no deja de ser un juego de palabras: la dilogía del término «contar» (que se puede interpretar como contar números o como contar cuentos) está en el corazón de una frase que además resuena por la repetición fonética de los sonidos k y nasales que cohabitan en la expresión popular «Conmigo no cuentes». Y lo que parece una bravata insolidaria se suaviza en cuanto abrimos el libro y comprobamos que más bien es una ironía, porque con el autor sí contamos, y el autor sí nos cuenta. Y cuenta mucho, y cuenta bien. Y cómo no va a ser así si el autor, Pepe Reig, es doctor en Historia y comunicador por su profesión periodística aplicada a la docencia y la escritura.
Tengo que decir que este libro ha llegado a mis manos gracias a la generosa intervención de un hermano del autor -son muchos y bien avenidos los hermanos, varios de ellos inmersos en dedicaciones culturales-. Me refiero a Pedro (Pere, Perico, como lo llama cariñosamente el autor en su capítulo de agradecimientos) que fue compañero de carrera filológica en el CEU alicantino. La familia es parte esencial del libro ya desde el principio, pues el autor reconoce su deuda con su mujer, Pepa, que le ha revisado cada relato, y con su hija Marta que ilustra con dibujos algunas de sus páginas. Pero además la familia (en este caso, la de origen, las raíces biológicas) aparece ampliamente aludida en la última sección del libro, donde el autor recoge episodios autobiográficos de los últimos años del franquismo e históricos referidos a su abuela, maestra represaliada.
Antes de eso, el libro se inicia con un prólogo firmado a cuatro manos (por Pilar V. Algarra y Emilio Garrido) que empieza con una cita de Borges sobre la dificultad de los géneros narrativos. Los ecos del autor argentino se perciben en algunos relatos del libro y el autor no lo oculta: «En recuerdo de Borges bibliotecario» precede el Exorcismo «Diferido callejón». Este prólogo termina con un elogio que, una vez leído el libro, parece merecido, sobre «rarezas y perlas cultivadas» que es una forma de rotular esta colección de textos variopintos, a veces emotivos, a veces irónicos, a veces desconcertantes.
Quizá por todo ello el autor nos da pistas sobre lo que el lector podrá encontrar en el amplio y cuidado volumen de más de 200 páginas que garantiza muchos y buenos ratos de lectura. Y para eso nos escribe su «Aproximadamente 100 relatos. Introducción para mayor despiste». Y nos enumera los cinco rótulos bajo los cuales ha ordenado sus materiales. Vamos a ello.
Los Sofismas (que el autor define como «reflexiones filosóficas cargadas de ironía y cierto déficit de solemnidad») son pequeñas historias, al modo orientalista tan de moda, que cuenta un discípulo sobre las experiencias de aprendizaje vital que tiene con su maestro, quien, de manera peripatética y a veces cruel (véase el episodio del río) lo inicia en la vida, tal como el ciego hiciera con Lázaro de Tormes. Estos relatos en los que se mencionan apócrifos filósofos están relacionados unos con otros como si fueran capítulos de la misma historia.
Y tras los Sofismas vienen los Exorcismos, experiencias en primera persona pasadas por el filtro literario, algunas surrealistas, aunque su apariencia sea inofensiva y coloquial. Alguna meta-literaria, como la «Mutación» homenajeando la «Metamorfosis» de Kafka.
A los Exorcismos les siguen los Empirismos. Aquí se concentran textos muy variados, pasatiempos léxicos y lingüísticos, intentos de definición y ordenación de la realidad, microrrelatos de tres líneas y media entre otras sorprendentes lecturas.
Y continúa con sus Cavilaciones. Relatos densos, de diferente extensión, desde un mini-microrrelato de dos líneas hasta lo que sería una novela corta, estructurada en partes. Algunos títulos evocan el título general del libro, con sus frases imperativas entre el mandato y el ruego: «No me digas lo que quiero», «No me cuentes tu sueño»… Y desde luego, el último microrrelato, «Monstruo» es un homenaje al rey de todos ellos: el de Augusto Monterroso. No haremos spoiler…
Termina el libro con Biogramas, que es sin duda la parte más personal y realista. Aquí la memoria personal y la familiar se funden en unas evocaciones donde la emoción, la denuncia e incluso la ironía se entremezclan junto con las viejas fotografías en blanco y negro que dan fe de lo contado.
P.D.- En la reciente presentación de mi libro de ensayo, Dorada Medianía, subtitulada «Esplendor y decadencia del tópico», Pere Reig me recordó que una de las Cavilaciones de este libro está dedicada a los tópicos: la titulada «Os lo advierto», que no deja de ser una festiva e irónica sátira del tópico y la frase manida donde el autor muestra su personalidad haciendo gala de un tono cercano y coloquial, esmaltado de expresiones interrogativas y admirativas y ¡cómo no! de tópicos.