Autora: Laura Cantón Fernández.
El día 7 de este mes de febrero se cumplen 210 años del nacimiento de Charles Dickens, ese gran autor que triunfó manteniendo intacto el niño que llevaba dentro.
Quienes conocen algo de su biografía recordarán, sin duda, que su infancia no fue precisamente fácil ni feliz. El segundo de los nueve hijos de una familia modesta, de la que empezó a recibir una buena educación y en la que todo se desmoronó debido a las deudas que acarreaba el padre, lo cual llevó a este a estar encarcelado en la prisión de deudores, donde se le permitía compartir celda con toda la familia. Charles Dickens no compartió celda con la familia, era el mayor de los hijos varones y tuvo que dejar el colegio y ponerse a trabajar… A la edad de once años recorría las calles de Londres, para ir a una fábrica a cumplir con una jornada laboral de diez horas que le propiciaba un exiguo salario con el que debía sobrevivir y ayudar a su familia.
Sin duda una desgracia; él recordaba su infancia con carencia de amor y quehaceres propios de adulto, pero… no todo fue negativo.
Observador, amante de la lectura, apasionado por la escritura y decidido a progresar lejos del sórdido ambiente que le rodeaba, Charles comenzó una formación autodidacta: colaboró en periódicos, publicó novelas por entregas, ganó fama y prestigio, viajó, dio conferencias, organizó actividades teatrales y se ganó para siempre un nombre en la historia de la literatura, se convirtió en el novelista social de la época victoriana.
Sus libros son pródigos en personajes infantiles, huérfanos, pobres, sin familia y abocados a sobrevivir en las calles, muchas veces víctimas de maliciosos pillos, bribones, trúhanes, bandidos, proxenetas… Concebidos prodigiosamente por él, que pudo observar todo ello en primera persona desde sus más tierna infancia. Dickens recreó con su pluma el mundo que le tocó vivir, colocó a sus protagonistas en situaciones reales y los dotó de sentimientos que no le eran del todo ajenos, probablemente de su desgracia logró su gloria, su propia historia fue su fuente de inspiración principal.
Para acabar con esta breve nota, que además de una efeméride es una expresión de gratitud a este autor por los buenos ratos que me ha hecho pasar y por todo lo que ha aportado a mi mundo, literario y vital, quiero destacar dos aspectos.
El primero, negativo, es, lamentablemente, la vigencia de su obra, en un mundo en el que la infancia, en gran parte del planeta, sigue siendo víctima de trúhanes y proxenetas, sigue desprotegida y sigue sufriendo como consecuencia de la injusticia social.
El segundo, esperanzador, está en ese antagonismo presente en la mayoría de sus obras. Mundos sórdidos, llenos de personajes desalmados, se entremezclan con el sentimentalismo, la ternura y la inocencia… y hay una lucecita que brilla en el final de la obra, no es solo un happy ending, es el mensaje de que es posible triunfar ante la adversidad, vencer las desgracias y salir adelante con el esfuerzo, el empeño, la bondad y el estudio.
Son los aspectos que quiero destacar de su vida y el mensaje con el que me quedo cuando se cumplen 210 años de su nacimiento.
Laura Cantón Fernández ha sido Directora del IES de Felanitx (Mallorca), profesora de español en la Escuela Europea de Culham (Inglaterra) y asesora técnica docente en Bruselas y en Alemania.