Un 24 de agosto de 1899 nació en Buenos Aires Jorge Luis Borges, uno de los mayores escritores de la literatura universal, eterno candidato al Premio Nobel que merecía con toda justicia y no se le concedió, probablemente por motivos políticos. Descubrir a Borges cuando era una estudiante universitaria fue una de las más fascinantes experiencias de lectura que he tenido en mi vida. Luego, el azar me ha llevado a visitar (e incluso a habitar) dos ciudades en las que estuvo Borges: Madrid, mi querido rompeolas, donde pasó el escritor un tiempo de su juventud, y Ginebra, donde transcurrieron sus últimos días en la Grand Rue nº 28, y donde se despidió de la vida con esta frase: «Ginebra me parece la ciudad más propicia para la felicidad.»
Durante mi destino en Marruecos, el primer artículo que redacté para la revista institucional Aljamía fue precisamente uno dedicado a Borges: «El ancho tiempo musulmán de Jorge Luis Borges». Se trataba de relacionar lo árabe dentro de la literatura en español, y quise empezar mi pequeña serie con Borges.
Entre todos sus relatos, uno de los que más me impactaron por la perfección de su construcción formal, por su dosis de intriga y por el terrible valor de la protagonista fue el titulado Emma Zunz, que recomiendo a todos los lectores.
Otro descubrimiento fue para mí la poesía de Borges, como la de su paisano argentino Julio Cortázar, excelente sonetista. Dos magníficos poetas que manejan el verso con la punta de un dedo, por expresarlo gráficamente. Que escriben sin esfuerzo, con precisión, con gusto. En prosa y en verso. Precisamente la placa que recuerda el paso de Borges por Madrid nos informa de que en la Pensión Americana sita en la Puerta del Sol, Borges escribió sus primeros poemas ultraístas en 1920.
Sirvan estas escasas líneas para recordar esta efemérides y, como digo siempre, las efemérides solo tienen razón de ser, en el caso de los escritores, para recuperar el placer de releer lo que tanto nos ha asombrado y aportado. En resumen, si se quiere leer a un autor inteligente, original, realista, fantástico, alternativamente local y cosmopolita, hay que leer a Jorge Luis Borges.
Fotos: Consuelo Jiménez de Cisneros y wikimedia commons.