Autor: Francisco Mas-Magro y Magro.
Creo que mi encuentro con Alexandra Inguz, una alicantina, fue en la última Feria del Libro.
“Nunca conseguí que me abrieras tu corazón de par en par, me pesa el mundo al recordarlo”, escribe. “Me diste píldoras muy íntimas que te agradezco, pero había mucho más en tus silencios, por supuesto me refiero a lo que duele porque de lo demás habla cualquiera.”
Busco datos. La sinopsis de la sección “Libros” de La Vanguardia, menciona este título y a su autora, pero nada nuevo con cierto interés crítico. Exactamente se puede leer:
“No soy de trenes, soy de vuelos altos. Y con altitud no me refiero al dinero, eso lo tiene cualquiera. Soy de querer con todo, de querer bien. Soy de echarle valor a los miedos y tirar “pa’ lante”, de no darme por vencid@ a la primera de cambio y de pedir disculpas de corazón si la he cagado. Soy de irme dejando las cosas claras y soy de quedarme si quieres volar”.
Ya en el 2021 había publicado su primer libro, “Ya dejaste de doler”. Un texto de prosa poética que desconozco.
La alicantina Alexandra Inguz tiene 35 años en el momento de publicar el que citamos y nos pide sinceridad en la introducción que realiza (y ayuda). Dice la autora, que siempre ha considerado “que decir lo que uno piensa es un ejercicio de valentía increíble, porque no siempre (supongo que escribir) va a salir bien y tienes que aceptar las consecuencias”. Una valiente confesión con la que estoy plenamente de acuerdo.
Fue un viaje muy agradable. Inauguraba la línea Alicante-Madrid en la compañía Ouigo. Mi asiento en el cielo de un vagón cuyo traslado duraría dos horas y veintitrés minutos y un único proyecto, relajarme con la lectura. Dos libros fueron los escogidos, mi última obra aún en gestación, escrito a mano en un bloc de los de siempre y “De vuelos altos”, que firmaba una alicantina para mí desconocida. Emoción asegurada. Cuando llegué a Chamartín, había concluido la lectura de Alexandra.
Y de Clara Campoamor al hotel. Abracé a mi hija, a mis nietos, a mi yerno y me olvidé de la escritora hasta la vuelta. Madrid bien merece acudir al Teatro de la Estación Príncipe Pio, en la Puerta de Toledo. Acudir al tremendo espectáculo de “Les Luthiers”. (Cuatro días y regreso).
Ya estoy en mi mesa de despacho. Decidido a escribir sobre aquel libro de viaje, inicio de nuevo la lectura. Mientras leo el “prólogo”, escucho “O du, mein holder Abendstern» de la ópera «Tannhäuser» y, embelesado por Wagner, consigo que el texto que conforma este exordio quede en un tercer plano, quiero decir, en el rincón de las cosas que es mejor olvidar. Borrón y cuenta nueva, que diría el otro. Y a volver al poemario, que es lo que nos atañe.
Esta mañana he estado conversando con Antonio Gracia, quizás el poeta más grande. Cuando quedamos, unas veces en Luceros, otras en la cafetería del Fnac, esta vez el Lizarrán de Maisonnave –la herida de las Hogueras-, abro mi entusiasmo y escucho al maestro. Como si de una lección, una clase particular, se tratase.
“No tengas prisa” – me insiste. “Escribe, guarda, revisa y borra. Vuelve a escribir el poema, entonces, probablemente, observes que te sorprenderá que tiene un nuevo valor que antes no apreciabas”. Dicit magister.
Esto de la poesía es complicado. Escribe el poeta su inquietud, su deseo. Pero no es a él a quien se debe dirigir el poema. El poema recién construido es al lector a quien se le debe lanzár. Es el lector quien interpreta el sentimiento del poeta. Y para que el poema pueda ser estimado hay que pulirlo al máximo.
Ya lo escribe León Felipe:
Deshaced ese verso.
Quitadle los caireles de la rima,
el metro, la cadencia
y hasta la idea misma.
Aventad las palabras,
y si después queda algo todavía,
eso
será la poesía.
“Porque la palabra –leo en otro lugar– es más que una descarnada estructura que sustenta un mundo de significados, es, y sobre todo en el mensaje poético, la emoción que trasciende de cualquier tipo de enunciado. Emoción que debe calar en un lector que lo que pretende es un sentimiento, además del placer de la lectura”.
He ahí la metáfora.
Yo creo que Alexandra Inguz podría volar alto si serenara su palabra y la iluminara con la metáfora. Lo intuyo al leer su poema “Bonita”, de la página noventa y cuatro.
“La vida a veces también es bonita,
sobre todo cuando tú me miras.”
Escribo sentado en mi despacho con las ventanas bien cerradas. Las hogueras de San Juan han degenerado en “barracas de San Juan”. La falta de respeto se trasmuta en una irritante contaminación acústica. ¡Son las Hogueras!, me dicen gentes de bien. Y, como Ortega y Gasset, frente a una II Republica desquiciada, digo: “¡No es esto, no es esto!”. Pero nadie me hace caso.
Con el poemario entre las manos, acariciando sus páginas, lo pienso también de tu libro, Alexandra.
DE VUELOS ALTOS
Me solté sin avisar
ISBN: 978-84-126152-1-0
Editor: Editorial LEPOREM
Fecha publicación: OCTUBRE 2022