RECUERDO DE UNA CIENTÍFICA EJEMPLAR Y DE SU RELACIÓN CON EL DOCTOR ALICANTINO FRANCISCO MAS MAGRO.
Autor: Francisco Mas-Magro y Magro.
El 23 agosto de 1935 fallece en Berlín la científica ANNA MARIA RHODA ERDMANN. Ella fue la razón que permitió al doctor don Francisco Mas y Magro acceder, como científico español, a la élite de la investigación médica mundial. La profesora Rhoda Erdmann, con su austero carácter prusiano, conectó plenamente con el carácter alegre de aquel «curioso» citopatólogo de la no menos «curiosa» España -ese territorio del sur, de pandereta y castañuelas-. Hoy requiero el recuerdo de esta científica que supuso un referente internacional en la investigación citopatológica y en el movimiento por la igualdad de la mujer.
La correspondencia de Mas y Magro con sus colegas europeos era fluida. Las cartas se acumulaban en su despacho de Alicante. Madrid, París, Nápoles, Estrasburgo y Berlín ocupan la atención del investigador español, así como profesores como: Cortezo, Plesch, Achrard, Fischer, Chevalier, Kaznelson. Anna Maria Rhoda Erdmann propone a Mas y Magro la publicación de sus numerosos artículos en “Archiv für experimentelle Zellforsdchung”, de la Universidad Libre de Berlín. Corren los años 20 del pasado siglo.
Rhoda Erdmann conoce personalmente a Mas y Magro en Budapest, en 1927, al ser invitado por la organización al X Congreso Internacional de Zoología. “ Muy estimado profesor: Tengo que comunicarle la importante noticia de que los zoólogos alemanes van a tomar parte en el Congreso de Budapest…” –Las discordias de la gran guerra se habían disipado completamente- escribe Anna Maria Rhoda. “Hasta el presente no conozco a ningún otro investigador español y este es el momento de demostrar que también se trabaja en España en la sección de cultivos de tejidos “in vitro”. Mas y Magro se cartea con Rhoda creyendo se trata de un profesor. No era común ni en España ni en el resto de Europa que una mujer liderara algún aspecto de la ciencia. Anna María proyectaba borrar el pasado, la memoria de una inútil guerra. “Le pido a usted ayuda para ello”, escribe a Mas y Magro.
Rhoda Erdmann nació un 5 de diciembre de 1870 en Hersfeld, un pueblo de la región Hesse Nassau de Prusia. Imponiendo su voluntad a la de sus padres –que deseaban para Anna estudios de Magisterio-, su tenacidad consigue poder matricularse en Botánica, Zoología y Matemáticas en la Universidad de Berlín, doctorándose en Múnich con un estudio sobre las células embrionarias del erizo de mar. Tras proseguir diversos estudios en otras universidades, culmina en los laboratorios del profesor Robert Koch, en Berlín, centrando su atención en la citología y cultivos de protozoos.
Una mujer en una universidad, en aquellos tiempos, era algo inusual, por lo que tuvo que emigrar a los Estados Unidos en 1913, becada por la institución Rockefeller. Inicialmente trabajó en Princeton y más tarde en la Universidad de Yale, donde estuvo hasta 1919. Finalizada la gran guerra europea, regresa a Alemania donde crea un equipo de estudio para la investigación de la célula, en el Instituto del Cáncer del Charité, donde ejerce hasta su incorporación en la Universidad de Berlín.
Rhoda Erdmann es la segunda mujer, después de Paula Hertwig (1889-1983), en ocupar un puesto de profesor titular en dicha Universidad. Los estudios sobre cultivo de tejidos celulares se vinculan rápidamente al nombre de Rhoda. Su manual en esta técnica era considerado como básico en el mundo científico.
En 1925 funda la revista Archivs für experimentelle Zellforschun, que se editó hasta su muerte, y en la que nuestro Mas y Magro publicaría varios estudios.
Hasta 1930 no consigue independizar su departamento, dentro de la rígida y antifeminista estructura de la universidad. El 1 de abril se hace realidad su Instituto de Citología Experimental. Allí trabaja Rhoda Erdmann, facilitando el acceso a la mujer.
Anna Rhoda Erdmann hizo lo que otras mujeres sobresalientes que comprometieron su vida en pro de una salida al futuro, poco halagüeño, que la condición femenina presentaba a la vuelta del siglo. Como tantas damas europeas de principios del siglo XX –Bettina Conrad, Edda Ziefler, Selme Lagerl, Franciska Plaminkova-, que lucharon activamente con su esperanza y su miedo, por el éxito de la consecución de un protagonismo mayor de la mujer en la Europa de los años veinte.
Por esto y por otras acciones que Anna tuvo a bien realizar a favor de su pueblo, el advenimiento del nacionalsocialismo, en 1933, la situó en el punto de mira de la policía política. Es en agosto de ese año cuando la Gestapo busca a Anna en el Instituto de Citología y en su domicilio personal. Las acciones del fascismo, falto de sentimientos, no se hacen esperar. En el citado año fatídico, Anna es detenida y trasladada a la prisión preventiva de Alexanderplatz. Detrás de esta acción política, se encontraban las denuncias de personajes de confianza nazis, que probablemente habrían trabajado con la ilustre profesora. Otros, como suele suceder, simples vecinos o “correveidiles” de la miseria, hambrientos de las migajas malolientes que pudieran ofrecer los opresores. Así, Anna María, se encontró, casi sin saber, con un manifiesto de “actos delictivos” que hubo de purgar más de un año.
En junio de 1934, disuelto el Instituto de Citología, la propia Rhoda se hace eco de las acusaciones. La incriminan de judía y de tener relaciones con un “kommissär” soviético, y, lo más grave, haber ayudado a otros judíos, de su hospital y universidad, a marchar al extranjero. Y Anna Maria Rhoda Erdmann, desprovista de su motivo de vida, fallece en Berlín el 23 agosto de 1935. Un ejemplo de mujer que luchó por la ciencia y por otras mujeres.