POR QUÉ NO DIMITE CASADO

¿Sabéis por qué no dimite Casado? Porque está esperando a ver si los de Podemos y sus congéneres consiguen algo contra Ayuso que lo justifique y rehabilite: él era tan honrado, que trataba de investigar el menor atisbo de corrupción. No va a reconocer la envidia ni la inquina, eso no lo reconoce nunca nadie. Por eso espera ansiosamente hasta abril, rezando para que los husmeadores profesionales encuentren algo en contra de la Presidenta de la Comunidad de Madrid.

Siempre hay una excusa para las bajezas, esta frase la oí hace muchos años aplicada a otro contexto donde yo era la víctima. Ay, si Ayuso fuera de izquierdas… Todas las feministas de este país y países adláteres se habrían manifestado; pero como es de derechas, solo se manifiesta su gente… y los madrileños a quienes ha beneficiado su gestión, que son, somos, unos cuantos.

Volvamos al inicio. Hemos asistido (estamos asistiendo) a un ejercicio de justicia poética por carambola, a un boomerang moral que muestra cómo a veces, pocas veces, el mal que uno lanza contra el cielo, le cae encima y lo aplasta. Esto le ha pasado a Casado, al que tanto le cuesta irse, pero que ya está fuera. Nunca se quitará de encima el baldón de su conducta, aunque ahora le endulcen la despedida con frases bonitas («a burro muerto, la cebada al rabo», refrán vulgar pero oportuno).

Lo que ahora nos queda es que esta lección se la apliquen todos los envidiosos que pululan por la Administración, los Ayuntamientos, la Enseñanza, la Cultura. Todos los miserables que practican con impunidad el acoso laboral, los mediocres que odian la excelencia, los que lloran por el triunfo ajeno, los que no conceden, no reconocen, no aplauden. Los que callan lo bueno y hablan lo malo. Ojalá cayera sobre todos ellos la inundación que ha caído sobre el pobre, sí, pobre Fra-Casado.

Texto y foto: Consuelo Jiménez de Cisneros.

 

 

 

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