POETA EN LA LUNA. HOMENAJE A CLAUDIO SOLAR de Alex Solar

De Alex Solar para Claudio Solar.

Vuelo hacia el otro lado, según la ley del ave
migratoria, y llorando, vuelvo a ti,
padre mío.

Boris. A. Novak

Tener un padre famoso implica una gran responsabilidad y es a veces una maldición. Porque obliga a ser mejor que él o a conjurar su sombra. Claudio, para mí, fue una excepción, pues más que una figura patriarcal era en mi vida una presencia y una ausencia planetaria o astral. Que iba y venía como la Luna, que según la astrología regía su destino y esto era, me parece, cierto. Al menos como fantasía poética, que de eso se trata cuando hablamos de los muertos y más aún si son poetas.

Mis memorias de Claudio no son, pues, “de un patio de Sevilla” como decía Machado de su infancia, aunque recorriéramos juntos la ciudad junto al Guadalquivir poco antes de su viaje final, sino de los aromas de su vida y de las horas que pasamos juntos. La pipa, que le acompañaba, siendo él joven, las canciones francesas que escuchaba en su cuarto estudio de Playa Ancha, el vino y las jaivas que hervían en la cocina en los inviernos, los cipreses del cementerio, los jardines, el océano de la costanera, las linotipias del periódico donde escribía y al que este “Solar chico” acudía de su mano, orgulloso.

Porque yo era consciente de que era hijo de poeta, de un bohemio que irrumpía en el hogar dormido con sus alegres amigos noctámbulos, con Juvencio, con Nicomedes o cualquiera de los escritores que desde otros sitios de la patria o del mundo vinieran a rendir pleitesía a la noche profunda y profana de Valparaíso. Así, por pura imitación, por monería, fue como empecé a escribir y pasé a ser, para bien o para mal, “el poeta niño” de este “puerto herido” que cantó El Gitano.

No puedo decir mucho de la poesía de Claudio. Fui testigo de algunas audiciones, leí a hurtadillas algunos manuscritos. Es todo. Hace poco leí uno de sus poemas en una tertulia poética en Alicante, España, donde resido. Les conté a mis amigos hispanos que era un poeta poseído por la nostalgia, embrujado por la llama del amor, quemado de alcoholes y sueños imposibles.

Creo que Claudio Solar vaga entre la Tierra y su satélite natural y desde allí nos contempla, nos hace guiños, saluda los sueños de los que aún vivimos y se reúne arriba con sus muertos y sus viejas amistades (a lo mejor, Carlos León, que ha encontrado allá su Riquet), que como se sabe, viven en la Luna.

NOTA.- La fotografía de portada es un retrato de Claudio Solar cedido por su hijo, Alex Solar.

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