Reseña de Consuelo Jiménez de Cisneros.
Desde hace muchos años tengo la costumbre de comprar libros cuando viajo o cuando resido durante cierto tiempo en otra parte diferente de la habitual. La mayoría de los turistas compra “souvenirs”, yo compro libros que tengan alguna relación con el sitio en el que me encuentro. Y gracias a esos libros surgen, en ocasiones, sorpresas inesperadas, como es el caso de este, que me ha permitido conocer a la autora y tomarme un café con ella en nuestro Ribadeo veraniego tan grato. Lo cual considero un privilegio, pues así he podido saber más de la génesis y motivación de un libro que recoge un trabajo minucioso y necesario en su ámbito de estudio, además de muy original al establecer la comparativa entre lo pintado y lo fotografiado.
El libro, ya desde la portada, resulta atractivo por combinar esas dos técnicas artísticas tan diferentes pero tan relacionadas como lo son la pintura y la fotografía. Publicado en A Coruña en 2018 por Hércules Ediciones, basta con hojearlo para comprobar que no defrauda las expectativas: está bellamente -y abundantemente- ilustrado, redactado en un estilo sencillo y asequible, lo que no excluye el rigor y la precisión, mostrando una vez más que, como dijo Ortega, “la claridad es la cortesía del filósofo” y también del investigador y el divulgador, añadimos nosotros.
Este libro tiene el buen gusto de iniciarse con una página de agradecimientos a familiares, colegas, amigos, discípulos… Todas aquellas personas que, de un modo u otro, hacen posible que se pueda llevar a cabo un trabajo que supone tiempo, esfuerzo y dedicación. Lo avalan los prólogos del académico (de la Real de San Fernando) Víctor Nieto y de la catedrática de Historia del Arte Ana E. Goy Diz. A continuación la autora expone su justificación del tema -siguiendo la costumbre de las tesis doctorales y trabajos similares- y una Introducción. Y pasamos a lo medular: el contexto histórico y artístico que se nos presenta en “El artista y su época”; la indispensable “Breve biografía”, donde se nos recuerda el origen humilde del autor, su nacimiento en Asturias, donde pasó parte de su vida, y su estrecha relación con Galicia, y en concreto con Ribadeo, donde tenía estudio abierto y disfrutaba de temporadas vacacionales; su vocación pictórica, sus reconocimientos dentro y fuera de España, llegando a exponer en Filadelfia, sus viajes por Italia y Centroeuropa… Sigue el análisis de algunas de sus obras clasificadas temáticamente en los subgéneros característicos del siglo XIX: “Pintura costumbrista” -que refleja la sociedad de la época, tanto la popular como la aristocrática, sin olvidar el toque gallego de “La Romería” y “La Muñeira”-, “Pintura de historia”, “Retratos reales” (referidos a los monarcas de la época del artista: Isabel II, Alfonso XII, la reina Mercedes) y “Otros retratos”, en donde se incluye un impresionante autorretrato de Dionisio Fierros.
En sus comentarios la autora no solo expone su análisis particular, sino que recoge el del otros muchos autores y críticos de arte debidamente citados, con cuyos criterios no siempre coincide, pero justifica sobradamente sus propuestas. Se cierra el libro con un capítulo de Conclusión, la Lista de láminas, Bibliografía, Hemeroteca y, como no puede faltar hoy día, Webgrafía.
Acabaré mi reseña con un comentario muy personal y subjetivo de este libro. La procedencia de los cuadros y fotografías que muestra supone para mí, como intuyo que para cualquier lector, un recorrido emocional por lugares -museos, colecciones, etc.- ligados a mi biografía: los fondos utilizados por la autora proceden de los más diversos sitios, mostrando así la amplia difusión que obtuvo la obra del artista Dionisio Fierros. Me encuentro con piezas de la Nationale Gallery de Londres, donde tantas veces me he recreado, tan cercana a mi hijo menor; de la casa museo de Jovellanos en Gijón, ciudad a la que me siento ligada por ser la cuna de mi abuela paterna y conservar el recuerdo de mi abuelo en su Instituto Jovellanos; del Palacio Real de Madrid, cuyos perfiles tantas veces he compartido con amigas que ya son familia; y de museos de ciudades a las que siempre vuelvo como A Coruña, Oviedo, Santiago, Granada…
En conclusión, un libro en el que textos e ilustraciones se acompañan y explican mutuamente en perfecta armonía, ofreciendo un ameno paseo por la historia y el arte del siglo XIX. Un placer leerlo y un placer contemplarlo.