Autora: Consuelo Jiménez de Cisneros.
Hoy hace 42 años que falleció mi padre en Alicante. Nacido en el emblemático barrio alicantino de Benalúa, lo que no olvidó nunca pues firmaba muchas de sus crónicas con el seudónimo «benaluense». Fue un alicantino de pro, gracias al cual se conservó la obra y el legado científico de su padre, mi abuelo Daniel Jiménez de Cisneros. Abogado y funcionario del CNP de profesión, escritor por afición, practicó un alicantinismo activo, colaborando en la prensa local, apoyando las fiestas de Hogueras, la Santa Faz, el porrate de San Antón… una cultura que inculcó a sus hijos. Si sigo ligada a Alicante, es por él y por mi abuelo.
Nada ni nadie en Alicante lo recuerda. Ni una calle, ni una placa. Ni una referencia en internet. Hay páginas de historia local alicantina que no saben que existió, a pesar de que creo habérselo comunicado.
Desde El Cantarano le dedico un recuerdo y se lo seguiré dedicando mientras nadie más lo haga. Para que esa fragilísima tercera vida de la memoria mantenga su llama encendida y su luz se difunda a sus descendientes, entre los que se cuentan los primeros, cronológicamente, mis hijos, sus nietos: Daniel y Joaquín Miguel (que lleva su nombre en su memoria) y mis nietos, sus biznietos: Nicolás y Santiago.
Con mi agradecimiento imperecedero al periodista Tirso Marín, que redactó una necrológica memorable al día siguiente de su fallecimiento.
Fotografía: Miguel Jiménez de Cisneros con su hija Consuelo. Alicante, 1958.