Por Francisco Mas-Magro y Magro.
Se hablaba en un programa de la COPE sobre la influencia del maestro en la vocación del niño o del joven.
Se hablaba, ya digo.
Me gusta escuchar la COPE, por sus ideas, por su coherencia; porque fluye un tono de verdad que emana de su lema, “la verdad os hará libres”; porque en la dictadura del General Franco, era la única emisora capaz de librarse de la rigidez del Régimen.
Entonces era “Radio Popular de Alicante. Era la Cadena de Ondas Populares de España (COPE)” y la única en la que se podía decir “algo”, con mucho cuidado, pero algo, que era mucho decir en aquel régimen. La censura apretaba, pero se pasaba de aquel modo, escondiendo lo que se podía, o atreviéndose hacer entender al censor que tachar algún verso de Miguel Hernández era en sí una aberración.
La cebolla es escarcha / cerrada y pobre.
Escarcha de tus días / y de mis noches.
Hambre y cebolla, / hielo negro y escarcha / grande y redonda.
En la cuna del hambre / mi niño estaba.
Con sangre de cebolla / se amamantaba.
Y lo entendía y lo pasaba, eso sí. ¿Cómo no podía entenderlo en estos versos? Y aunque el dedo índice se erguía amenazador, Miguel salía por las ondas el día señalado.
También amo la COPE, porque estuve implicado en ella con programas musicales, revista de letras o divulgando medicina, durante algunos años.
Bueno, esta mi edad consigue que me pierda al paso del vuelo de un moscardón. Vuelvo al tema.
El caso es que escuchando esa emisora que no vuelvo a mencionar para no irme por las ramas, emisora pequeña, coqueta y muy nuestra. ¿Verdad José María (Rosello)? ¿Verdad Rafa (Rodríguez)? Verdad, desde el cielo, Felix (Parreño)?.. Una emisora que lanzaba su voz desde el Altozano de esta nuestra ciudad de Alicante.
Bien, decía que estaba escuchando la COPE. Una locuaz locutora intervenía preguntándole a un maestro de escuela (que al parecer le van a conceder un importantísimo premio por la abnegación en su docencia –me acorde de mi hija Paula, que se deja la vida en el colegio donde enseña, en inglés, a sus muchachitos de pocos años), su opinión sobre la influencia del maestro en el futuro de los alumnitos o alumnos (ya adolescentes con las ínfulas adolescentes de las que todos hemos “disfrutado”).
La discusión, sosegada y culta, me llevó a mi juventud infantil. Analicé, como un rayo, la relación de profesores de mi vida colegial (Colegio “El Sagrado Corazón” de los Hermanos Maristas, avenida del General Mola número 5, Alicante) y sí, hubo alguno que me abrió algún camino.
El profesor de Filosofía, el hermano Víctor, me enseño a pensar (algo fundamental). El profesor de Ciencias no me enseñó nada, a pesar de ser un buen profesor. Mi profesor de Química – el hermano Julián- me inculcó la pasión por la Química.
Mas, si estudié Medicina y no Filosofía y Letras, -que era lo que me apetecía, hermano Victor “causa rei”- no fue por ignorancia de la fuerza persuasiva de este profesor al que yo, dicho de paso, apreciaba. Fue por una fuerte presión familiar. Influencia que no me permitía pensar en otra salida para este mi cuerpo.
Comparé mi bachillerato de seis años (y un repique) con el modelo actual, (mi bachillerato de Francés, Latín, Filosofía, Religión, Matemáticas, Física, Geografía Universal, Química, Historia de España, Algebra, Literatura…).
¿Qué influencia puede tener un alumno hoy, si del plan se han suprimido las asignaturas de Humanidades? Asignaturas capaces de hacer pensar y que aportan conocimientos del pasado y del presente. Son las que procuran ilustraciones básicas para un futuro.
Ya no se trata de la gran soledad del alumno abocado a decidir su futuro sin una formación completa. Formación que al menos le oriente. Se trata de que se titula a verdaderos ignorantes de los fundamentos de su vida. Su vida.
El problema viene a continuación, Oniria dixit. Estos “ignorantes” acceden a sus correspondientes puestos de trabajo, desde los que “enseñarán a la próxima generación… de ignorantes. Y así nos va.
Solamente se ama lo que se conoce. En todos los sentidos. Lo demás se llama fe. Incluso para tener fe hay que recibir las correspondientes lecciones. Se llama “evangelización”. Es un ejemplo.
Siempre la cultura debe corretear por en medio. Es fundamento de la vida y debería serlo del mundo. Qué vacías suenan las palabras emitidas por un ignorante, sobre todo si habla “ex cátedra”, arrogado de personaje de ilustre posición. Creyéndose poseedor de la “única” verdad.
Es lo que ocurre con un buen número de políticos de nuestro actual gobierno de España.
Surge, entonces la vergüenza. La bien llamada “vergüenza ajena”. La que debiera tener el personajillo arrogante y descreído que imparte lección de cultura sin conocer la cultura. Véase.
Un grupo de muchachos, escolares de una conocida escuela de mi ciudad, discutía reunidos en corro. Los vi tan animados que me acerque indiscreto. ¡Ya es un éxito que los jóvenes se reúnan para hablar de política! Lo pensé.
Gran decepción. Monográfico: fascismo versus libertad. La dictadura de Franco les quedaba tan lejana, como a mí la conquista de Granada por los Reyes Católicos. Hablaban, sin embargo, como si todos hubieran pasado por las “horcas caudinas” de aquel tiempo que el mismo tiempo ha superado.
Yo pasaba por allí y me detuve sorprendido. Pregunté, con cierto atrevimiento a los muchachos, que ¿quién de ellos había sufrido las inclemencias de la dictadura? Ya sabía que ninguno. Eran muy jóvenes. Quizás trece o catorce años.
Se me ocurrió romper el consenso bajo la pregunta: ¿Sabéis quien fue Don Pelayo? Silencio. Uno de pelo más rubiales levantó la mano. ¡Yo lo sé! lanzó al ruedo. Bien, respondí. ¿Quién fue, pues? Contestó dando un salto. ¡Un jugador del C.F. Barcelona!
Sin comentarios.
Con ese nivel de cultura, les deje opinando de algo desconocido que, tan solo, habían podido escuchar de boca de sus abuelos. O leído. (Oh, perdón. ¿Leído? Qué más quisiéramos). U oído, en la televisión de turno.
Una educación sin humanidades… Ya sabemos a lo que nos conduce. España dixit.
Ya lo dijo el filósofo norteamericano, de origen español, George Santayana: «Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo». Y para recordar es preciso leer. Es lo que les pasa a un número demasiado extenso de políticos, incluidos ministros de las cosas de comer, de España.
Y aquí me quedo. Quiero escuchar tranquilamente a Felix Mendelssohn-Bartholdy. Su Menuetto aus der Sinfonie Nr.1 c-moll op.11.
Escrito en Alicante, un buen día de otoño casi invierno de 2023.