La poetisa oriolana Ada Soriano tiene una larga y consolidada trayectoria. Empezó como codirectora de la revista literaria Empireuma y colaboradora de La Lucerna. Desde 1987 en que publicó su primer poemario, la plaqueta Anúteba, hasta este último libro que reseñamos, ha dado a la imprenta ocho poemarios con nombres tan sugestivos como Luna esplendente o sol que no se oculta, Como abrir una puerta que da al mar, Principio y fin de la soledad, Dondequiera que vague el día… editados bajo el sello de prestigiosas instituciones: Instituto Juan Gil Albert de la Diputación de Alicante, Universidad de Alicante, Biblioteca Pública Fernando de Loaces, Fundación Miguel Hernández… Finalmente (hasta el momento) no hay que olvidar sus dos volúmenes de entrevistas a poetas con el título No dejemos de hablar editados en Polibea en 2019 y 2022.
El poemario que hoy nos ocupa, Línea continua, aparece en Ars Poética y llega a mis manos como un regalo teñido de amistad, de esas amistades que se forjan cuando se comparten afanes y sensibilidades. Es un libro bellamente editado e ilustrado, con hojas de papel en ese suave tono amarillento que tanto agradecemos los lectores, sobre todo los noctámbulos. En la primera solapa aparece una bio-bibliografía de la autora acompañada de una fotografía en blanco y negro y en la solapa posterior se reproducen tres libros de la misma colección: el primero está firmado por el ilustre poeta Carlos Murciano, a quien tuve oportunidad de conocer en 1994 en ocasión de la concesión del premio Ala Delta. Es hermoso abrir un libro y reencontrarse de repente con un viejo amigo.
El prólogo de María Antonia Ortega empieza como un poema en prosa, sin duda la mejor fórmula para aproximarse a una obra lírica tan exquisita y delicada como la que nos ofrece aquí Ada.
El título del libro se inspira en un verso de Vicente Aleixandre, poeta que lo preside con una cita alusiva. Este título no es un simple homenaje al vate malagueño, sino una descripción de la estructura del poemario. Así lo expresó Esther Abellán, su presentadora de la última sesión de Alimentando lluvias, iniciativa literaria del Instituto Gil Albert. Línea continua no sería un libro de poemas, sino un libro que contiene un solo poema desmenuzado a lo largo de sus páginas. En efecto, si leemos el índice de primeros versos, tenemos la sensación de leer un único poema que es como una sinfonía donde reconocemos compases que se reproducen con sus diversas variaciones.
De ahí que en la contraportada se nos diga que «Línea continua no es un poemario al uso, sino un poema en estrofas». Yo no emplearía la palabra «estrofas», que nos retrotrae a una lírica clásica quizá ya un poco periclitada. Diría que se trata de secuencias líricas (y la palabra «secuencias» aparecerá más tarde en el texto citado). No puede ser de otro modo cuando la autora reconoce que está contando su biografía, y lo hace de manera meditada, sugestiva y llena de imaginación, porque más que una autobiografía tópica, es una etopeya lírica de sí misma, lo que en verdad intentan todos los poetas y creemos que Ada ha conseguido.
No es fácil lograr la belleza en los versos cuando se les despoja de esas apoyaturas que son el ritmo tradicional y la rima. Es preciso saber manejar muy bien el lenguaje, que sea una materia dúctil y maleable en manos del poeta. Que el lector lea los versos sin tropezarse, sin fatigarse. Ese es el logro conseguido. ¿Con qué recursos? Evidentemente, sin prescindir de la retórica. Encontramos repeticiones léxicas y de estructuras en la mayor parte de las secuencias poéticas. Esto responde también al contenido que se reitera con la hermosa reiteración de las olas del mar, de la música resonante. Y por supuesto hallamos antítesis: «Me debato entre la realidad y el sueño» y metáforas espléndidas como estas: «… su aflicción / es una herida en plena noche, / trazo de luna que no cicatriza». «Me adentro en el fulgor / de una playa de oro», «Ah el alma, / el leve peso del aliento.»
Hay una página final de Agradecimientos que nos muestra el perfil humano y ético de esta excepcional poetisa. No podemos acabar nuestra reseña sin reproducir algunos de sus versos.
El cielo fue un murmullo
de vidas sorprendidas
por la muerte.
Sí, aquella noche
el cielo estaba poblado
de estrellas.