LA SEMILLA DEL TIEMPO de Rafaela Lillo

Rafaela Lillo Moreno es una alicantina licenciada en Filologia Hispanica que ha consagrado su vida a la docencia, la formación y la escritura, especialmente la poesía. Ha colaborado en libros de texto de Mc Graw-Hill, en diversos programas didácticos de la Generalitat Valenciana (incluyendo una guía del Museo Arqueológico de Villena) y fue cofundadora y actualmente redactora de la revista Auca.

Sirva esta brevísima presentación para darnos idea de que estamos ante una poetisa cultivada y sensible, que se inspira en las experiencias de su vida, no todas fáciles, y en las voces de otros poetas a quienes cita (Rilke, Borges, Octavio Paz…). Su libro La semilla del tiempo ha cumplido ya casi veinte años, pero la poesía no es árbol de hoja caduca, y para mí ha sido un descubrimiento, puesto que en la época en que este libro se publicó (2006) yo ni siquiera vivía en España.

El libro ha llegado a mis manos por cortesía de su autora, que me lo ha ofrecido dedicado. Y con su autora me ha puesto en contacto una buena amiga a la que ya conocen los lectores de El Cantarano porque protagonizó una entrevista el año pasado: la matemática, artista y mecenas Carmen Santisteban, presidenta de la Fundación que lleva su nombre. Este poemario aparece en una editorial estrictamente femenina como es Torremozas. Su título se toma de uno de los primeros poemas: «La semilla del tiempo / ha estallado en el aire». El tiempo, relacionado con espacios como el mar o la ciudad, con el olvido y con los recuerdos, constituye el eje temático del poemario.

Tiene de peculiar este poemario que su Preludio no es un prólogo al uso, sino un poema donde la autora trata de definir la intención de sus versos. El libro se estructura en cinco partes tituladas con frases, algunas nominales, que semejan versos, que seguramente lo son: Fábula, El rostro que te mira, La vida se armoniza en sus contrastes, Contingencias y En el final del círculo. Y en efecto, el último poema empieza con el último verso del primero: «Yo quisiera escapar de este corazón mío». Reproducimos sus últimos versos:

Ajado corazón,
qué testimonio das de incertidumbre
allí en lo más recóndito,
donde titila el poso de la vida.

Ajado corazón avaricioso,
solo te pido calma.

Confiamos en que esta breve reseña anime a la autora a seguir escribiendo, porque cada día ofrece al poeta una nueva ocasión para el verso.

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