Ofrecemos unos textos literarios reivindicativos del papel de la mujer en la Iglesia a cargo de Marciana Molina López, doctora en Sociología, sanitaria, teóloga, profesora de Religión de enseñanza media y profesora universitaria de Ética.
Recordando, recordando…
Pobres actores.
Por creerse dioses
dejan de ser dioses.
Alejandro Jodorowski
En Misa, los actores
en alto, en el escenario
con vestidos sagrados al lado de sagrario.
Solo varones.
Bajando los escalones,
muy atentas, las espectadoras,
casi todas mujeres son.
Adoradoras.
Recordando, recordando…
Me parece a mí
teatro griego.
Varones disfrazados actuando.
¿Será necesario aplaudir?
¿Es ésta la mesa del Señor?
Pablo diría: «No».
Jesús haría un látigo y…
Mejor no seguir.
Tabla redonda
En la tabla redonda
de los hombres,
eminencias púrpuras,
se reparten ente ellos:
el poder, el pan, el dinero…
Ellos, los únicos, los primeros.
Un pan amasado
en artesa de mujer,
con nombre: Juana, Susana, María.
Un pan con aromas de mujer.
Un pan tierno y cubierto
con mantilla de blonda.
No me gusta la tabla redonda
con sitios para varones
donde no hay lugar abierto
para engalanada matrona.
Palabra de libertad
Donde tiembla mi voz,
el comienzo del poema.
Leopoldo María Panero
Y tú, Benedicto, bien me pareces
de las revistas del corazón:
modelos variados de sombreros,
¿cómo me pongo,
de frente o de espaldas?
La Misa, ¿mejor mirando al frente
o de cara a la pared?
Y ahora, lista de pecados,
los de los demás,
sociedad pecadora,
¡faltaría más!, uno es Santidad;
quito y pongo de aquí para allá.
¡Un poco de seriedad!
¡Algo más de caridad!
Jesús, sabio maestro, decía:
«Por vuestras obras os conocerán».
Dejaos ya de tanta palabrería.
¡Algo más de caridad!
Nosotras seguimos en el ojo de huracán.
De ti, Sumo Pontífice de Roma,
no quiero palabrería que me adula
ni decretos que me anulan.
Quiero caridad que me encumbra.
Quiero el amor que me alumbra.
Quiero palabra nueva,
quiero palabra novedosa
de un Maestro que me traía
«buenas noticias» y mi vida vacía
de esperanza se llenaba.
Palabra que desbordaba
los límites de la libertad.
¡Roma! ¿Dónde tus profetas?
Jerusalén, Jerusalén, que matas a tus profetas y apedreas a los que se te envían!¡Cuántas veces he querido a tus hijos como la gallina reúne a sus polluelos debajo de sus alas, y tú no los has querido! Pues bien, vuestra casa se os quedará vacía. Y yo os digo que ya no me veréis hasta que llegue el tiempo en que digáis: «Bendito sea el que viene en nombre del Señor».
Lucas, 13, 34-35
Roma, Roma,
Ciudad de la Cristiandad,
¿dónde olvidaste a tus profetas?
¿En qué lugar quedaron tiritando de frío?
Olas levantas sobre ellos, de tempestad.
Mis hijos has desperdigado al viento, veletas.
Mis hijas, rostro desconocido, huyen en río.
Roma, Roma,
mundano trono papal.
Te llamas Madre y… ni amiga.
Has plegado tus alas, ya no vuelas.
Tu hogar de pan, otrora justo y cabal,
hoy vacío, solo señoras de vieja liga.
Silencias, apartas, no me reconoces. ¡Helas!
¡Roma, Roma, siempre piramidal!
Textos extraídos del libro de Marciana Molina López Recuerdos elegantes para hoy. 2020. Ed. Punto rojo.
Ilustración: Archivo fotográfico de C.J. Cisneros