LA CUEVA “EL SOPLAO” (CANTABRIA) UN MAGNÍFICO EJEMPLO NATURAL DE ABSTRACCIÓN GEOMÉTRICA

Texto de Lluís Soler

Fotografías de Salvador A. Marcilla

En el recién viaje a Cantabria tuve oportunidad de conocer –por sorpresa- esta cueva en la que descubrí, emulando a Howard Carter “cosas maravillosas”.

Tras una generosa comida en San Vicente de la Barquera, emprendí – con cierta añoranza de reparadora siesta- con el grupo de amigos/as, el serpenteante y bellísimo ascenso hasta la mina, objeto de la excursión, con intención de visitarla, sin comprender el empeño del colega Salvador.

Montados en humildes, frías y húmedas vagonetas, nos introducimos, por una oscura boca, en la misteriosa madriguera.


Llegados a una amplia sala, desciendo, con desgana, y siguiendo los pasos de nuestro joven guía, camino una galería débilmente iluminada hasta un recinto envuelto por una negra capa, excitante e incierta.


Mientras nos ubicamos adecuadamente, pensé, por instante largo, en la necesidad que impelía al joven a penetrar, cada día, en esta ingrata y profunda soledad; en la mirada perdida del padre que, a cambio de un jornal, entregaba la alegría de su energía vital.

El azar quiso que una mañana, el pico, sujeto a la ruda mano obrera, golpease en falso hundiéndose, sin esfuerzo, en la tierra. El siguiente –momento decisivo e histórico- alteró por completo el destino de la cuadrilla y la mina. Tras aquel venturoso impacto, un soplo de aire refrescó el reseco rostro del minero.

Con ahínco abrieron un gran boquete, aumentando considerablemente la corriente, señal inequívoca de haber hallado el vacío de una cueva. La curiosidad les empujó a mirar, con la escasa luz de unas bujías, qué había tras aquella ventana abierta a lo desconocido.


Al encenderse las luces y retirar el velo que nos impedía ver, descubro esta verdadera y auténtica galería de arte.


Sobresaltado, contemplo admirado su viva belleza oculta, no contaminada, protegida y pura, construida, gota a gota por la acción laboriosa, paciente, constante y continua del agua carbonatada.


Trascribir aquella emoción, que aún conservo, obliga recurrir al soneto Correspondances (Flores del Mal de Baudelaire) y del cual copio el primer cuarteto:

La nature est un temple où de vivants piliers
Laissent parfois sortir de confuses paroles;
L’homme y passe à travers des forets de symboles
Qui l’observent avec des regards familiers.

El poeta describe magistralmente lo que quiero expresar. El techo, el suelo, las paredes de estas oquedades angostas –gracias a la involuntaria mano del agua en su caminar gravitacional por las diferentes capas de rocas y piedras- plasman formas elegantes y delicadas, un mundo propio, ajeno a la concepción convencional de la belleza, que me llena y calma el deseo insaciable por entender lo que de inefable encierra el arte.


Al escribir la frase advierto que sin explicar qué entiendo por arte difícilmente podrá conocerse lo que esconde. Podría responder, sin gran dificultad, que arte es la expresión de la belleza. Palabra que obliga otra definición y no me sirve aquello del reflejo divino pues entonces estaría en un callejón de punto final.


Me refugio en el poeta Keats quien asocia belleza con verdad y viceversa para concluir que el hecho primordial es el principio de todas las bellezas particulares. Muy bien, pero sigo en idéntico callejón.

Schopenhauer puntualiza: “Toda obra de arte tiende realmente a mostrarnos la vida y las cosas como son en verdad, solo que, debido a la bruma de contingencias objetivas y subjetivas, no todo el mundo puede percibirlas inmediatamente”. Resulta por tanto evidente que la clave está es saber que es la verdad y acudo a alguien autorizado, Unamuno quien en 1906 escribe: ¿qué es la verdad?


Como punto de partida, dice don Miguel, recurro a mi maestro, fray Zeferino González –uno de los hombres que más tonterías han escrito en España- que habla de verdad metafísica, lógica y moral. La primera es la realidad objetiva de las cosas, en cuento éstas, por medio de su esencia, corresponden a la idea típica de las mismas, preexistente ab aeterno en el entendimiento divino. La segunda es la conformidad o ecuación del entendimiento como cognoscente con la cosa conocida y la tercera la conformidad o ecuación del lenguaje externo con el juicio interno del sujeto. Tal vez, amigos lectores receléis que esta verdad de don Zeferino no sea bella, al menos para mí no lo es.

Así que sigo indagando y obtengo esta contundente respuesta:

Belleza es atributo –relativo y subjetivo- que un ser humano atribuye a un objeto.

Tiene que ver con sensibilidad individual con cánones estéticos adquiridos. Aquí ya hallo algo más sólido, sin embargo me pregunto cuales serán esos cánones. Entonces recuerdo el canto de las Musas en las bodas de Cadmos y Armonía:

El que es bello es amado y el que no es bello no es amado, estableciendo el afecto como norma de belleza.

Safo y Praxíteles complementan a las Musas de esta manera:

Quien es bello lo es mientras está bajo los ojos, quien además es bueno lo es ahora y lo será después.

Estas cualidades se verán aumentadas con Platón, quien siguiendo a Pitágoras, añadirá la proporción y la armonía. Las cosas están ordenadas porque en ellas se cumplen leyes matemáticas que son condición de belleza.


Ya en nuestros días Antonio Ruiz de Elvira (catedrático de física) señala:

Algunos científicos estudian (física) para descubrir la belleza implícita en la naturaleza cuando se hace patente por medio de leyes formuladas matemáticamente.

Y Palazuelo: Las matemáticas son el lenguaje de la naturaleza, y si no se habla ese lenguaje no se podrá apreciar su misteriosa belleza.

Ahora, de la mano de estos amables amigos/as me hago idea que la presencia de la mejor geometría, impresa por la naturaleza en estas galerías, es belleza. Kant opina que una rosa bella nos agrada, pero no porque necesariamente queramos comérnosla o siquiera cogerla para un ramo. Lo bello se manifiesta, de forma individual en lo que denomina intencionalidad sin intención.


Tras esta aproximación al arte y la belleza resta concretar el término abstracción (del latín abs, separación y tractus, trecho; algo que se aleja de la apariencia externa, que busca lo determinante de la forma) para lo cual me apoyo en Kandinsky quien en su obra expresa una clara tendencia hacia la plenitud gracias al color frente todo intento de profundidad o perspectiva.

Lo figurativo ya no responde a las “explosiones” íntimas que necesitan otros formatos expresivos, así lo abstracto, sustituirá a la imagen, copia de lo visible externamente. Un proceso basado en la fría geometría capaz de visualizar espacios irreales manteniendo un orden, un equilibrio, pero sobre todo liberando el color de la cadena que lo sujeta al objeto.


Su concepto de abstracción se fundamenta en la teoría de Wihelm Worringer según la cual las leyes del Renacimiento no son válidas para considerar las manifestaciones artísticas de otras culturas.

A todo esto añadir que tanto Kandinsky como Mondrian aplican a la pintura el modelo teosófico que subyace tras las diferentes religiones, buscando lo universal que viene a decir:

La creencia en una realidad esencial oculta tras las apariencias, proporciona una obvia racionalidad al arte abstracto”.

Pero es que sobre los primeros años del siglo pasado flotaban ráfagas de esoterismo, teosofía y numerología… pasando del simbolismo a la abstracción, de las convenciones euclidianas al cubismo, de la realidad a la utopía.

Palazuelo lo expresa de forma similar:

Hay fenómenos que no son accesibles a nuestro conocimiento y, por tanto son inefables, fenómenos que, por pertenecer a otro orden quedan ocultos y no es posible reducirlos a las leyes de la lógica y del lenguaje.”

Así pues, con estas premisas, contemplo absorto el resultado geométrico, fruto no intencionado de la acción de la aguas. En absoluto hallo copia expresa de lo externo y si visualizo espacios, formas irreales llenas de orden y equilibrio.

En aquella galería se escenifican con total significado las palabras de todos estos artistas capaces de romper -para ampliar- el universo del arte, algo así como lo sucedido entre la física clásica y la cuántica… reflejos del macro y micro cosmos alquimista.

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