IMPIDEN A UN SER HUMANO DE RAZA BLANCA QUE TRADUZCA A UNA POETISA NEGRA

La noticia: la escritora blanca no binaria holandesa Marieke Lucas Rijneveld, presionada por voces discordantes en redes sociales contra ella y contra la editorial Meulenhoff por haberla elegido, renuncia a traducir al neerlandés a la poetisa negra estadounidense Amanda Gorman. Hay que decir que fue Gorman quien propuso a Rijneveld como traductora. El caso es que ahora se busca un nuevo perfil de traductora que, por supuesto, ha de ser mujer (no un ser no binario como Rijneveld), joven (no conozco la frontera de edad máxima: ¿25 años? Amanda Gorman tiene 22) y sobre todo negra.

Si una escritora blanca no puede traducir a una negra, entonces una mujer no podrá analizar la obra de un hombre, un homosexual no podrá escribir sobre heterosexuales, un extranjero no podrá estudiar un país que no sea el suyo (con lo cual derribamos de un plumazo la inmensa e imprescindible obra de los hispanistas). Estamos llegando a un surrealismo ontológico fuera de toda ética, que confunde esencia (ser humano) con accidente (raza, sexo, lengua, origen…).

Si las redes sociales pueden impedir el ejercicio libre de actividades intelectuales y artísticas como la traducción literaria, hay que revisar y legislar sobre las redes sociales. Ese invento de doble filo que puede llevar y lleva en ocasiones a la distorsión de la realidad, la manipulación ideológica y sentimentaloide, el acoso e incluso la muerte en gente frágil (jóvenes y adolescentes, personas depresivas, etc.).

Grave no, gravísima nos parece esta nueva inquisición de la ultracorrección política. La historia la desmiente. Una mujer blanca escribió una novela sobre negros que ha hecho más por su integración que todas las leyes antiracistas: Harriet Beecher Stowe, autora de La cabaña del Tío Tom, donde se atrevía a presentar a los negros como seres humanos con sentimientos, capaces de enamorarse, establecer lazos familiares, etc. Seguramente la surinamesa J. D., que ha sido la principal instigadora de que Marieke no traduzca a Amanda, no la habrá leído y por eso piensa como piensa. La influencia de los ignorantes que gritan más que los sabios produce terror y pasmo.

Seguimos. Un escritor canario ha sido quien mejor ha narrado Madrid: Benito Pérez Galdós, quien, por cierto, tradujo a Dickens. ¿Cómo osó, si él era un solterón y Dickens un hombre casado, con familia numerosa y amante cuasi legalizada? Pues ahí está su monumental edición de Los papeles póstumos del club Pickwick. Otro escritor que nunca salió de Europa (salvo su breve escapada a Tánger, entonces casi Europa) escribió las mejores novelas de aventuras ambientadas en el fondo de los mares, el interior de la tierra, las islas del Pacífico, los continentes de Asia, África y América… Hasta se atrevió a contar un viaje a la luna muchos años antes del Apolo XI: se llamaba Julio Verne. Y en fin, una mujer que no conoció la maternidad escribió algunos de los poemas más hermosos dedicados a los niños en lengua española: Gabriela Mistral.

Podríamos continuar casi indefinidamente. Redactaríamos la historia de la cultura y de las ciencias que no habría sido posible si se hubiera practicado este misterioso ritual de amputación intelectual, de limitación funcional que ahora se propone. ¿Qué se pretende? ¿Que los blancos escriban para blancos y sobre blancos y los negros escriban para negros y sobre negros? ¿Por qué nadie alza su voz para combatir esta diabólica posición seudoprogresista que, finalmente, ataca la libertad y la dignidad del ser humano sea cual sea el color de su piel?

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