Amiga querida y recordada: Tuvimos el placer de conocerte y aprender de tu entusiasmo. Disfrutamos con tus ponencias siempre amenas e interesantes y saboreamos encuentros y charlas entrañables. Pero teníamos muchas cosas aún por compartir y realizar. Ambas coincidíamos en la pasión por el francés. Con Antonio, vuestros intercambios y reflexiones nos enriquecían a los tres. Los dos erais poetas y entregados a la difusión de la cultura.
Nos alegra haberte encontrado. Sigues aquí, en nuestro jardín donde tuvimos un lindo encuentro y el 17 de marzo ese innovador proyecto de unir ciencia y poesía se llevará a cabo. Estarás junto a Antonio que presentará tu idea. La víspera de tu ausencia le enviaste dos poemas. Le cedo la pluma porque sé que le impactaron y sólo él puede ahora dialogar contigo sobre ellos:
Sí, apreciada Consuelo, estuvimos el día 4 de diciembre en la Sala Rafael Altamira de la Sede Universitaria de la Ciudad, en donde tú tantas veces brillaste con tu palabra, y ahí —en el homenaje que te brindaron— leí los dos poemas, “Amor” e “Inmortalidad”, que tú me enviaste el 2 de agosto; ese mismo día me impresionó tu calidad estética, pero después al conocer tu precipitada marcha me afectó enormemente su contenido: lo considero así desde entonces tu testamento literario y te aseguro que el último terceto de tu entrega poética —El único consuelo permitido / es la inmortalidad de la escritura: / lo que nos pone a salvo del olvido.— se recordará para siempre, porque tanto tus versos como tú estáis “a salvo del olvido”. Un inmenso abrazo.
Amiga querida, siempre serás recordada.
Mamen Sotillos y Antonio Cillóniz.