Queridos amigos de Consuelo, alto honor siento al compartir con todos vosotros este reconocimiento a la insigne catedrática de lengua española de enseñanza media Consuelo Jiménez de Cisneros y Baudín. Sé Consuelo que nos estás escuchando, que lleguen hasta ti nuestras voces y el inmenso cariño que de ellas brota.
Intentar resumir los pasos de esta alicantina llena de vitalidad, ilusiones y proyectos a lo largo de sus 68 años, es tarea ardua. Arrebatada de la vida hace hoy poco más de un centenar de días, elijo empezar por su presente y su futuro, por recordar su recorrido literario, su amplio abanico de publicaciones, con más de cincuenta títulos editados desde el año 1974 y casi 4000 páginas escritas en español, valenciano, gallego, francés, dedicadas a narrativa infantil y juvenil, material didáctico, investigaciones, prosa, poemarios y colaboraciones en revistas y libros. También nos brinda, como experta conocedora de las nuevas herramientas tecnológicas y de comunicación, su página web, el cantarano.com, un prolijo y fecundo recopilatorio de sus pensamientos, entrevistas, actividades… y las de su abuelo, el geólogo y paleontólogo Daniel Jiménez de Cisneros quien, además, da nombre a este valioso cofre en internet. Consuelo siempre portó el estandarte “cisneriano” y siguió incansable los pasos de su abuelo en la búsqueda y difusión de su legado.
Encantadora de la Comunicación —quería haber sido periodista—, era vital para Consuelo mantener una gran unión con su público, al que interpelaba en busca de mejoras. Su vasto conocimiento literario, acompañado de un avezado despliegue de lenguas hacía de sus conferencias jardines llenos de talento e ingenio, serpeados de alusiones y frases en el idioma original de quien las hubiera creado.
El número uno, aunque no lo buscara Consuelo, fue una constante en su vida; su madre —con el mismo nombre que su hija— siempre le exigía ser la mejor y la primera; fue también quien a los 5 años enseñó a leer a Consuelo. Los libros eran su mirador abierto al mundo, convertían su habitación sin ventanas en una con vistas esplendorosas. A los ocho años escribió su primer villancico, dedicado a la Santina, la Virgen de Covadonga, en los Salesianos alicantinos —su abuela paterna era asturiana—. Y el primer poemario lo escribió mientras cursaba primero de bachiller en las Teresianas de Alicante. A los 14 años, recibe el Premio Nacional de poesía juvenil, al que seguirán más de una veintena de galardones a lo largo de su trayectoria literaria y comprometida con la difusión cultural. A los 19 publica su primer libro y antes de cumplir el cuarto de siglo, aprueba las oposiciones estatales de Lengua y Literatura con el número uno de su especialidad, trasladándose a Francia para realizar sus prácticas en el Liceo Español en París y convirtiéndose en la funcionaria española más joven del Ministerio de Educación destinada en el exterior. Después llegaría su trabajo docente, sociocultural y didáctico durante más de tres décadas en Holanda, Luxemburgo y Marruecos; decía sentirse un poco cosmopolita. Cuando tenía 30 nace en Alicante Daniel, su primer hijo y, un año más tarde, en Holanda, Joaquín. Feliz con sus hijos, y siempre implicada en la educación y la enseñanza, sigue aportando su experiencia en este ámbito en los centros educativos donde imparte magisterio. Con más de 60 años llegaron sus nietos, a quienes tenía incrustados en su corazón y por quienes sentía un amor inexplicable a esas alturas de la vida, según su propia expresión.
Con su padre, Miguel Jiménez de Cisneros, recorrió todos los rincones de la capital alicantina y aprendió a quererlos, desde el Porrate de San Antón hasta las Hogueras pasando por la plaza de toros y todas las tradiciones de la terreta; él era muy sociable y estaba pleno de alegría de vivir y buen humor. Consuelo decía que a pocas personas más bondadosas que su padre había conocido; de él también aprendió a encarar la vida con tan buen temple. Abogado de profesión e inspector de policía, firmaba como Benaluense sus artículos en la prensa de la época.
Mostraba su agradecimiento por haberse criado sin televisión, sin teléfono, sin internet, por jugar en la calle; hoy —decía— veo los parques vacíos, sin niños. Estudió solfeo y piano hasta los 14 años, cuando supo que quería escribir. La música —expresaba— es el lenguaje universal y la poesía es dotar de música las palabras. Con su tía —María Josefa Baudín— aprendió a tocar el órgano y a que existe un amor totalmente desinteresado, capaz de darlo todo, como el que también recibiera de su abuela materna, Maura. Consuelo explicaba que, a medida que crecía, iba reeducándose, eligiendo de entre los valores que le habían transmitido, cuáles le valían y cuáles no.
Creaba hogar en tres lugares diferentes: Alicante, Madrid y Galicia. Estaba viviendo su edad dorada, con algún problema, pero los iba resolviendo, que es lo bueno. Era su edad bien vivida, con salud, con ilusiones y, por supuesto, rodeada de personas, porque si no tienes familia, amigos en tu entorno, entonces sí que no tienes nada, sentenciaba.
Agradecías a tu abuelo Daniel haber dejado dos libros de memorias, que te mantenían cerca de él aún sin haberle conocido. Nosotros también agradecemos tu testigo literario y periodístico.
Descansa en paz, Consuelo. Tu palabra, tu voz y tu entrega nos acompañarán siempre.
Elvira Rodríguez