DOS MICRORRELATOS de Zizi Kessler

La argentina Zizi Kessler, profesora de Lengua, Literatura y Latín, estudiosa de Lingüística y Arte, ciudadana del mundo y viajera incansable, cultiva la creación literaria en español y en francés. Colabora en diversos medios de comunicación argentinos y españoles y ha obtenido el Premio de Poesía Albert Camus de la Alianza Francesa de Olavarría. Con estos dos microrrelatos inaugura su colaboración en «El Cantarano».

LA DIVINA

Viví a principios del Siglo pasado, aquí en estas tierras de sol apretado y sinuoso que se burla de las callejuelas estrechas. No soy simplemente un cartel, sino la mujer que pensó en poner allí una venta de artesanías caseras que horneábamos durante la noche para delicia de los madrugadores que pasaban como sombra de esperanza rumbo a la campiña. Los años dieron lugar a una costumbre bendita: la de trabajar, que era como respirar, más o menos. No concebíamos la vida de otra manera que no fuera esa. Y éramos felices a nuestro modo. Nuestros hijos se fueron a América porque imaginaron horizontes de pampa y sol. Allá se afincaron como robles y a destajo hicieron de la tierra vergeles de comida sana y noble. Nunca más los vi. Pero el cartel soy yo, que permanezco siempre aquí, a la espera de la visita de mis herederos que algún día volverán asombrados a comprobar que el paso del tiempo es una ficción y la mejor burla para los que miden con números las cosas del alma: el árbol genealógico vive siempre, hasta en el fruto ya caído en la tierra lejana.

Fotografía Propiedad de Zizi Kessler. Ciervo. Liguria, Italia.

LA VENTANA

Guardo los soles y las risas de niños que dieron vida a caballos y calesitas de madera. Abierta, fui la que besó el aire fresco del lago y permitió que algún juguete volara a tierra cuando en las tórridas jornadas de verano venían otros niños a la casa. Fui testigo de cantos, riñas, llantos y gritos de alucinadas apariciones en juegos clandestinos. Tuve cortinas de encaje a bolillos hecho por manos de hada que no treparon jamás hasta mi buhardilla, pero que sí la vistieron con la magia de la artesanía casera. Los tiempos me permitieron guardar la primera lágrima de una adolescente y los tímidos secretos de un incipiente hombrecito. Los años me dejaron aquí, sola, mirando las aguas que hablan en una lengua que pocos entienden. Hoy los encajes son una simple tela de lino que ayuda a rememorar mi pasado, cuando discretamente la pliegan sobre mi rostro absorto. Permanezco fiel a los recuerdos que atesoro celosamente porque viví con ellos los mejores años de mi vida. Y siempre soy la primera que ve el regreso, por los caminos cercanos, de aquellos que un día fueron mis fieles compañeros.

Fotografía de Zizi Kessler. Villa Bernasconi. Cernobbio. Lago di Como. Italia.

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