ACUARIOS. EL FONDO DEL MAR AL ALCANCE DE TODOS

En el fondo del mar hay una casa de cristal.
A una avenida de madréporas da…

Alfonsina Storni

Tras el trágico accidente del Titán ocurrido el verano pasado, los fondos marinos volvieron a ponerse en primera línea del interés público. Además de inspirar toda clase de fantasías literarias, desde los versos del «Cementerio marino» de Paul Valéry hasta la impactante historia del Capitán Nemo en «Veinte mil leguas de viaje submarino», el mundo submarino constituye la mayor tentación para la exploración, tanto aventurera como científica, ya sea en vehículos submarinos o mediante trajes especiales como las escafandras. Los auténticos amantes del mar no se conforman con navegar por su superficie, sino que sueñan con descender a lo más profundo, pese a los riesgos que esto conlleva.

Sin embargo, hay una forma de aproximarse, infinitamente más cómoda y segura, aunque desde luego no conlleva el plus de experiencia del que se adentra en las profundidades marinas. Hablo de los acuarios, esos lugares misteriosos, con las luces siempre a medio gas, con ese olor especial que solo trae el mar y sus productos. Parecen una mezcla de atracción de feria y exposición científica, un zoo de peces siempre apto para una excursión colegial o familiar.

Son sitios absolutamente seguros (lo peor que puede suceder sería un resbalón en el suelo húmedo), tranquilos (no suelen estar repletos de gente), evocadores y relajantes (su colorido y la adecuada música ambiental proporcionan un exquisito sosiego). Tengo por costumbre visitar los acuarios en los lugares de costa donde los hay, que son muchos. He perdido la cuenta de todos los que he podido disfrutar a lo largo de los años. Desde los más espectaculares, con tiburones por encima de nuestras cabezas, hasta los más sencillos, de diminutos pueblos costeros. Las fotos que aquí reproduzco provienen del de Santander. Y sin salir de la cornisa cantábrica, encontramos acuarios en todas las comunidades autónomas norteñas: en San Sebastián, Guetxo, Gijón, Finisterre. Quien prefiera el sur, encontrará en Almuñécar, Granada, otro precioso acuario. Y si opta por el este, los hay en Valencia (Ciudad de las Artes y las Ciencias) y en Barcelona. Al oeste hay que cruzar frontera y visitar el de Lisboa. Señalemos como una rareza, por estar en una ciudad interior, el acuario de Zaragoza. Así que los residentes en la península ibérica no se pueden quejar en cuanto a la cantidad y calidad de acuarios visitables.

Con estas sencillas fotografías animo a todos a cultivar el arte contemplativo de los acuarios. Donde los peces, tan cerca, tan lejos, son capaces de inspirar cuentos como aquel terrible de Cortázar en el que el hombre observador se convertía en pez observado. Para quienes buscan inspiración, o simplemente pasar un buen rato, recomiendo visitar acuarios.

Texto y fotos: Consuelo Jiménez de Cisneros

error: Content is protected !!
Este sitio utiliza cookies para ofrecerle una mejor experiencia de navegación. Al navegar por este sitio web, aceptas el uso que hacemos de las cookies.