Autora: Consuelo Jiménez de Cisneros.
Empieza un nuevo curso escolar y España es el único país del mundo donde hay regiones en las que no se estudia en la lengua común del país, que, en nuestro caso, es el español. Una lengua cuyo uso no se permite en determinadas regiones de España: ni en la enseñanza ni en la vida cotidiana.
Las lenguas sirven para comunicarse. El español, esa lengua que en Cataluña les prohíben usar a los niños en el aula y en el patio y por la que sancionan a los comerciantes que la emplean, es, en el mundo, la segunda lengua más usada en las redes sociales y la segunda con mayor número de hablantes nativos. Un político responsable no odia ni desprecia ni arrincona una lengua para promocionar otra.
El castellano como lengua común ha sido extraordinariamente útil en nuestra Historia y en la de la Humanidad. Este año celebramos el quinto centenario del primer gramático que se dio cuenta de su potencial, el andaluz Elio Antonio de Nebrija (o Lebrija según recientes estudios). Asociar la lengua española con un imperio o con una dictadura, a estas alturas, es totalmente ridículo. No lo hacen los franceses ni los ingleses ni los alemanes con sus lenguas respectivas, todos ellos con los mismos y mayores motivos que podríamos tener los españoles.
¿Por qué no abogar por el bilingüismo en donde se precise? El bilingüismo supone la convivencia armoniosa de dos lenguas en contacto. La diglosia es la prevalencia de una lengua sobre otra, con varios niveles y formas de hostigamiento. En ciertas regiones españolas donde hay más de una lengua oficial, es un hecho constatable que no se da bilingüismo, sino diglosia en contra del castellano.
Vemos ejemplos de esa persecución y menosprecio de la lengua española en todos los ámbitos, pero de manera especial en la política y la educación. Respecto a la política, los nacionalistas no se conforman con usar sus lenguas minoritarias en el Senado: también han querido usarlas en el Congreso de Diputados, sin pensar si son o no comprendidos, porque para ellos la lengua no es un instrumento de comunicación, sino un arma política, y no reparan en el coste económico ni en las molestias de la traducción simultánea. Afortunadamente, todos los partidos, excepto los nacionalistas y la extrema izquierda, se opusieron a esa propuesta: PSOE, PP, CIUDADANOS y VOX votaron en contra y el sentido común se impuso.
Si leemos la prensa, parece que Cataluña es la comunidad autónoma más problemática desde el punto de vista lingüístico. Amo profundamente la lengua catalana y su literatura, y me duele que los nacionalistas catalanes la enfrenten con el castellano como si fuera incompatible usar las dos lenguas. Me comentaba una profesora que sufrió la experiencia de trabajar en un centro educativo catalán que a los niños no se les atiende si hablan en castellano. Se les contesta en catalán y se les fuerza a usar el catalán aunque no sea su lengua materna. El castellano o español ya no se puede usar como lengua vehicular en la enseñanza de ningún nivel en Cataluña. La Generalitat no respeta ni siquiera ese raquítico y vergonzoso 25% de castellano y no tiene reparos en oponerse a las sentencias del Tribunal Supremo, con una impunidad escandalosa.
Un 97,2 % de alumnos de Selectividad eligieron el catalán para hacer las pruebas. La mayoría por miedo, porque viven en un estado de terror donde los que hablan español están mal vistos y son claramente perjudicados. Pues otra razón no se concibe. ¿Pasarán sus Erasmus en la costa catalana? Deberían conocer los límites geográficos, legales, reales de esa lengua regional impuesta por la fuerza, que ha pasado de mérito a requisito para poder trabajar en algunas comunidades autónomas. No puede haber nada más antidemocrático.
Noticia del verano fue la declaración de las lenguas regionales (catalán, gallego y vasco) como víctimas de la represión de la posguerra en ese invento sectario (así lo llama Andrés Trapiello) que se denomina «Memoria democrática». Es cierto que no se autorizaba su uso administrativo, pero literaria, cultural y socialmente siguieron usándose sin la menor oposición. Es larguísima la lista de publicaciones de libros magníficos de todos los géneros literarios que se editaron desde 1940 hasta 1975 y que demuestran hasta qué punto mienten los fanáticos nacionalistas. En España se publicaba durante la Dictadura en catalán, en valenciano, en gallego y en vasco. Las Hogueras de San Juan de Alicante tenían la mayor parte de los letreros de sus monumentos escritos en valenciano sin que nadie lo impidiera ni lo criticara, y eso lo he presenciado desde mi infancia.
Y hablando de Alicante, voy a dar un ejemplo que desmiente la falacia de que en la época franquista no se podía publicar nada más que en castellano. Para ello me baso en la revista cultural alicantina más importante de los años sesenta y setenta, en plena dictadura franquista. Hablamos de la Revista del Instituto de Estudios Alicantinos que en enero de 1970 publica un artículo en valenciano precisamente sobre bilingüismo: El nostre bilingüisme. A la recerca de la harmonía idiomàtica de Jordi Valor i Serra y unos textos poéticos en valenciano del poeta alcoyano que tuve el privilegio de conocer en persona Joan Valls, a quien nadie impidió escribir, recitar y publicar en valenciano: Prec en la boira. Hereu de solituds. Home d’amor. Al año siguiente, 1971, Jordi Valor i Serra vuelve a publicar otro artículo en valenciano: El Pare Melcior de Benissa i la «Mare de Deu». Todo el mundo veía natural que se publicaran artículos y textos en valenciano y nadie lo prohibía ni se escandalizaba por ello. En 1972 Vicente Martínez Morellà, director de publicaciones de la CAPA (Caja de Ahorros Provincial de Alicante) que también publicó libros en valenciano, reseña el I Congreso de Historia del País Valenciano. Y así podríamos seguir.
La coexistencia pacífica y enriquecedora siempre es preferible a la agresión y al maltrato, y esto que vale para las personas vale también para las lenguas. Que así sea.
Ilustración: Mapa de España con la bandera y el escudo constitucional. Pixabay