El 26 de julio se celebra en España y en varios países de cultura cristiana el Día de los Abuelos, complementario de los días dedicados al padre y a la madre en el calendario anual. Se eligió esa fecha por ser el día en que la Iglesia Católica recuerda a San Joaquín y Santa Ana, madres de María, la madre de Jesús, y abuelos, por tanto, de Jesucristo.
Es bueno insistir en la importancia de los abuelos en la vida familiar y en la crianza de los nietos. Hoy en día, hay familias en las que los abuelos son indispensables para el buen funcionamiento de la rutina domestica, por ejemplo cuando los padres trabajan y alguien -y quién mejor que los abuelos, si su salud se lo permite- ha de hacerse cargo de los pequeños de la casa. Por otra parte, la aportación que los abuelos proporcionan a sus nietos desde el punto de vista de la transmisión cultural de tradiciones, canciones, historias, dichos, costumbres, sensibilidad artística y moral, tiene un valor inconmensurable.
La literatura, tanto la dedicada a la infancia como la general, se ha parado a menudo ante las figuras del abuelo y la abuela. En la literatura infantil hallamos buenos ejemplos: desde el cuento de Caperucita, donde la abuela tiene un rol esencial, hasta las novelas de Heidi, de la escritora suiza Juana Spyri, que reivindican la función educativa y sentimental de los abuelos (el abuelo de la protagonista y la abuela de su amigo Pedro). En la literatura infantil clásica española encontramos abuelos en las novelas de Celia, escritas por la madrileña Elena Fortún. El abuelo castellano de la niña protagonista tiene un papel esencial en algunas novelas de la serie, y en una de ellas aparece también el abuelo de una amiga de Celia, actor jubilado que guardaba un baúl de disfraces con el que las niñas jugaban y soñaban.
En la literatura clásica española hay una novela esencial de Galdós que se titula precisamente así: El abuelo, donde se cuenta la historia de un abuelo con dos nietas de las cuales solo una es de su sangre, pero la otra sin embargo es la que el abuelo siente más como nieta. Lo que demuestra que la sangre no lo es todo en las relaciones familiares y que hay otros vínculos muchos más importantes que los impuestos por una genética no escogida.
El alicantino Gabriel Miró traza maravillosos retratos de abuelos y abuelas entre lo que destacamos la poética descripción de la figura del abuelo y de sus sentimientos ante el nieto recién nacido en su novela El abuelo del rey.
Y en el año en que se celebra el centenario de su nacimiento, no podemos olvidarnos de Carmen Laforet, cuya emblemática novela Nada nos presenta el personaje de una abuela que es quien trata de ser el nexo de unión de su hogar.
Foto: Abuelos y nietos. Archivo de Consuelo Jiménez de Cisneros.