En diciembre de 2017, la Asamblea General de la ONU decidió instaurar el 21 de agosto como el Día Internacional de Conmemoración y Homenaje a las Víctimas del Terrorismo. En nuestros días hay multitud de atentados terroristas en todo el mundo, lo que justifica esta fecha de apoyo que tiene como objetivo servir de información, reivindicación y consuelo para las víctimas y para sus familiares y amigos.
En el caso de España, hemos conmemorado recientemente el 25 aniversario del terrible crimen que acabó con la vida de un joven concejal del PP en Ermua, Miguel Ángel Blanco, antes de cumplir los treinta años. Un vil asesinato precedido de dos días de tortura que tuvo como resultado un vuelco total en la sociedad vasca. La gente por fin se atrevía a salir a la calle sin miedo y mostrar su repulsa por los crímenes de ETA. Crímenes que no pueden prescribir porque sus asesinos no han mostrado ningún arrepentimiento, antes al contrario: basta ver las imágenes del juicio en que se ríen de la familia del asesinado y de quienes los juzgan.
El asesinato de Miguel Ángel Blanco fue un revulsivo que cambió la historia social. Pero hay que recordar que no fue el único crimen, que hubo múltiples crímenes contra personas de diferentes profesiones y opciones políticas. Según los datos más difundidos, ETA asesinó a 183 civiles, 203 guardias civiles, 146 policías nacionales y un gendarme francés. No olvidemos que ETA fue (vale más escribirlo en pasado) una asociación terrorista que, según testimonios personales que me han llegado, nació al calor de seminarios y conventos, en el ámbito de un nacionalismo arcaico y trasnochado. También es cierto que la violencia engendra violencia, antes o después. Los asesinatos impunes que se cometieron durante la guerra civil en muchos caseríos vascos solo por saludar en euskera pudieron ser el caldo de cultivo del odio que engendraría a ETA. Por eso, el proceso de reconciliación que se produjo en los tiempos de la forja de nuestra Constitución no debe olvidarse. Esa es la verdadera memoria histórica y democrática que todos deberíamos anhelar.
Foto: wikipedia. Monumento a Miguel Ángel Blanco en Xunqueira d´Espadanedo (Orense).