QUEDAR EN LAS PALABRAS de Juan Ramón Torregrosa

Reseña de Consuelo Jiménez de Cisneros.

No es la primera vez que nos ocupamos de la obra literaria de Juan Ramón Torregrosa, colega en las letras alicantinas desde la adolescencia, en aquel Alicante memorable de Vicente Ramos, Vicente Mojica, Manuel Molina, Rafael Azuar y tantos otros escritores que nos alentaban, como bien recordaba Juan Ramón en la presentación de este su último poemario: «Quedar en las palabras». Cuyo título admite, al menos, una bisemia: quedar para reunirse y/o quedar como permanecer. Ambos significados nos valen, no se excluyen: quedamos en las palabras como en el mejor punto de encuentro y quedamos en las palabras como lugar de permanencia dentro de nuestra finitud, como antídoto del olvido.

Y las palabras, en prosa y en verso, le sirven a Juan Ramón para expresarse, para sentir, para pensar, para transmitir. Porque este poemario heterodoxo contiene versos y también prosas en forma de breves reflexiones que van del aforismo al párrafo retratando siempre el alma del autor y sus vivencias.

Espigando en el libro, que se estructura en cuatro partes al modo de una sinfonía, tal como expresan los subtítutlos, encontramos poemas rotundamente bellos no solo por su cuidada expresión, que se supone en un autor con las tablas de este, sino por su delicadeza moral: «Si alguien llegara» es una reivindicación de la generosidad, de la hospitalidad, de la comunicación compartida indeleble. O el poema «Olvido», una suerte de lírica terapia.

Como colega del autor en la docencia literaria, me resulta placentero advertir los numerosos guiños a nuestra literatura clásica. Los hay evidentes y reconocibles por aparecer en cursiva, como la preciosa recreación de versos hernandianos en el poema que dedica a «Miguel» en «Siete poemas lapidarios» (llamados así por su relación con las lápidas tumbales, según entiendo). Los hay también ocultos, solo para iniciados, como las dos citas del mismo soneto cervantino: «Voto a Dios que me espanta tanto afán» («Voto a Dios que me espanta esta grandeza»), «mas alguien llega, pisa y no hubo nada» («miró al soslayo, fuese y no hubo nada») en dos poemas distintos y distantes. También encaja aquí el gracioso poema «De cómo Celestina corrompe a Pármeno», que reproduce la manipulación de la vieja alcahueta sobre el ingenuo criado de Calixto.

La relación entre la obra del poeta y sus vivencias y experiencias es inevitable. «Hijos y padres», «Alumnos», son poemas que nos dan la dimensión familiar y la profesional del autor. Por otra parte encontramos referencias al mundo clásico tan querido por este escritor como hemos apreciado en otras obras suyas. Aquí el poema «Icaro». También hallamos referencias a sus viajes, como el texto dedicado a la visita turística a las cataratas de Iguazú. Y una preciosa evocación de su infancia en «Luz antigua».

Otra hermosa aportación es la creación léxica «Humuvia» (oler la lluvia), propuesta por Antonio Carvajal, que Juan Ramón recoge en el poema del mismo título.

La poesía no solo nos deleita, también nos hace reflexionar. Y así me ha sucedido con el poema «Mansedumbre», donde vemos lo mucho que podemos aprender del mundo vegetal. O «Locura», donde se califica como tal la incapacidad para disfrutar de la vida, cuando «hacer una locura», como vulgarmente se dice, sería lo sensato.

Este poemario se presentó en Guardamar, lugar natal del autor, el 10 de mayo a cargo del también poeta y amigo, Luis Miguel Sanmartín, quien ofreció una lírica y emotiva revisión del libro. Tuve el privilegio de leer los dos poemas finales durante la mencionada presentación: «Profanadores de tumbas» (que defiende, idea que comparto, que hay que dejar a los muertos reposar donde están) y «Epitafio», que también comparto porque igualmente he escrito un poema con ese mismo título, pues ¿qué poeta no ha reflexionado sobre su despedida de la vida, sobre ese más allá desconocido y la diminuta memoria que queremos dejar donde nos reencuentren? Naturalmente, en el caso de Juan Ramón, ese reencuentro solo puede ser «quedar en las palabras»: «Buscadme en mis poemas, no en mis cenizas».

Para concluir, quien quiera revisar todo lo que hemos escrito sobre la obra de Juan Ramón Torregrosa hasta el momento, lo encontrará en nuestros enlaces:

https://elcantarano.com/novedades-literarias-en-tiempos-de-pandemia-dos-libros-de-juan-ramon-torregrosa/

https://elcantarano.com/el-tiempo-y-la-semilla-antologia-poetica-2013-1975-de-juan-ramon-torregrosa/

https://elcantarano.com/consonante-materia-poemario-de-juan-ramon-torregrosa/

https://elcantarano.com/cefiro-y-nube-de-juan-ramon-torregrosa/

Juan Ramón Torregrosa y Luis Miguel Sanmartín en la presentación del libro.
Rosario Aldeguer, Consuelo Jiménez de Cisneros y Juan Ramón Torregrosa.
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