Reseña de Consuelo Jiménez de Cisneros.
Son muchos los libros que me ha ido regalando Milagros Salvador, porque es autora prolífica y generosa. Pero no he tenido más remedio que detenerme en este que no es un libro, sino un cuaderno, o así lo define ella, y por su brevedad (23 páginas) lo sería, pese a que goza de su ISBN y su Depósito Legal. Eso sí, la tirada es reducidísima (50 ejemplares numerados) y solo destinada a los amigos, con lo cual me honro en poseer un ejemplar dedicado.
Este breve poemario es peculiar por su género: la poesía de sátira política, algo ya cultivado por nuestros clásicos. El primero Quevedo, si no en el tiempo, en la calidad y repercusión: ¿quién no recuerda el memorial que dejó bajo la servilleta de Felipe IV poniendo verde a su valido, el Conde Duque de Olivares? Pero también por nuestros modernos y contemporáneos (Milagros y yo tenemos en mente a un gran poeta autor de una gran sátira que en cualquier momento saldrá a la luz para remover cimientos y conciencias… Que Dios nos coja confesados, como suele decirse).
Ya desde el título (“Porque sí”) se ve el aspecto jocoso -que no excluye la crítica certera- de esos versos. Mi abuelo Daniel Jiménez de Cisneros, tantas veces mencionado por mí, que, pese a ser un científico, cultivó la poesía en variadas facetas, tiene un poema, “Semblanza de Sancho”, en el que también hace una crítica política de los gobernantes bastante afilada, lo que no impidió que se premiara y publicara su poema en su día (1905) pese a que habla del pueblo “bien azotado pero mal comido”. Valgan estas referencias para afirmar que el género está asentado y merece estarlo, porque no solo sería un pasatiempo literario, sino una forma de remover conciencias y sensibilidades si lograra su verdadero objetivo, cosa muy difícil ya que nada hay más “pringoso”, como diría una vieja amiga, que la política.
Milagros encabeza su cuadernillo con citas del Libro de la Sabiduría y de las Letrillas satíricas de Quevedo. Su ingenio se aprecia desde la primera página: “Ay España, quién te ha visto / gobierno y oposición / repartiendo la nación / como la capa de Cristo” hasta las siguientes: “Cuando la razón de Estado / no es estado de razón…”. La forma también responde a la poesía clásica, como se ve en el poema “Es verdad, es mentira” que recuerda de nuevo a Quevedo e incluso a Góngora. Las Aleluyas finales son otro ejemplo.
No podemos, y es una pena, recomendar al interesado que lea este opúsculo difícil de conseguir, ya casi agotado, pero sí instamos a su autora a que lo reedite debidamente y lo ponga en circulación con mayores amplitudes, pues nada obsta a ello. La crítica se ejerce con elegancia, desde el respeto, y lamentablemente, por lo que se refiere a la actualidad, con buena puntería.