EL “EFECTO SOROLLA”

Autora: Pilar Escanero de Miguel.

No conozco a nadie a quien no le guste Sorolla y, sinceramente, confieso que lo he buscado con interés no solo en este mundillo del arte que nos concierne (siempre tan sugerente) sino incluso en entornos totalmente ajenos a él. Es, creo, un caso bastante especial porque cualquier artista tiene sus detractores en mayor o menor cuantía. Sin embargo, este valenciano, que siempre vivió el éxito (como Rafael de Sanzio, por ejemplo) no tuvo maledicentes, por lo que no puedo evitar preguntarme ¿dónde radica su secreto…?, es más, transcurridos cien años de su fallecimiento (en este 2023) sigue conservando esa especie de aureola mágica que lejos de abandonarle, cada vez se nos manifiesta de manera más contundente.

Me remonto a una reflexión de un escritor del Siglo de Oro en la que se adelanta a todo lo que estaría por llegar. Quien sino Quevedo que dejó escritos unos borradores para “El pincel” (1629) que no llegó a concluir. En esos textos dice de Velázquez que El naturalismo de este no tenía como objeto la semejanza física entonces usual, sino que sabía dotar de trazos conceptuales su fiel descripción de la figura humana. En estas líneas expone la perplejidad que en él despertaba aquel modo velazqueño de hacer “pintura”. Trata en esos renglones conceptos, que, a fecha de hoy, siguen siendo incógnitas muy difíciles de despejar, por la confusión y enigmas que estas ideas suponen. Quevedo, nos deja pues, cuando menos, con asombro ante semejante visión plena de profundidad que resulta de manera contundente una puesta en escena de ideas absolutamente vanguardistas.

Duda de esa “realidad”, de esa semejanza física y como decía Jorge Luis Borges La duda es uno de los nombres de la inteligencia.

Estas consideraciones adquieren gran valor si, aún a pesar del tiempo que las distancia de nosotros, las trasladamos a la obra de este pintor valenciano. Resulta que, impregnadas de una “mirada actual” dan lugar a lo que yo llamo el “efecto Sorolla”, ¿Qué, que es “el efecto Sorolla”? pues es la capacidad que tuvo nuestro extraordinario artista para crear un lenguaje plástico capaz de transformar la naturaleza en todos sus ámbitos, haciendo de sus pinturas, vida y de la vida, pinturas.

Cierto es que cada artista persigue su propia forma de expresión mediante un lenguaje que le sea propio, unos lo consiguen, otros no; pero no olvidemos que es un camino que todos recorren, aunque lo hagan por diferentes sendas. Sorolla, no nos deja ninguna duda al respecto puesto que, es de los que logró conseguir expresar con su “prosa pictórica” toda una imagen de su realidad (visualizada desde dentro hacia fuera). Una realidad, de un verismo efectista que nos transporta a una ensoñación aparentemente real; así genera una situación en la que pone a prueba nuestra propia realidad. Es importante destacar, por ejemplo, el éxito de su naturalismo (lleno de vida), tan inquebrantablemente actual y además perfectamente comprensible para cualquier mirada humana.

Sin embargo, el “efecto Sorolla”, va mucho más allá, tal es la ambición de su ímpetu por introducirnos en “su realidad”. Evidentemente, sus representaciones son visuales básicamente, pero su empeño en despertarnos de lo que él podría presentir o entender como un letargo, hace que a través de impactos o impresiones lumínicas nos induzca a sentir otro tipo de sensaciones que no radican solo en la capacidad de mirar o contemplar. Su obra es principalmente un compendio de opciones que nos predisponen a experimentar, quien sabe si nuestra propia imagen de la vida, en la vida que vive en sus pinturas. Aunque lo parezca, no es un juego de palabras, puesto que debidamente analizadas son para mí, la clave no solo del éxito que obtuvo en vida, sino de la contemporaneidad o actualidad de la que sigue gozando cien años después de su muerte.

Es posible que incluso ustedes queridos lectores y yo, estemos hasta de acuerdo en estas reflexiones, lo que no deja de ser una apreciación gratificante. Pero conscientemente, me atrevo a ir todavía un poco más allá y es que creo que nuestro artista merece cualquier esfuerzo por mi parte y la de ustedes.

En esta, nuestra conversación, hemos venido hablando casi sin darnos cuenta, de lo que podríamos llamar una verdad en apariencia… la pregunta que me surge sin más es ¿es eso lo que Sorolla nos quiere transmitir? Creo que no. La apariencia, no tiene necesariamente que responder a la verdad, ni la verdad es siempre lo que se aparenta. La vida es un buen ejemplo de esta pequeña reflexión. Por lo tanto, esa sensación que nos transporta al contemplar sus obras haciéndonos sentir que éstas, no son pinturas, sino realidad, no puede ser más veraz. Con ello, sobrepone la vida a las pinceladas, de tal suerte que pasamos a formar parte de ellas, de sus obras, dándonos un papel de protagonistas en la medida en que queramos o no serlo, pero de lo que no nos deja huir, es de la capacidad que nos otorga de introducirnos hasta donde seamos capaces o nuestra voluntad nos permita.

Digo nuevamente, que esto no es en absoluto un juego, ni de roles, ni de palabras, ni de escenas; todo lo que sintamos, depende de nuestra capacidad de percepción (unos pueden y otros no) porque él, nuestro querido artista, ha puesto en sus obras todo lo demás. Traigo a colación lo que dijo Carlos Reyero La mayor parte de la pintura de Sorolla evoca la alegría de vivir en un mundo normal (El Cultural 21/07/2023 p.11) y ¿qué significa esa evocación? Pues un recuerdo de algo que hemos percibido, aprendido o conocido, en otras palabras, de algo que hemos vivido; por lo tanto, de algo absolutamente real.

Por eso Sorolla, maestro en plasmar la vida, sigue conviviendo con nosotros en cada una de sus pinceladas a través de ese, su “efecto Sorolla” …

Pilar Escanero de Miguel es profesora de Historia del Arte en la Universidad Miguel Hernández de Alicante.

 

error: Content is protected !!
Este sitio utiliza cookies para ofrecerle una mejor experiencia de navegación. Al navegar por este sitio web, aceptas el uso que hacemos de las cookies.