Bianca Chazarra, profesora de Lengua y Literatura en el IES La Encantá de Rojales, nos envía un poema de su suegro, Carmelo González Ferrández, con quien comparte, además de la relación familiar y la coincidencia profesional -él también fue profesor de Literatura-, el amor por la poesía. En breve reseñaremos su libro «Esencias» -edición no venal-, del que estos versos son un anticipo.
“PENSAMIENTO”
¡Que no!
¡Que allá no te llevas nada!
¡Que aquí te lo dejas todo!
¿Es que no te has dado cuenta?
¿Es que no te has enterado?
Si tú estás aquí de paso.
Si solo eres un viajero
que camina hacia el ocaso
sin saber su paradero.
Deja a un lado, si la tienes,
la ambición de almacenar
el llamado vil metal
y necesario dinero.
¿No sabes tú que, al final,
cuando llegue el día fatal
te irás cual viniste: en cueros?
Me podrás argumentar
“tanto tienes, tanto vales”
como dice una canción
alegre y muy popular.
Craso error, gran falsedad.
El valor de la persona
no lo mide su riqueza:
lo mide su lealtad,
su pundonor, su nobleza,
su rectitud, su entereza,
su honradez y su bondad.
Y ten siempre muy presente
que el dinero que has ganado
con el sudor de tu frente
es un medio –¡solo un medio!–
para vivir dignamente
sin pasar necesidad.
No lo gastes con locura;
pero vive con holgura,
nunca como un indigente.
Pues si malo es carecerlo,
algo peor es tenerlo
y no saber en qué usarlo.
Y si no sabes gastarlo
no mereces merecerlo.
Y si aún sigues creyendo
en el “ya tenemos cien,
a por otro ciento más”
mientras sigues careciendo
de lo más elemental,
teniendo ya un pie pisando
la orilla del más allá…
¡Qué poco es llamarte necio!,
te mereces algo más.
Conocí yo a un caballero
que todo lo que ganaba
lo guardaba: no gastaba.
Y era, fíjate, soltero.
Su obsesión era el dinero
del que jamás disfrutó.
Llegole el fin: falleció.
¿De su fortuna el destino?
Pregúntale a su sobrino.
¡Con qué alegría la gastó!
¿Aprendiste la lección?
Te la voy a resumir
con mucha más claridad:
Hay que ahorrar para vivir
y no vivir para ahorrar.
¿Qué pensaba? No creía
que todo aquí quedaría,
nada podría llevar.
¿Qué hay más allá? ¡No lo sé!
Eso es ya lo que uno crea;
eso es ya cuestión de fe.
Mas sabemos qué hay aquí
¡y nos queremos quedar!
La prueba más que evidente
es lo mucho que atrasamos
y el afán con que evitamos
la partida al más allá.
Y te digo con franqueza:
vive el hoy intensamente
y jamás te dé pereza
disfrutar de la riqueza
que ganaste honradamente.
Pues –malcopiando al poeta–
cuando ya estés en la nave
que jamás ha de tornar,
a punto ya de zarpar
para hacer tu último viaje,
no te hará falta equipaje.
Como llegaste te irás;
te irás para no volver;
para no volver jamás.