CONFERENCIA DE JOSÉ ENRIQUE GIL-DELGADO CRESPO SOBRE SU NOVELA «…Y VOLCANES EN EL MAR»
Nuestro amigo el profesor, académico y escritor José Enrique Gil-Delgado Crespo impartirá una conferencia sobre su novela «…Y volcanes en el mar» el 10 de abril a las 18,30 h en el Colegio de Médicos de Alicante. La entrada es libre, limitada al aforo.
Hay que recordar que dicha novela, que ha sido elogiosamente valorada por el director de la RAE, Darío Villanueva, lleva un Prefacio de Consuelo Jiménez de Cisneros que reproducimos a continuación.
…. Y VOLCANES EN EL MAR. PREFACIO
El contraste entre elementos potentes preside esta preciosa y emotiva novela que debería ser de lectura obligatoria en las clases de Historia de España (y de Historia Universal). Volcanes y mar, fuego y agua, Filipinas y España… En este Prefacio pretendemos mostrar al lector algunas de las muchas sorpresas y descubrimientos que la novela ofrece.
La historia empieza abruptamente, con una huida repentina y apasionada de un campo de prisioneros. Una huída que se produce gracias al enamoramiento que siente una joven tagala por un oficial español. El amor preside así el inicio de la trama. Se nos explican los pormenores de la huida y de esa forma vamos conociendo a los personajes y cuanto les rodea.
Aunque el argumento se desarrolla en las postrimerías del siglo XIX, en un momento determinado se nos hace retroceder al punto en que los españoles, en su búsqueda de la mejor ruta de las especies, descubrieron las islas llamadas Filipinas en honor del que sería el rey Felipe II, entonces príncipe de Asturias. El encuentro no fue violento, sino cordial con los nativos de la isla Yunagán, rompiendo así con la leyenda negra que presenta a los españoles como demonios y a los indígenas como víctimas sin atender a ningún rigor histórico.
En cualquier novela, además del tiempo, el espacio es esencial. En esta, la fauna y la flora filipinas aparecen profusamente descritas, no al modo de quien coloca descripciones ornamentales, sino formando parte de la acción de la historia, como cuando se narra la irrupción del tití y de los insectos que devoran la comida de los fugitivos. Junto a la descripción textual está la plástica, pues el libro va ilustrado con imágenes denotativas que aportan verismo al relato. Un ejemplo puede ser el cartel publicitario de los paquebotes que hacían la ruta Barcelona-Manila, donde podemos observar el recorrido y las tarifas, entre otras curiosidades.
Tratándose de una novela histórica, nos familiarizamos con aspectos menos conocidos de nuestra historia ultramarina como la sociedad secreta de Katipunan, fundada por el hispano-filipino Andrés Bonifacio, que pretendía la independencia de las islas. Su crueldad protagoniza la primera acción violenta de la novela. Y más adelante sabremos mucho más de lo que fue aquella contienda que separó a Filipinas de España, gracias a la reproducción de algunos textos procedentes de documentos históricos que el novelista inserta hábilmente en la trama.
Hay una conexión íntima del autor con sus personajes cuando retrocedemos al momento en que los protagonistas fueron hechos prisioneros en la primavera del mítico año de 1898. Y aquí aparece la evocación, repleta de ternura, de la infancia del teniente Crespo en su Coruña natal. Cabe recordar que este personaje está inspirado en el abuelo del autor, Ignacio Crespo Coto, que fuera Caballero laureado con la Cruz de San Fernando, al cual dedica su novela. Esta evocación no es gratuita, sino imprescindible para que el lector pueda conocer a los protagonistas de la historia, pues solo el pasado puede explicar el presente.
Cuando se habla de guerras es obligado hablar de una de sus peores consecuencias: los heridos y los muertos, el ambiente en que conviven y quienes los cuidan heroicamente. El autor nos introduce en uno de esos hospitales donde los prisioneros españoles mueren unos y sobreviven otros, pudiendo apreciar la cruda realidad que los envuelve y la dignidad que preside la conducta de todos ellos.
La complejidad de la identidad hispano-filipina se muestra vigorosamente en la mención a personajes históricos como el médico José Rizal, fusilado por el Gobernador Polavieja bajo la acusación de independentista cuando lo que pretendía era lo contrario: que Filipinas llegara a ser una provincia española. Los errores y debilidades de unos y de otros se presentan así sin ningún tipo de sectarismo. Y esta historia se nos explica a través de una conversación entre dos personajes, con toda la viveza que eso implica. En efecto, tenemos el privilegio de escuchar un diálogo entre un militar y el médico que lo atiende. Esa es la magia de la buena literatura, que nos transporta en el tiempo y en el espacio.
Con detalle conoceremos al otro personaje que protagonizó la fuga con que se inicia la novela. Es el sevillano Joaquín Cortés. La amistad, ese gran eje de la comunicación humana, elemento imprescindible de nuestras vidas, une al gallego Crespo y al andaluz Cortés que serán los audaces protagonistas de la historia.
He afirmado muchas veces que un libro nos lleva a otro, que los libros pueden ser puentes entre las personas pero también entre ellos mismos. Así sucede aquí con la alusión a la novela Trafalgar, de Pérez Galdós, leída por uno de los personajes. Nosotros los leemos a ellos y ellos leen a otros. La lectura y los juegos (como el del «birlo») forman parte de los ocios de aquellos soldados que cruzaban el mundo, unos movidos por las ansias de aventuras, de gloria y de fortuna y otros embarcados «de fuerza» mediante levas que los pobres no podían impedir. A esto se dedican varias páginas en la novela. Un tema social sensible, tratado en la literatura por insignes escritores como José María de Pereda (La leva) e incluso mi abuelo, Daniel Jiménez de Cisneros, le consagró un sentido poema (La pará de la higuera).
Hay quien considera el viaje como una metáfora de las vidas humanas, y aquí la navegación por todos los mares se nos muestra en todo su esplendor. El exotismo de los lugares en los que se recala (de Port Said a Singapur, con la aproximación a las culturas árabe y china respectivamente) y la descripción de la vida cotidiana en el vapor Isla de Luzón nos permiten ese viaje de la imaginación que supone toda lectura, pero que en este caso se cumple en todas sus expectativas.
Novela de aventuras, novela histórica, novela sentimental… Es difícil clasificar esta novela sin empobrecerla. Estamos en una novela, sí, pero la novela es un género en el que caben todos los demás. Y así sucede en esta, donde la acción discurre en paralelo en lugares ubicados en distintos continentes mientras disfrutamos del dramatismo de los diálogos, muchos de los cuales imaginamos perfectamente en el teatro o el cine -y creo que se prepara una versión cinematográfica de la novela-. También hallamos expresiones líricas que nos llevan a la poesía, como la siguiente con que finaliza uno de los capítulos: Las estrellas cubrían la bóveda celeste y una delgada luna menguante hacía un guiño de despedida.
No podemos omitir una referencia al conmovedor epílogo que cierra la novela trasladándonos a la guerra civil española y en concreto al Madrid asediado de 1938. El viejo héroe de Filipinas, Ignacio Crespo, fallece en familia y es envuelto en la bandera española que defendió en Novaliches. En esta época donde la heroicidad tantas veces se olvida, leer esta página final es emocionarse con un sano patriotismo, aquel que me transmitieron mis mayores. Acabaré confesando que la lectura de esta novela me retrotrae a aquellos libros de mi infancia con los que descubría el mundo y, por ende, me auto-descubría. Porque todos somos parte de la historia, incluso quienes solo la hemos vivido en nuestros sueños.
Consuelo Jiménez de Cisneros y Baudin. Verano de 2023.